![Vicente Peris: Ochenta años del alma perenne del Valencia CF](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201906/21/media/cortadas/139136522--1248x890.jpg)
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Los dos tramos de la calle de Las Almas respiran encajonados entre San Vicente, Arzobispo Mayoral y Convento San Francisco. Nada es como hace ochenta años. Grafitis inacabados pinturrajean la pared que enfrenta a una correduría de seguros. Hierven las cafeterías y un casal fallero ocupa el lugar que debería ser de obligado paso para el valencianismo: allí donde nació Vicente Peris Lozar, en el número siete, se esfumó la finca y ahora Merchina, a la que los futbolistas de la época llamaban «mascota» porque no se perdía ni partidos ni viajes empapada de fútbol como vivía, pasea tranquila y verbaliza «orgullosísima» todo cuanto rodea a la figura de su padre. Ayer se cumplieron ocho décadas desde la llegada de Vicente Peris al Valencia. Despierto e intuitivo, uno de los personajes centrales de la historia del club arrancaría su leyenda como botones y la cerraría, cosas del destino, mucho antes de lo que debiera. Pero en Mestalla, eso sí. Como si se tratara del último acto de servicio a la entidad que le acogió durante 33 años, desde 1939 hasta 1972.
En realidad, el camino hasta llegar a la gerencia del club fue sorprendiendo al propio Peris. «Él quería ser extremo izquierdo del Valencia», recuerda Merchina. Fino y de buena planta, se dejaba ver por los campos vistiendo la camiseta del C. D. Cuenca, conjunto que él mismo se encargaría de transformar en el Mestalla. 1944. Han pasado cinco años desde que Vicente Peris irrumpiera en las oficinas de Félix Pizcueta de la mano de su tío Joaquín Viña, directivo de la Federación Valenciana de Fútbol. «El niño Peris» regresó a casa llorando, sobrepasado al ver a algunos futbolistas del Valencia. Allí observa a Luis Colina, su maestro, y aunque mantiene su idea de triunfar como jugador se amolda a la realidad: si el trabajo es en la oficina, en la oficina ha de ser.
Mientras llovían los títulos al calor de la delantera eléctrica, el incansable motor de Peris funciona a pleno rendimiento. En 1944 se convierte en el secretario general más joven del fútbol español. Peris estudia contabilidad, más tarde inglés y francés por su obsesión de que el nombre del Valencia resonara en el fútbol europeo. Van cayendo los años y en Mestalla se sigue disfrutando de fútbol del bueno: Puchades, Pasieguito, Wilkes... En 1953, el 'niño Peris' asciende a secretario adjunto de Luis Colina. «Yo no lo conocí, pero por la forma en la que hablaban mis padres, puedo decir que en mi casa Luis Colina era un dios», explica Merchina, que se sentó junto al periodista José María García en el autobús que trasladó al Valencia campeón de Liga (1971) desde Sarrià hacia el éxtasis. Fue, probablemente, el gran triunfo de Vicente Peris como gerente.
Mucho antes, en 1956, la muerte de Colina había propiciado que aquel 'botones' de mucho desparpajo asumiera el cargo de secretario general. De los despachos y el fútbol lo había aprendido todo gracias a las enseñanzas de sus dos maestros: Luis Colina y Eduardo Cubells. Pero Peris no sólo quiso mantener el legado de sus antecesores, sino llevar al Valencia a un nuevo escenario. El de la innovación a todos los niveles.
«La iluminación de 1959, el cambio de los marcadores, el pasodoble 'Valencia' cuando salían los jugadores al césped, los librillos con el programa del partido que vio del Liverpool», enumera su hija Merchina. Hubo más. Las giras del Valencia por México pese a las tremendas complicaciones políticas, el triunfo (1966) de la pequeña Copa del Mundo o la negociación para coger sitio en las Copas de Ferias, torneo que daría dos de sus más prestigiosos títulos a las vitrinas valencianistas. También la asamblea de la FIFA en la ciudad para corroborar que el club de Mestalla había adquirido una nueva dimensión. Vicente Peris se encargaría de recibir en Valencia al presidente de la FIFA, Sir Stanley Ross.
«Un profesional, corazón de amateur, aunque Peris, en realidad, era todo corazón. Era de los puros. Un señor en sus modelos y forma de proceder», escribió Pedro Escartín en el librillo que sirvió para homenajear a Vicente Perí. «Madrid, como capital de España, niega que el fallecimiento de Peris sea simplemente una desgracia del fútbol valenciano», culminaba el que fuera árbitro internacional sobre el directivo valencianista, que murió en 1972 a los 48 años. Para entonces, Peris ya se había convertido en un icono del club de Mestalla. Tras una bronca con Julio de Miguel y la -triple- intención de Vicente Calderón de ficharle para los despachos del Atlético de Madrid, el capitán Roberto Gil apareció con un acta firmada por todo el vestuario para que Peris no abandonara el Valencia. «Quincoces siempre decía que mi padre sabía demasiado de fútbol y Mestre contó que sólo había firmado un contrato con el club. Ni siquiera lo leyó. Nunca le hizo falta nada más en todo el tiempo que pasó aquí», recuerda Merchina sobre alguno de los futbolistas.
El hombre que veía los partidos desde el foso porque los nervios le trituraban se apagó tras un encuentro ante el Atlético, aunque el valencianismo mantiene su llama. Todavía queda la reivindicación de que el retrato de Vicente Peris regrese 25 años después a las oficinas del club, de donde nunca debió salir.
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