Juan Carlos Valldecabres
Domingo, 8 de mayo 2016, 22:32
Dicen que la presidencia de un club de fútbol, y más si se trata del Valencia, posee un encanto tan especial que acaba atrapándote. Eso se asegura de algunos que han sido presidentes de la entidad y a quienes les ha costado un mundo deshacerse de este tan singular privilegio pese a tenerlo todo en contra. Pues bien, han tenido que pasar 19 meses para que a Peter Lim por fin le entre ese gusanillo. Él, que siempre ha preferido ocupar un segundo plano, dio ayer en el Bernabéu un paso adelante, un salto significativo que algunos pueden pensar que debe servir como acicate en el deseo de devolver al Valencia a la élite mundial. Por primera vez desde que está como máximo accionista de la entidad, Lim ocupó la presidencia de un palco que no es el de Mestalla. Ayer por la tarde observó el encuentro junto a Florentino Pérez y en compañía también de Layhoon Chan.
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Y no es tampoco que haya estado en la presidencia de Mestalla muchas veces, pero sí que es verdad que cuando lo hizo, casi fue empujado por los acontecimientos y por el interés de cautivar a la afición. Fue un 25 de octubre de 2014 cuando Amadeo Salvo, por entonces líder de masas valencianistas, le preparó un recibimiento casi con honores de jefe de Estado. Mestalla y su gente tenía tantas ganas de ver a este empresario de Singapur que le tributó una ovación cuando se puso en la primera fila del palco VIP, para presenciar aquel, su primer partido, Valencia-Elche (3-1). Desde entonces, siempre que ha llegado a la ciudad y a pesar del espectacular despliegue de seguridad que se monta, ha preferido mantenerse en la retaguardia, en el refugio de su palco privado.
Pero como siempre, todo tiene un antes y un después. En Getafe, por ejemplo, hace dos semanas cuando apareció por sorpresa, se sentó como uno más en la zona de privilegio del campo madrileño, junto a su mujer. Lo de ayer fue toda una sorpresa. Vivir desde esta perspectiva un encuentro en el Santiago Bernabéu siempre debe ser algo extraordinario, a pesar de comprobar cómo zarandean a tu equipo sobre el césped.
Pero la pregunta que aquel 25 de octubre de hace dos años se hacía la gente era hasta cuándo iba a estar este hombre metido en el fregado valencianista. La misma Layhoon se encargó de intentar despejar los lógicos recelos: «Lim viene para quedarse mucho tiempo». Pero no son pocos los que han guardado algunas sospechas. Cada vez son menos. Ahora, lo que quieren los aficionados es que su máximo accionista arrime todo lo que pueda el hombro. En su caso, el dinero. La afición quiere un Valencia grande, de talante europeo, no un equipo que se tenga que conformar como ocurre este año con jugar la próxima temporada Liga y Copa del Rey.
Lim debe ser el primer interesado en que su inversión no naufrague. Y con los recortes que se anuncian, se va a tener que hacer un importante trabajo en la secretaría técnica para devolver la ilusión a la gente. Que Peter Lim viviera ayer tan de cerca el ambiente de un escenario como el Bernabéu y que también lo saboreara cuatro días antes en el partido de Champions que disputó el Madrid contra el City, debe ayudar a alimentar su interés en la apuesta por su club.
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Porque, para ser sinceros, la verdad es que el Valencia le está dando a Peter Lim más disgustos que alegrías. Al menos, en lo que se refiere a los partidos que observa en directo. El hombre lleva una racha que es para hacérselo mirar. Desde luego este año, se ha quedado sin ver un triunfo del equipo en Liga. No es que haya visto muchos partidos domésticos (6), pero o han acabado con empate o con derrota. De hecho, sólo ha visto ganar uno: el de la previa de Champions en casa al Mónaco. En resumen y contando los europeos, de 10: una victoria, 4 empates y 5 derrotas. Al menos la temporada pasada pudo disfrutar algo más: 4 victorias, 2 empates y 2 derrotas.
La lluvia con la que amaneció el domingo ya hacía presagiar que la cosa no iba a funcionar bien. De hecho, Pako Ayestarán se vio obligado a suspender el paseo matinal con los futbolistas, cosa que seguramente agradecieron, porque a decir verdad la mayoría no es muy proclive a estirar las piernas en el exterior. Ya se sabe, manías.
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Se refugiaron pues en el hotel, el de siempre cuando se visita a la capital de España, aunque esta vez estuvo más concurrido que nunca. Por allí desfilaron gente de todas las nacionalidades y de lo más variopinta (desde los participantes en un cortometraje que se estaba rodando en una de las salas, hasta los habituales grupos de pilotos y azafatas de líneas asiáticas); aunque ni rastro de Peter Lim.
No es la primera vez que el Valencia coincide en un partido en Madrid con la disputa en la Caja Mágica del torneo de tenis. Y da la casualidad que este mismo hotel es donde se hospedan la mayoría de tenistas (menos Rafa Nadal). Por eso el principal atractivo de la mañana fue ver desfilar por la recepción a Andy Murray antes de subirse a una furgoneta camino de la final del Open de Madrid.
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Junto a esa furgoneta, en el parking, otra con los cristales tintados. Una de las que suele llevar el máximo accionista del Valencia cada vez que viene a ver a su equipo. Al menos por allí estaban también desde el jefe de seguridad del club, algún miembro del equipo privado de protección que lleva, así como el chófer de la entidad. Por dispositivo que no quede, como se suele decir. Pero así como Layhoon sí estaba alojada en el hotel, Lim estaba en otro. Fue directamente al estadio por la tarde.
La presidenta sí cumplió con el trámite oficial del almuerzo entre directivas, celebrado en el restaurante que posee el conjunto madridista en el Bernabéu. Lo hizo acompañada esta vez por García Pitarch, Juan Sol, Luis Cervera y Damià Vidagany. Pese a que la comida fue temprano, por aquello de que el encuentro se tenía que jugar a las cinco de la tarde, García Pitarch y Layhoon tuvieron tiempo de sobra para mantener una distendida y privada charla. La comunicación entre ambos (el director deportivo domina perfectamente el inglés) es bastante fluida y son muchos los temas que hay que tratar precisamente ahora que se acerca la etapa más intensa en lo que se refiere al mercado de fichajes. Más aún al ver cómo horas después su equipo se desinflaba.
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