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Zaza trata de regatear al central de la Real Sociedad.
Ni el maquillaje salva al Valencia CF
Fútbol | Valencia Cf

Ni el maquillaje salva al Valencia CF

Un gol de Alves en propia puerta al medio minuto condena al equipo, que sólo reacciona con el partido perdido (0-3)

Héctor Esteban

Miércoles, 26 de abril 2017, 17:29

El Valencia llegó tan tarde al partido que perdió. No se mereció otra cosa. Tiró casi setenta minutos a la basura. De una manera lamentable. Hiriente e irrespetuosa de cara al aficionado que todavía tiene ganas de cambiar el hervido por un bocadillo en la grada de Mestalla. La indolencia condujo a la derrota de cabeza y el orgullo de unos pocos abrió la puerta a un empate embustero. Una igualada que no llegó. Un punto hubiera servido de tirita para muchos cuando la realidad es que la herida sigue abierta. El encuentro fue la radiografía de una temporada. Una montaña rusa. Loca. El Valencia sufre el mal de la bipolaridad. El arreón final sólo sirvió para maquillar el suspenso, la desesperación. El debate se centra en la figura del entrenador. La realidad no lleva a otro lugar que a un expediente de regulación de empleo en una plantilla en la que hay muchos jugadores que sólo piensan en las vacaciones. A unos les viene grande el escudo y otros sudan falta de profesionalidad. Con los dedos de una mano se pueden contar aquellos que lucen compromiso y dignidad. Esos sí que valen para el proyecto. El resto, bon vent i barca nova.

El partido de ayer fue una muesca más en el despropósito en el que ha convertido Lim a esta entidad. El club es un racimo de decisiones surrealistas. Un ejemplo. El próximo 15 de junio, el Valencia debe abonar 3,5 millones de euros por el fichaje de Aderllan Leandro de Jesús Santos. El último pago para completar los 9,5 millones de euros que costó el central. En Braga, dos temporadas después, todavía festejan la venta del jugador. Embriagados de millones tras cerrar el negocio del siglo. Santos es el paradigma de las estafas que Jorge Mendes le ha colado a su amigo Peter Lim. El central será un buen chico pero como futbolista es justito hasta para Segunda B. En los contratos habría que valorar la posibilidad de fijar una cláusula de daños y perjuicios. Lim, el caprichoso, o deja el club en manos de alguien que sepa de qué va el tema o lo mejor que puede hacer es largarse por su bien y por el del valencianismo. A partir de aquí su mejor decisión será sin duda no tomar ninguna que afecte al fútbol. El magnate de Singapur ha convertido a la entidad en una caricatura, en un espejismo feo y grotesco, en una vergüenza indigna de un club que está a dos pasos de su centenario.

Medio minuto bastó ayer para titular la realidad de este Valencia. Esta temporada el equipo ha logrado que se agoten los calificativos para definir la depresión de una entidad en caída libre. El primer balón que tocó la Real Sociedad fue gol. Ridículo. El envío en largo demostró las carencias de los centrales con Santos en su máxima expresión. Juanmi, sin ángulo, centro casi desde la línea de fondo para que Alves marcará en propia puerta después de que le pasará el balón entre las piernas. Gol en propia puerta. El brasileño asumió el error. En estos casos no queda otra.

Mestalla recibió ayer al Valencia desangelado -26.101 personas es un síntoma de enfermedad grave-. El riesgo es la metástasis. El equipo ya no se juega nada. En ocasiones parece que ni siquiera el honor. La grada no anima y el silencio hiela. El estado de la platea adelantó el drama.

La alineación no aventuró nada bueno. Voro, que armó una pareja de centrales de circunstancias -Santos porque no hay más y Garay por las urgencias pese a su reciente conmoción-, fue cautivo de su propio error. Tiene difícil explicación una titularidad más para Siqueira. Su físico ya no responde a la exigencia de jugar en el Valencia. A la media hora, el lateral sacó a pasear el brazo en la esquina del área para que Del Cerro pitara penalti. Se puede gritar que es la decimosegunda pena máxima que recibe el Valencia en contra esta temporada. El dato es objetivo. Pero el de ayer era penalti, el de la impotencia y el de la carencia. Siqueira ahogó la posibilidad de remontar con una falta torpe. El Valencia recibió otro sopapo en el momento en el que trataba de rearmarse del golpe inicial.

La ausencia de Parejo, de los pocos que supura fútbol en este equipo, es una condena. El de Coslada es fruto de la división de opiniones cada vez que el tribunal popular de Mestalla lo juzga, pero su incomparecencia se echa de menos. Hoy en día el orden se hila entre las botas del madrileño y las de Carlos Soler. Cuando uno de los dos falta el equipo cojea de manera escandalosa.

El Valencia enfiló el vestuario en el descanso empapado de vergüenza ajena. El tránsito por la caseta sirvió para inyectar al menos dignidad en aquellos que sentían rubor por el espectáculo ofrecido. Voro enmendó su error y sacó a Lato por Siqueira. Nani empezó a proponer, Zaza sacó el hacha y Soler destapó el poco fútbol que ofreció el Valencia. En pleno despertar, Oyarzábal incendió otra vez Mestalla como el año pasado. Los 26.101 que acudieron al campo empezaron a ser menos. Muchos se largaron.

Y velando al muerto, un penalti que transformó Nani hizo que volviera el pulso. Zaza, cinco minutos después, puso a su equipo a palpitar. La resurrección estaba a un gol. La tuvo el italiano de cabeza y la mandó fuera. Luego una falta de Orellana a la barrera y las internadas de Cancelo sin rematador. El Valencia vivió el rebote del gato muerto. Pareció estar vivo cuando el partido se enterró en parte y media. Era imposible salvarse cuando al medio minuto la condena ya era un hecho.

Pasado mañana el equipo de Voro se presenta en el Bernabéu ante el Real Madrid engrilletado por la bipolaridad de una temporada en la que el único alivio será que llegue pronto a su final. La afición necesita descansar.

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