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Aficionados con paraguas en la grada de Mestalla durante un partido. emilio viña
Los paraguas
de Mestalla

Los paraguas de Mestalla

PACO LLORET

Sábado, 20 de abril 2019, 01:16

En la noche del sábado 14 de septiembre de 1963 se produjo la única suspensión de un partido en el campo de Mestalla mientras estaba en juego en su primera parte. No era un encuentro cualquiera, se trataba del que abría el calendario de la Liga 63-64 y enfrentaba al Valencia con el Barcelona. El choque ni siquiera llegó a la media hora. Una tormenta descomunal acompañada de gran aparato eléctrico dejó a oscuras a gran parte de la ciudad y afectó gravemente a los generadores que alimentaban el sistema de alumbrado artificial del campo. El terreno de juego resistió la enorme cantidad de agua caída y el choque transcurría con mayor dominio local, algunas ocasiones pero se mantenía empate a cero. Al irse la luz, y ante la imposibilidad de restablecer el fluido y la previsión de un empeoramiento del tiempo, los representantes de ambos equipos acordaron con el árbitro la suspensión del encuentro que se reanudó dos meses después desde el principio. Aquel panorama apocalíptico se escenificó con un graderío semivacío puesto que las tormentas llevaban varios días afectando el litoral mediterráneo. El Barcelona suspendió en la víspera su viaje en avión y optó por desplazarse en tren hasta Valencia. El convoy llegó a la estación del Norte con más de tres horas de retraso y pasada la medianoche. Aquel encuentro tenía fijado su inicio a las 22.45 del sábado.

Próximo al cauce del río Turia y cruzado por una acequia que le da nombre, el campo de Mestalla ha vivido jornadas señaladas por culpa de grandes tormentas y lluvias torrenciales. En los anales quedó registrada como la 'final del agua', la celebrada en febrero de 1929 en el feudo valencianista, cuyo terreno de juego estaba enfangado. El partido entre el RCD Espanyol y el Real Madrid estuvo a un paso de la suspensión, pero la inestable situación política, con graves altercados callejeros, aconsejó su celebración. Muchos años después, los valencianistas protagonizaron otra final copera, la edición de 1995, celebrada en Madrid, que hubo de suspenderse por culpa del descomunal aguacero que forzó su aplazamiento. Pero, sin ningún género de dudas, la mayor catástrofe natural que afectó a Mestalla tuvo lugar el 14 de octubre de 1957 cuando la riada que asoló Valencia dejó impracticable el terreno de juego y las dependencias del campo durante dos meses. Aquella desgracia obligó a alterar el calendario del campeonato y el Valencia afrontó como visitante todos los encuentros hasta que pudo volver a jugar en su feudo el 8 de diciembre.

En 1982 se celebraron sendos partidos en Mestalla pasados por agua, uno de los cuales, sobre todo, ha quedado perpetuado en la memoria colectiva valencianista porque coincidió con la tristemente conocida como Pantanada de Tous. El 20 de octubre el Valencia recibía al Banik Ostrava en la segunda eliminatoria de la Copa de la UEFA. Los valencianistas, que estaban todavía dirigidos por Manolo Mestre, habían superado en la ronda anterior al Manchester United. Esa noche de perros batieron a los checoslovacos por 1-0 con gol de Kurt Welzl. Pese a la solicitud de aplazamiento, el delegado de la UEFA obligó a la celebración del encuentro que se desarrolló sobre un terreno de juego impracticable. Unos meses antes, el 18 de abril, los valencianistas jugaban su último encuentro liguero de la temporada en casa y se medían al Sevilla con la necesidad de garantizar la plaza para Europa. Aquel domingo, víspera del lunes de San Vicente, el césped se había transformado en una inmensa piscina que no impidió el triunfo local por 3-2 en un duelo de alternativas puesto que al descanso el Valencia ganaba con comodidad gracias a los goles de Tendillo por partida doble y Subirats. En el segundo tiempo los visitantes maquillaron el resultado con dos goles. Sin embargo, antes de la disputa del choque, se negoció su aplazamiento a la tarde del día siguiente. La petición no prosperó por voluntad del colegiado y escaso apoyo del equipo visitante.

La riada de octubre de 1957 obligó al Valencia jugar como visitante sus partidos hasta diciembre

Otro de los encuentros más recordados con la lluvia como principal protagonista fue el disputado en Mestalla la noche del domingo 21 de enero de 1979. La UD Salamanca era el rival en la última jornada de la primera vuelta de aquel campeonato. La notoriedad del choque fue mayor al ofrecerse por televisión y, con la particularidad de ser el primero del Valencia en color desde su campo. El encuentro apenas reunió a 8.000 aficionados que desafiaron el tremendo aguacero. No hubo goles pese a la astucia de Daniel Solsona que se adaptó a un campo impracticable e interpretó que la única manera de jugar en esas circunstancias era levantar el balón y evitar que circulara por un terreno inundado.

Por su singularidad conviene añadir a esta lista el encuentro del Valencia con el Bayern de Munich correspondiente a los cuartos de final de la Recopa en la campaña 67-68 que, a diferencia de los anteriores precedentes, fue suspendido una hora y media del inicio el 31 de enero por una decisión más que discutible del colegiado que había sido designado. Aquella medida enfadó a los responsables de la entidad valencianista. Dos semanas después, el 14 de febrero, el choque se disputó con absoluta normalidad.

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