Antonio Ribes. JUANJO MONZÓ

Antonio Ribes, exponente del mestallismo

Recuerdo permanente. Este fenomenal relaciones públicas, recientemente fallecido, se entregó con absoluta generosidad al filial del Valencia para que sus futbolistas se sintieran siempre arropados

Sábado, 17 de junio 2023, 01:45

En el seno del Valencia surgió un núcleo de entusiastas directivos que bebían los vientos por el filial, se volcaban en atenciones con sus jugadores y procuraban llamar la atención de los medios de comunicación que solían centrar sus líneas informativas con las andanzas del ... primer equipo. La tradición arrancó desde la fundación del CD Mestalla en los años cuarenta gracias a Vicente Peris. El punto álgido se vivió con el frustrado ascenso a primera división de 1952 que generó un profundo malestar entre los incondicionales del segundo equipo valencianista y generó una tentación de independencia que no pasó de un arrebato en caliente.

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El Mestalla vivió una época dorada en los años sesenta cuando militaba en segunda y era capaz de vencer al Real Madrid en la Copa. Esa etapa concluyó en el ejercicio 72-73, el último en la categoría de plata del fútbol español. Atrás quedaba un legado de formación de grandes jugadores que seguían un proceso natural antes de dar el salto a al Valencia CF y debutar con los mejores. El Mestalla gozaba de cierta autonomía, tenía su propia estructura orgánica, con presidente y directiva, siempre tutelados por el club nodriza. Con su escudo y unos colores que lo distinguían, existía una afición singular y reducida, algo bohemia, que disfrutaba de un fútbol diferente.

El filial vivió un momento singular a principio de los ochenta. En ese período, la situación deportiva del primer equipo y los problemas económicos obligan a echar mano de una camada de jóvenes jugadores que prometen mucho. Después del susto experimentado en la campaña 82-83, librado el equipo del descenso gracias al gol de Tendillo –otro jugador clave con pasado de niño prodigio en el Mestalla– empiezan a ascender los referentes del filial hasta completar una renovación de la plantilla que se alargará durante varios ejercicios. En esa época, con el doctor Iranzo, primero, y Enrique Valero en la presidencia mestallista, sobresale la figura de Antonio Ribes.

Dotado de un talento natural para las relaciones públicas, empujado por un espíritu generoso, se vuelca en mejorar todo lo que envuelve al filial del Valencia que dirige Paco Real. Lejos de la vanidad que proporciona el primer equipo, ausente de los palcos más rimbombantes, Ribes y otros compañeros de andanzas acompañan a los que un día serán santo y seña del club por los campos de tercera división donde se foguean con adversarios sin miramientos. Una categoría en la que sobresalen sendos rivales que visten los mismos colores azulgranas y que terminarán por subir de categoría: el Levante UD y la UD Alzira.

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Ribes mimaba a los jugadores, se volcaba en atenciones con ellos y sabía, al mismo tiempo, ganarse a los medios de comunicación. Para ello desprendía una habilidad natural que combinaba con un 'saber hacer' personal e intransferible, mezclaba elegancia y sutileza en las formas, pero siempre dirigido a conseguir el objetivo que se proponía. De esa manera colaba noticias en los periódicos y en los programas radiofónicos de esos años, promocionaba a los proyectos de futbolista y agradecía las deferencias recibidas. No aspiraba a más. Se conformaba con proteger a su gente del filial.

Si el portero Bermell ya había irrumpido en el ejercicio 81-82 o Giner había debutado con Miljanic en el siguiente campeonato, a partir del 83 se produce el gran desembarco. Fernando Gómez Colomer simboliza ese momento. Un jugador para la historia al que seguirán otros de gran nivel como Arroyo y Voro. En aquel trampolín dan el salto laterales como Granero y Revert, jugadores polivalentes como Juárez, Paco Ferrando y Vicent Cuxart. Incluso surgen con fuerza algunos delanteros geniales como Sixto Casabona o Emilio Fenoll, acompañados de otros como Montes y Palonés, sin olvidar al velocísimo García Pitarch.

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En una época más sosegada, en los primeros ochenta antes de que el club entrara en una zona de tinieblas, ya habían debutado los zagueros Aliaga y Quique Moreno o el centrocampista César, así como los delanteros Gálvez y Miguel. Muchos años después, tras la penitencia del descenso, apareció la última joya, Paco Camarasa. En definitiva, la despensa del filial suministró un material de incalculable valor al Valencia. Con la llegada de Arturo Tuzón a la presidencia en 1986, se modificó la estructura del filial que, a principios de los años noventa y por imposición de la UEFA, perdió la entidad propia. Antonio Ribes, fiel a su personalidad, encajó el cambio sin perder los papeles para integrarse en la Federación Valenciana de Fútbol. Su vida se apagó esta semana, su recuerdo permanece.

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