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Héctor Esteban
Martes, 20 de septiembre 2016, 19:13
Salvador González, 'Voro', está a punto de comenzar su cuarta etapa como entrenador, interino, del Valencia CF. Esta vez, en sustitución de Ayestarán.
A principios del pasado mes de diciembre, en el aeropuerto de San Petersburgo, Voro trataba de ordenar a sus jugadores en las colas de la aduana rusa para que pasaran el trámite lo antes posible. Después, en la cinta de equipajes, aceleraba la salida para entrenar poco después en el estadio Petrovsky del Zenit. Funciones de delegado. Una tarea sorda, alejada de los focos, pero esencial para tenerlo todo listo. Tras el bochorno ante el Zenit y el surrealismo vivido en Sevilla, a Voro le encargaron liderar, por tercera vez en su vida, una transición hasta la contratación del nuevo entrenador. Asumió la responsabilidad en Copa ante el Barakaldo y en Liga ante el Barcelona. Una victoria y un empate para mantener el mejor expediente de un entrenador en el Valencia.
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El domingo 6 de diciembre, el gol de Santi Mina hizo justicia con un hombre recto. Voro sacó al equipo de la autogestión tras el despido de Koeman, un entrenador que dirigía al club sin remedio al pozo de la Segunda División. Después, aunque fuera en un sólo partido, fue el eslabón entre Pellegrino y Valverde con Lille como escenario. Una victoria de Champions.
Una vez cubierta la misión encomendada, recuperó su puesto de delegado, ocupado de una logística necesaria para que todo funcione. Una pieza más de un equipo en el que el delegado es más que necesario. Cherysev, por ejemplo, ha puesto en la picota la labor de Chendo en el Real Madrid.
Salvador González, nacido en l'Alcúdia el 9 de octubre de 1963, empezó su carrera como 'Boro'. En una época en la que hasta Alfredo Di Stéfano cayó rendido a sus pies con una de sus frases para el recuerdo: «Boro desayuna tornillos».
El defensa formó parte de la inercia de los grandes defensas que dio la cantera valencianistas. El Valencia de Kempes se sujetaba en la retaguardia con tipos como Arias y Tendillo, productos de la casa, y con jugadores como Cerveró en un plano más discreto al final de su carrera. De Paterna subieron después jugadores como Aliaga, Giner, Enrique Moreno, Revert, Voro y Camarasa. Días en los que era impensable buscar fuera un central para el Valencia.
Voro, que hizo el rodaje en Tenerife donde cumplió el servicio militar, sufrió la campaña del descenso a Segunda División. Aquel trance fue un master acelerado para muchos jugadores de la casa y el central aprovechó su oportunidad, especialmente después de que Miguel Tendillo sacara billete de ida a Murcia como paso previo a su llegada al Real Madrid.
El trabajo de Voro en el Valencia a día de hoy es el reflejo de su etapa como jugador. Disciplinado, serio, solidario y generoso en el esfuerzo. Central fuerte, sin contemplaciones, sin un mal gesto en el juego dentro de la fortaleza de su perfil de jugador expeditivo. De un salto imponente, con capacidad de llegar al área rival por arriba con posibilidad de gol. El trío Arias, Giner, Voro, con la posterior llegada de Camarasa, sirvió para marcar una época, poco considerada aunque muy valorada con el paso del tiempo. Era el Valencia de Arturo Tuzón, el de la resurrección económica con Espárrago y Hiddink en el banquillo.
La llegada de Belodedic al Valencia le abrió la puerta a Voro. Fue la primera traición a una de las grandes señas de identidad de la casa, la de los centrales de la cantera. Fue el primero en irse -Giner lo haría años después a Gijón- y el embrión del SúperDepor le acogió con los brazos abiertos y una buena oferta. Aquel equipo de los Bebeto, Mauro Silva y Fran no se puede entender sin el de l'Alcúdia. Sus nueve internacionalidades y el Mundial de Estados Unidos -junto a Camarasa- fue el cénit de su carrera. El Valencia no tiene ni un entrenador ni un delegado. Ser un hombre de club es mucho más.
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