HÉCTOR ESTEBAN
Domingo, 31 de julio 2016, 21:36
El objetivo es terminar el estadio antes del centenario». Palabra de la presidenta del Valencia, Layhoon Chan, el 25 de octubre de 2014. A la mañana siguiente de que Bankia y la Fundación del Valencia firmarán la venta del 70% de las acciones del club a Peter Lim. Aquella declaración, entendida como una promesa por la afición Valencia, es a día de hoy un anhelo. A cada día que pasa, el proyecto está más lejos de ese 18 de marzo de 2019.
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El 20 de noviembre de 2014, en la junta general de accionistas en la que Amadeo Salvo fue elevado a la categoría de presidente ejecutivo, el empresario valenciano no se anduvo con rodeos: «En el centenario se jugará en el nuevo Mestalla, está garantizado por contrato».
La realidad era otra. La adelantó LAS PROVINCIAS hoy hace dos años. Incluso antes de las declaraciones de Layhoon Chan y Amadeo Salvo. En la documentación final recibida por Bankia de manos de Meriton para cerrar la venta de las acciones del club no existía ninguna fecha fijada para la finalización del nuevo estadio. En el informe inicial sí es cierto que en el plan de negocio figuraba la temporada 2017/18 como la de inauguración del nuevo coliseo valencianista.
Meses después, de nuevo LAS PROVINCIAS destapó la realidad en función del contrato de venta firmado ante notario entre la Fundación del Valencia y Meriton Holdings. Negro sobre blanco, en la página 23 del contrato, en el apartado b) del punto sexto se lee: «Procurar que el Valencia Club de Fútbol se comprometa a la construcción del Nuevo Mestalla a tiempo para la celebración del centenario del Valencia, siempre y cuando se disponga de las correspondientes autorizaciones, consentimientos y permisos administrativos concedidos por las autoridades públicas competetentes y que se haya obtenido la correspondiente entrega de suelo y de zona deportiva asociada al mismo por parte del Ayuntamiento de Valencia». De hecho, y según figura en el contrato de venta, de la aportación inicial de 100 millones de euros de Peter Lim, los restos iban a parar a la financiación del nuevo Mestalla. El dinero se gastó en jugadores.
La obligación de acabar el estadio para el centenario mutó en compromiso, aunque es cierto que el Valencia, con Layhoon Chan a la cabeza y en compañía de Amadeo Salvo, firmó con el Ayuntamiento de Valencia en marzo de 2015 -entonces con Rita Barberá como alcaldesa- la permuta por el solar del nuevo Mestalla. Esa parte sí está cumplida por parte de Meriton con los plazos de pago de los 19 millones que se debían.
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Hoy, 1 de agosto, se cumplen nueve años del inicio de las obras de un estadio que en 2011 tenía que estar preparado para acoger la final de la Liga de Campeones. Aquel partido es obvio que nunca se jugó. Los operarios dejaron la paleta y se quitaron el casco oficialmente el 24 de febrero de 2009, aunque hacía semanas ya que en la tartaleta gigante de hormigón no existía actividad. Hoy, aquella estructura sigue levantada en Corts Valencianes como símbolo de un equipo que se hundió en la resaca triunfal de sus propios éxitos. Las constructoras que iniciaron el proyecto no se sorprendieron de la decisión de parar las obras. El fondo de garantías que se puso de inicio -una especie de depósito que da fiabilidad a las empresas- se quedaba muy corto para una obra de esta envergadura. Un detalle que aportaba una pista clave: no había dinero suficiente para acabar la obra.
La visita de Lim
Lo primero que hizo Peter Lim tras aterrizar en Valencia el 25 de octubre de 2014 fue ir directo del aeropuerto de Manises al estadio en la avenida Corts Valencianes para comprobar in situ el estado de las obras y el modelo de estadio proyectado. No le gustó a primera vista. Y menos todavía tras sentir el calor del viejo Mestalla. El primer problema, de dimensiones considerables en todos los aspectos, se puso sobre la mesa.
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Además, el proyecto deportivo no acompaña para trasladarse de casa. Ni siquiera en aquellos tiempos en los que el Valencia circulaba en sentido a la Liga de Campeones. Durante la primera campaña de Nuno, con el equipo entre los cuatro primeros, el expresidente ejecutivo, Amadeo Salvo, lideró con habilidad la corriente para que el Valencia jugara el centenario en el actual estadio. Apeló al sentimiento y a la historia. Como una despedida digna para el viejo coliseo. En frío, era una estrategia para ganar tiempo. La presidenta, Layhoon Chan, utilizó el mismo argumento durante la presentación de Gary Neville como nuevo entrenador del Valencia.
Ahora mismo el asa donde agarrarse para justificar el retraso de los plazos establecidos es el parón en el proyecto deportivo. La falta de éxito sobre el campo torpedea un plan de negocio que necesita estar en Champions para llenar la caja del dinero. Lim contemplaba un Valencia al máximo nivel en la presente década. La primera decepción ha sido al segundo paso. Los ingresos de la máxima competición continental ya no son un aliado.
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Al fracaso deportivo hay que unir el giro que se le quiere dar al nuevo estadio. El arquitecto responsable de la obra, Marck Fenwick, sigue con el encargo de darle una vuelta al actual diseño. Un objetivo complicado. El nuevo Mestalla es una estructura abierta, dibujado para albergar una pista de atletismo y con el calor de la grada muy alejado de los jugadores. Peter Lim no quiere ese modelo. Busca trasladar el ambiente del actual estadio a la nueva casa. Una idea que se antoja complicada con la estructura ya levantada. Conclusión: un nuevo estadio dentro del viejo nuevo estadio. Una locura.
El expresidente Amadeo Salvo ya presentó una remodelación con menos coste -el Valencia ha invertido 142 millones de euros- y menos localidades. La falta del títulos del club no invitan a llenar los 75.000 asientos previstos en un inicio y ahora mismo es complicado cubrir las 61.500 plazas que se proyectan.
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El rediseño que trajo Salvo de la mano de Fenwick eliminaba casi la totalidad de las 3.000 plazas de garaje -uno de los grandes problemas del estadio-, abarataba la cubierta y reducía los espacios comerciales. En total, 60 millones de ahorro de los 100 que hacen falta para terminar la obra.
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