Este Valencia no arranca. Pero es que el coche lleva con el motor averiado desde el tramo final de la temporada y no ha habido manera de ponerlo en marcha. Le han cambiado los faros, los retrovisores y hasta el capó, pero el motor sigue ... sin pasar por el taller y sin funcionar. Algo debe cambiar porque el resto de coches de la Liga ya sacan metros de ventaja y aunque es una carrera de resistencia larga, tener una desventaja inicial ya empieza a lastrar al coche 'low cost' blanquinegro. Es lo que tiene la economía de mínimos que decreta Peter Lim desde su atalaya singapurense, desde la que bajará la persiana este viernes a eso de las seis de la tarde para dar por concluido el mercado. A partir de la medianoche del sureste asiático, no lo busquen más: estará ya durmiendo y despreocupado de atender las llamadas del Local Management.
Publicidad
Por tanto, Miguel Ángel Corona, Javier Solís y Layhoon Chan tienen hasta la hora de la merienda para dejar cerrada la plantilla y el mercado de entradas y salidas del Valencia. Una urgencia que cobra más relevancia todavía después del nefasto inicio liguero del equipo, en el que no se ha sumado ni un mísero punto en tres partidos. Tres derrotas en las primeras jornadas y el equipo luce ya colista como farolillo rojo siendo el único conjunto que tiene un cero en su casillero de puntos. Normalmente se dice que la clasificación es una cosa y el terreno de juego otra, pero la realidad es que el césped ha dictaminado que el Valencia, tal y cómo está construido, no tiene el talento suficiente para sumar en Primera División. Si no hay cambios de última hora, este podría ser perfectamente el año de la hecatombe. Se está gestando la tormenta perfecta y mientras en Mestalla se hace la ola en el Trofeo Naranja. No es casualidad que la afición esté anestesiada con tantas distracciones:que si Mundial o no en 2030, que si nuevo Mestalla, que si fichajes, que si ventas, que si renovaciones, que si camisetas nuevas, que si abonos o que si Champions Burguer. De todo menos talento y puntos.
Noticia relacionada
El Valencia acumula entre el tramo final de curso y el inicio del presente diez jornadas consecutivas sin ganar. Un problema que ya no es cuestión de una mala racha y del infortunio de lesiones—que ahí sigue con bajas importantes como Gayà, Diakhaby, Canós o Fran Pérez—, si no de que este equipo no tiene lo suficiente, ahora mismo, para ser competitivo. Los pecados de este Valencia de Rubén Baraja se han parecido identificar ya y ahora es cuestión de tiempo el ver si se pueden remediar o está condenado a hundirse en la miseria.
La confección deficitiaria de la plantilla es la dolencia principal. Sí, han llegado Stole Dimitrievski, Rafa Mir, Dani Gómez y Luis Rioja. Muy bien. Pero es que no ha cambiado nada. El nivel medio del equipo sigue siendo pobre y la realidad es que cuando alguna pata del once de gala se desmonta, la mesa se queda coja. En el momento en el que Baraja tiene que mirar al banquillo y hacer alguna sustitución que aporte aire fresco, prefiere volver a mirar al césped y rezar porque la diosa fortuna le traiga un gol caído del cielo. Así lo demostró haciendo los cambios en los últimos diez minutos en San Mamés cuando era evidente que el equipo necesitaba algo diferente. La famosa 'unidad B' no deja de ser más que jugadores de un nivel de Segunda División y chavales del filial que están muy por encima de su nivel teórico.
Publicidad
Noticia relacionada
A ello hay que sumarle la escasa capacidad de variantes tácticas que aporta el propio técnico. Que si, que Baraja es una leyenda en el Valencia y debe ser idolatrado por la labor que realizó hace año y medio salvando al equipo del descenso, pero también se le puede reprochar perfectamente que su libreta de entrenador necesita una actualización. El4-4-2 que lleva empleando prácticamente desde que se sentó en el banquillo se ha estancado y ni la variante del 4-4-1-1 con un mediapunta —Almeida— está funcionando. Algo debe cambiar. Agitar el árbol y ver que cae. Tirar las cosas contra la pared y ver si alguna se pega. Algo debe innovar porque repetir lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente es lo que Albert Einstein definió como locura.
Desde el vestuario, tal y como demostraron César Tárrega, Hugo Guillamón o el propio Baraja tras la derrota ante el Athletic, se apela a la mística de Mestalla para dar la vuelta a la situación. Sin embargo, como dijo Hugo Duro, «esto se saca a base de huevos y de apretar el culo». Una reducción quizá demasiado simplista pero tan efectiva como real. El equipo ha demostrado una dejadez y una fragilidad psicológica evidente, especialmente cuando recibe un revés inesperado en forma de gol encajado, sobre todo en los minutos finales antes del descanso. Ya ha pasado ante el Barcelona y el Athletic. Los famosos goles psicológicos. Es un debe pendiente a corregir.
Publicidad
Y aunque Baraja apela a que la clave es fortalecer la defensa y cerrar la portería, la creación ofensiva y la falta de un estilo claro de juego en ataque siguen evidenciando que el Valencia es un equipo perdido y sin rumbo cuando tiene que proponer, y especialmente, remontar resultados.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.