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toni calero
Domingo, 16 de octubre 2016, 15:29
Prandelli es el gesto de rabia, puños cerrados, celebrando los goles de Mario Suárez. Prandelli son sus manos pidiendo sin descanso a los jugadores que acercaran las líneas y salieran del agujero. Prandelli es la incredulidad y el lamento cuando Rodrigo no supo cerrar el partido cuando lo tenía todo a su favor. Prandelli es el triple saludo a Abelardo, incluido el del descanso para evitar una trifulca entre los jugadores. Prandelli fue sufrimiento en Gijón porque su primer partido como entrenador del Valencia le sirvió para vivir en primera persona cuánto trecho queda por recorrer hasta solventar algún encuentro como un grande. Le llamaron para poner orden y redigirir un proyecto seriamente herido. Quince días le han servido para que en El Molinón se filtrara algo de luz, especialmente en el apartado táctico. De momento tiene una victoria y tres puntos que facilitan la transición hacia la expectante visita del Barcelona a Mestalla.
Lo cierto es que hasta el gol del Sporting, el plan le funcionó. Mientras Prandelli machacaba a Santi Mina desde la banda, y de qué manera, el Valencia supo aprovechar el zarpazo de Mario Suárez para lograr algo de paz e intentar crecer desde la defensa. Garay y Aderllan Santos cumplían, los laterales estaban serios y a Diego Alves ni se le vio. Al Molinón, cuyos cimientos se levantaron en 1908 y las ha visto de todos los colores, le silenciaba por momentos una buena versión del Valencia. Se sucedían los despistes en el centro del campo, los errores sencillos en la entrega, pero entendiendo la insistencia de Prandelli en empezar la casa por dónde toca, el asunto pareció más relacionado con desajustes propios del desconocimiento del sistema que de errores groseros de concepto. A Parejo sus dos guardaespaldas le liberaron de parte del trabajo sucio y Cancelo activó el modo highlights de Youtube para convertir la vida de Lillo en un suplicio constante. La suerte, al fin y además, sonreía a Prandelli: si Cop mandaba al limbo una gran ocasión a los dos minutos de partido, su equipo creaba una pequeña obra de arte poco después. El Valencia se adelantó con la mejor jugada colectiva desde la coronada por Mina pasada temporada que dejó con los ojos como platos al Camp Nou.
Empezó Enzo Pérez robando un balón a Sergio, siguió con la búsqueda de Rodrigo en la banda derecha y luego Parejo abrió las piernas para que el balón llegara franco a Mario Suárez. Tuvo que ser él, el pichichi del Valencia, quien certificara ese y también el de la victoria. A Suárez, nunca conocido por sus dotes para el gol, le esperaban horas antes del partido una decena de familiares en el hotel del Valencia. Al centrocampista le ponía el duelo de Gijón. Su padre es asturiano y del Sporting desde que tiene uso de razón. Fue en un campo que su familia conoce a la perfección dónde Suárez engañó a Cuéllar para marcar el primero y más tarde aprovechar un error de la defensa para fusilar al portero.
Al Sporting le costó asimilar el gol inicial del Valencia. Cuatro derrotas consecutivas han llenado de nervios al vestuario rojiblanco y se notó. Si sobrevivió al encuentro en esa primera mitad fue porque el rival no fue certero en la zona de creación y además, Santos cometió un error que imposibilitó el sueño de dejar la portería a cero. El impecable trabajo de Garay, y el suyo propio, se quedó en nada cuando perdió a Castro. Alves no reaccionó. Imposible.
El espíritu indomable de la grada de El Molinón hacia presagiar una segunda mitad frenética. No tocó nada Prandelli. Confió en el 4-2-3-1 hasta el último momento. De hecho, sólo realizó dos cambios y uno de ellos lo utilizó para perder tiempo en el añadido. El Sporting, a pesar de haberse ido a vestuarios con la moral reforzada, eligió entregarle el cuero al Valencia. Se sentía más cómodo al contraataque. De Parejo fue el balón pero en zonas intrascendentes, sin una idea clara de cómo meter mano a los de Abelardo. Con Rodrigo cada vez más desconectado, el Valencia evidenciaba la falta de ideas. El partido entró además en una guerra continua que el árbitro no supo frenar. Jugando de tú a tú y aceptando el duelo, encontró el Valencia el resquicio para adelantarse.
Cuando Suárez firmó el doblete, al Sporting le entraron todas las prisas del mundo. Otro examen para la defensa valencianista, para comprobar si el error en la primera mitad habría hecho mella en Santos o si Garay soportaría noventa minutos después de máxima tensión tras un período de inactividad. Se volcó tanto el conjunto asturiano que el Valencia pudo matar el partido en continuas carreras de dos contra dos. En todas estaba Cancelo, que disfruta como un enano cuando los encuentros se convierten en correcalles. En algunas le sobró el último regate, en otras fue castigado por los rivales, pero fue un peligro continuo. La salida de Mina apenas varió la idea aunque Prandelli buscaba la velocidad de Bakkali para sentenciar.
Los últimos instantes se jugaron a lo Premier League. Abelardo mandó a sus hombres al área de Alves y allí estuvieron hasta el pitido final, esperando un fallo que no llegaría. Con los tres puntos en el bolsillo, Prandelli se giró al banquillo para contagiar a la plantilla. Todos celebraron a lo grande la victoria en Gijón, algo que en otro tiempo se hubiera dado por supuesto. Ahora no. El Sporting esperó la llegada del Valencia para acabar con la mala racha después de jugar contra Barcelona y Atlético. El fichaje de Prandelli descolocó a Abelardo, pero aún así confiaban los asturianos en aprovechar el partido para sumar. Un símbolo de los peldaños descendidos por el Valencia durante el último año. La gran misión de Prandelli es que los rivales vuelvan a marcar en rojo los partidos contra el Valencia.
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