![Un gol providencial y un triunfo milagroso](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2025/01/17/20250117_182345-RaKMJFWhtPlBEwfIhccEYYJ-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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El Valencia, situado en la última posición de la tabla, recibió a la Real Sociedad la tarde del domingo 30 de enero de 1983. Aquel día, el conjunto que entrenaba Miljan Miljanic se veía las caras con un rival que había conquistado las dos últimas ... Ligas. Negros nubarrones se cernían sobre Mestalla. Los valencianistas acumulaban siete jornadas sin conocer la victoria, con un balance de dos empates y cinco derrotas.
El panorama era más que sombrío pese al empate logrado en el Insular una semana antes de medirse al conjunto donostiarra. Curiosamente, tal y como sucede en la actualidad, el equipo que precedía al Valencia en la clasificación era el Real Valladolid. La temporada había degenerado en una pesadilla impensable para un equipo que competía sin problemas en Europa y que contaba con una plantilla de calidad contrastada. La Real Sociedad tampoco llegaba bien a Mestalla, situada en el octavo puesto, y sin opciones de revalidar el título alcanzado los dos ejercicios anteriores.
Aquel Valencia tenía dos caras, ante los rivales de mayor entidad solía competir con las máximas garantías en casa, pero sufría lo indecible en los desplazamientos. Tampoco le iba bien ante los contrarios más modestos en su propio feudo. Las aguas bajaban revueltas aquellos días. Los socios habían expresado su rechazo a la gestión del presidente José Ramos Costa en la asamblea de socios, en aquella época no había accionistas, y el ambiente en la grada era una mezcla de estupor y de indignación ante una panorama impensable. El panorama se fue enredando desde verano: la resaca del Mundial, la lesión de Arnesen, derrotas absurdas en los minutos finales, los problemas económicos, el miedo en los jugadores y una psicosis extendida en el ambiente. Una combinación explosiva que arrastró al valencianismo a un escenario dramático.
La Real Sociedad imponía respeto con una formación repleta de internacionales y jugadores contrastados. Un año antes, en la campaña 81-82, fue el único rival capaz de vencer en Mestalla. El resto de visitantes mordió el polvo, salvo el Espanyol, que arrancó un empate con un gol de penalti en el último minuto. El Valencia alineó aquel 30 de enero un equipo integrado por Bermell en la portería, Carrete y Serrat en los laterales, Botubot y Tendillo completaban la defensa. En la medular actuaron: Castellanos, Subirats, y Robert. En la delantera se alinearon los mismos que tres años antes habían sido titulares en la final de la Recopa conquistada en Bruselas: Saura, Kempes, y Pablo.
El Valencia jugó completamente de blanco, la Real Sociedad, totalmente de azul. Sin experimentos en las indumentarias, con el horario clásico de invierno, a las 5 de la tarde, se registró una gran entrada y se vivió un ambiente de complicidad entre los aficionados, confiados en ver la mejor versión de su equipo. Pronto se vio que los locales desplegaban un juego convincente que superaba a los vascos. El gol llegó pasada la media hora, cuando Robert Fernández, en la portería del Gol Gran, batió a Arkonada al culminar una jugada iniciada por Pablo que prolongó Saura. Un tanto que hacía justicia a la superioridad valencianista.
Todo se complicó en la reanudación. Al primer minuto de la segunda parte, Bakero logró el gol del empate. Esta jugada trajo aparejada la lesión de Bermell, que hubo de retirarse y ser sustituido por Sempere en la portería. Jarro de agua fría. El Valencia acusó el golpe, pero los vascos no remataron la faena. Recuperado anímicamente, el conjunto local se lanzó al abordaje en la recta final del encuentro y encontró el premio del gol del triunfo en el último minuto de la manera más inesperada. El lateral Carrete se adentró por la banda izquierda, que no era la suya, y tras dos regates de mérito, centró para que, de nuevo, Robert empalmara un disparo que entró por abajo como una exhalación. Explosión de júbilo en el césped y en la grada. Victoria milagrosa.
Pese al resultado positivo, el Valencia continuó como último de la clasificación porque el Valladolid empató con Osasuna en Pamplona. Al menos recortó su diferencia con los equipos que le superaban en la clasificación. Aquella victoria marcó un punto de inflexión porque los valencianistas ganaron a continuación todos los partidos que le quedaban en casa ante rivales de la talla de Betis, Sevilla, Atlético, y Real Madrid. Tan sólo, el Málaga fue capaz de puntuar al empatar a uno. El Racing sucumbió por 2-1 y terminó bajando en compañía del Celta y la UD Las Palmas.
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