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El Valencia afrontó la campaña 1969-70 con las mejores expectativas, aunque la plantilla presentaba algunos síntomas de decadencia. Tras la conmemoración de las Bodas ... de Oro, se enfiló el final de los años 60 con la sensación de asistir al cierre de un ciclo generacional. En poco tiempo se despidió a muchos de los referentes que habían marcado una época. Mestre ya había colgado las botas. Guillot y Waldo iban a compartir su última temporada. Roberto apuraba su etapa final, acelerada por una inoportuna lesión. Pesudo vio como Abelardo le superaba en la titularidad de la portería. El aterrizaje de Collar, un veterano ilustre que estaba de vuelta, no dejaba de resultar anecdótico.
Por el contrario, la llegada de Antón y Barrachina, suponía una apuesta firme de cara al futuro. Otro de los fichajes destacados fue el del extremo Fuertes. El campo de Mestalla pasó a llamarse oficialmente como Luis Casanova y el estreno de la nueva denominación no pudo resultar peor: los valencianistas fueron incapaces de vencer en su feudo en los tres primeros partidos celebrados, dos de Liga y otro de la Copa de Ferias.
El ejercicio empezó con malas sensaciones. El Valencia obtuvo una solitaria victoria en las primeras cinco jornadas ligueras y fue eliminado de Europa a las primeras de cambio. Esta acumulación de adversidades fomentó el desconcierto en el ambiente. En la quinta jornada del campeonato los valencianistas recibían al Celta. Aquel fue el último encuentro de Joseíto como entrenador. Una actuación mediocre saldada con un empate sin goles que enfadó a la grada. El relevo en el banquillo se antojaba inevitable.
El tándem integrado por Artigas y Buqué tomó las riendas de la plantilla. El encuentro contra los gallegos, un recién ascendido, fue la gota que colmó la paciencia de la directiva presidida por Julio de Miguel. Después de 10 años de ausencia en Primera División, el Celta volvía a competir con los mejores. A priori, la cita se presentaba como una gran oportunidad para que los valencianistas confirmaran su mejoría, después la victoria obtenida por 0-2 en el Insular de Las Palmas una semana antes. Aquel fue el único resultado positivo obtenido. Pero, ante el conjunto celeste, no sucedió lo deseado. El Valencia fue incapaz de imponerse a un rival ordenado que se aplicó en la defensa de su portería. Los locales no se sintieron cómodos en ningún momento y apenas dispusieron de ocasiones para marcar.
El partido se jugó a las cuatro y media de la tarde del domingo 12 de octubre de 1969. El autor de estas líneas recuerda con precisión lo vivido en aquella jornada, porque accedió por primera vez a la grada de general de pie, ubicada tras la portería del Gol Xicotet. Hasta entonces, mi visión de los partidos había tenido lugar desde el sector 4 de la preferencia numerada, con una perspectiva privilegiada de las incidencias que tenían lugar en el área del Gol Gran, pero sin opciones de asimilar lo que acontecía en la otra portería.
Camino de cumplir los 10 años, recuerdo la emoción de explorar un territorio en los interiores de campo que me resultaba desconocido hasta entonces, alejado de la tutela paterna y con un grado de libertad de movimientos que proporcionaba aquella grada. La entrada para niños costaba 50 pesetas. Yo iba de la mano de un primo que, con más de 20 años, pagó el doble por asistir a un encuentro aburrido y decepcionante. Probablemente, aquella visita del Celta marcó un punto de inflexión en este ejercicio, porque a continuación, el Valencia experimentó una progresiva mejoría que le llevó a lograr la clasificación para Europa. El relevo en el banquillo funcionó a las mil maravillas.
El Valencia se hizo fuerte en Mestalla y salvo algún tropiezo aislado, arrancó algunos resultados positivos en desplazamientos. A ello, se añade una excelente participación en la Copa. Se alcanzó la final pero se escapó el título, pese al desplazamiento masivo de una hinchada convencida de la victoria. Si aquel duelo entre el Valencia y el Celta resultó tedioso y me supo a poco, los dos siguientes choques protagonizados por ambos equipos no se parecieron en nada. En un ambiente enfervorecido, se desarrolló el duelo correspondiente a la campaña 1970-71, camino de conquistar la Liga, los valencianistas lograron un triunfo épico y Forment dejó para la posteridad el gol más recordado de todos los tiempos en Mestalla. Un año después, en el ejercicio 1971-72, golearon a los vigueses por 4-0. Sin embargo, la tristeza presidió el ambiente ese día con un impresionante minuto de silencio en memoria de Vicente Peris Lozar, fallecido dos semanas antes.
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