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toni calero
Sábado, 13 de mayo 2017, 12:38
Los sesenta segundos más emocionantes del Espanyol-Valencia fueron los que transcurrieron del minuto 21 al 22. Ahí, entre aplausos y cánticos, recordó el estadio blanquiazul al eterno capitán Dani Jarque. Eso nunca cambia y sucede cada quince días en el refugio del Espanyol en Cornellà. Luego hay partidos mejores y peores, ganados o perdidos, pero prácticamente todos dejan algún detalle del que tirar mano semanas, meses e incluso años después. El de ayer, que estaba muerto antes de arrancar, amenazaba con morirse sin nada destacable que llevarse a la boca. El Espanyol no se jugaba nada, el Valencia tampoco y dos conjuntos cuyo presente y futuro se dirime con capital asiático dejaban un show plano y frío. Y no se sabe si los futbolistas se habían contagiado de la pobre imagen de la grada del RCD Stadium o fue al revés. El caso es que apareció Gayà, lateral que de niño despuntaba como delantero, y dejó un toque sublime para perfilar el tiro y sentenciar a Diego López con un seco latigazo.
Los puntos cosechados, que permiten al Valencia alcanzar los 46 superando la cifra de la pasada temporada, se los llevó Voro ante un buen amigo, Quique Sánchez Flores. Los aficionados sí reconocieron a Quique con una buena ración de aplausos por la que se considera una más que aceptable campaña en un proyecto iniciado el pasado verano. Seguirá Quique como espanyolista, pero no Voro como director de campo del Valencia. A él le encargaron salvar al equipo y lo hizo. Una vez sellado el objetivo, el de lAlcúdia se propuso convencer a la plantilla de que lucharan por el peso del escudo hasta el último suspiro del derbi contra el Villarreal. Y los futbolistas dieron el sí con ciertas reservas, porque una cosa es jugarte la vida a noventa minutos y otra hacer como que te la juegas. La calma se instaló en el vestuario del Valencia, como en el del Espanyol o Las Palmas entre otros, también porque la mayoría de los jugadores piensan en clave de futuro, más aún tras la confirmación de la llegada de Marcelino. Casi todos andan dándole vueltas a qué ocurrirá en verano, pero en Cornellà había que dar la cara. Y en el derbi también.
«Fue difícil entrar en el partido», reconocían varios miembros del Valencia ya con la victoria en el bolsillo. Tampoco es que el Espanyol necesitara demasiado para rondar de forma continua la portería de Jaume. A los catorce la tuvo Jurado y poco después achicaba Gayà aliviando el arreón blanquiazul. El Valencia no estaba. Voro decidió premiar el trabajo diario de Medrán y dejó sentados a Enzo Pérez y Carlos Soler, dos titulares prácticamente perennes. El movimiento dejó algo desprotegido a Parejo y tampoco funcionaban las bandas, ocupadas por Rodrigo y Nani con Orellana intentando enganchar el caudal del juego con Zaza, la referencia.
Si el Espanyol hubiera logrado acertar tan sólo una de sus cuatro o cinco ocasiones, a un Valencia sin argumentos le hubiera costado un mundo rascar algo positivo en Cornellà. Daba esa sensación porque era frágil en defensa permitió una triple ocasión dentro del área y en ataque no existía. Sólo un cabezazo de Nani que se marchó desviado en 45 minutos. Demasiado escaso. Parecía cuestión de tiempo que el Espanyol embocara: o bien con las internadas de un prometedor Marc Navarro o a través de Gerard Moreno, el más móvil de sus hombres arriba. Aguantó el Valencia y llegó igualado al descanso en un partido soporífero y disputado sin tensión.
El tiempo de masticar el primer acto, repasar ideas ensayadas a lo largo de la semana y corregir errores pasó lento, como el partido, y dejó la noticia del ingreso de Aderllan Santos por las molestias físicas de Garay. Era evidente que el Valencia necesitaba un cambio que acelerara su ritmo o se iría de Cornellà con un punto a lo sumo. Ese momento lo hizo posible Carlos Soler. La entrada del canterano dificultó la abnegada labor de Javi Fuego y, mezclando con Parejo, la circulación de balón mejoró. Orellana, que ha descendido muchos peldaños desde su notable puesta en escena tras su fichaje, se había marchado dejando a Zaza más solo en punta, pero abriendo un hueco para Soler y la superioridad numérica en el centro del campo.
Pudo ser bueno el punto visto lo visto ya que un Jaume menos espectacular que otras veces era de lo más destacable del Valencia, pero los errores del Espanyol le habían mantenido con vida en el partido. Manejar la opción de ganar era un regalo para los blanquinegros, apagados y sin acierto. La siesta seguía cuando Parejo activó el despertador. El Espanyol se sobresaltó, pero ya era tarde. El madrileño había filtrado un pase a Gayà y el de Pedreguer sólo necesitó dos toques para burlar al defensa y marcar su segundo gol en la Liga con un zurdazo. Un lujo para un futbolista necesario por calidad e identidad. Un Gayà que sorprendió al mundo, pasó las de Caín el año pasado y en este aspiraba a enterrar las lesiones, llegar a una buena versión y cerrar el curso recordando al Gayà de la 2014-2015.
Quique reaccionó al gol metiendo más pólvora en ataque, pero no resultó. Cornellà había dado por buena la temporada incluso con la derrota ante el Valencia. Ya sólo falta un partido para decir adiós a esta Liga que empezó Ayestarán, probó Prandelli y salvó Voro. Los futbolistas desfilaban por la zona mixta de Cornellà agradeciendo el enésimo servicio de ese delegado-entrenador-delegado-entrenador que ahora deja el césped para colaborar en la reconstrucción del club e intentar explicar al resto de la cúpula qué significa el Valencia. El domingo que viene recibirá en Mestalla el homenaje a su tarea durante una de las temporadas más duras que se recuerdan por la Avenida de Suecia. Que acabe.
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