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José Claramunt Torres (Puçol, 1946) es mucho más que una leyenda del Valencia. Para muchas generaciones, Pep Claramunt significa uno de esos virtuosos del fútbol de antaño. El de verdad ... . Ahora se le llamaría un 'one club man', aunque también es cierto que en el deporte moderno lo de los jugadores que sólo han vestido una camiseta en toda su carrera, renunciando a más dinero por el camino, es una especie en extinción. Además de ganar la Copa de 1967 y la Liga de 1971, el mito fue 29 veces internacional con España. En una época donde no se jugaban tantos partidos, con lo que esa cifra es considerable en aquellos años. El que fuera un fijo para Kubala recibió el pasado marzo su dorsal como Leyenda de España con el número de orden en el debut como internacional, en su caso es el dorsal 337.
«Mi misión como jugador era intentar hacer feliz a todos los valencianistas ganando partidos y jugando bien. Lo que intentaba en el campo era que la gente disfrutara y los aficionados al Valencia quisieran más al equipo». Con esa confesión inicia la charla que le propone LAS PROVINCIAS, donde desde sus primeras palabras aparece la nostalgia del club grande en el que tuvo el placer de jugar y que, por motivos de todos conocidos, ha dejado de lado ese rango hasta nueva orden: «Fueron unos años en los que competimos de tú a tú con el Real Madrid y el Barcelona. La afición del Valencia, cuando ganábamos un partido, se sentía feliz. Desde que me retiré como jugador, cada vez que algún valencianista me dice que le he hecho feliz viéndome jugar es un orgullo y una gran satisfacción».
Ahí Pep tiene que hacer una pausa porque se le entrecorta la voz. «Me emociono sólo de recordarlo porque hacer feliz a la gente es lo más bonito del fútbol», sentencia mientras gesticula con unas manos grandes, y curtidas, que le delatan como trabajador del campo. «Lo que ocurre es que no nos damos cuenta hasta que no hemos terminado la carrera», continúa con una sonrisa «porque en mi caso hay muchas familias que todavía se acercan y me preguntan si sé lo feliz que les he hecho viéndome jugar. Les suelo responder que si lo hubiera sabido antes hubiera hecho un poco más en el campo, para que incluso hubieran sido más felices. Estoy muy orgulloso de todo lo que conseguimos con el Valencia y de haber estado toda la vida jugando en el club y haber defendido su camiseta».
Claramunt sólo se pone serio cuando se le recuerda la tragedia del pasado 29 de octubre. «Como valenciano lo sentí profundamente porque nos puede tocar a cualquiera», reconoce. Lo hace para tender la mano para todo lo que pueda ayudar: «Como dije cuando me dieron la camiseta histórica de España, si alguien necesita algo para que le haga feliz, con mi presencia en algún momento determinado, pueden contar conmigo para lo que haga falta». Recuerda que, lamentablemente, el agua de forma cíclica nos recuerda el poder de la tierra: «Soy de Puçol y de pequeño he vivido grandes tormentas y había veces, cuando era labrador, que estábamos pendientes de los problemas con el arroz cuando venía mucho agua en otoño. Estamos acostumbrados al agua pero no a una tragedia con tantos muertos y gente que está sufriendo. El carácter valenciano es no olvidar las cosas pero siempre nos levantamos de los golpes y las tragedias. Somos unos grandes artistas, lo peleamos todo y si algo se hunde tenemos capacidad de volverlo a levantar. Ahora volverá a suceder».
Con la permanencia casi asegurada, la parte de la conversación sobre la actual situación del Valencia gira hacia lo estructural. «El club ha pasado por diferentes épocas en las que ha sido de lo mejor de Europa, otras donde hemos padecido baches con una temporada en Segunda y años donde el equipo ha sido una gran sensación en todo el mundo por los grandes jugadores que ha tenido», analiza para verbalizar un deseo «porque espero que lo de ahora sea un momento pasajero que nos toca vivir. Como hemos comentado antes, los valencianos nos levantamos y el Valencia lo va a hacer. Dentro de poco espero que esté de nuevo en la élite que es dónde debe estar por la afición y la historia».
A una leyenda que tuvo, cuando era jugador, a referentes en los despachos de la entidad de Mestalla como Julio de Miguel, José Ramos Costa o Salvador Gomar, da mucho apuro citarle a Anil Murthy o Kiat Lim. «Las acciones se han podido vender pero el sentimiento del valencianismo no se venderá nunca. Ni eso ni la forma de ser de los valencianos, por mucho que vengan y lo compren, no nos van a cambiar ni el sentimiento ni la afición que tiene el Valencia», se apresura a analizar al comprobar el rubor del periodista al poner encima de la mesa esa dos realidades del club separadas por medio siglo: «Ahora el dueño es de Singapur, el equipo no está bien y se llena Mestalla. Lo que pasa es que esta gente que ha entrado no está llevando al Valencia a lo que la afición se merece, pero el sentimiento del valencianismo no se pierde nunca. Se demuestra llenando siempre el campo y apoyando al equipo para que resurja».
¿Qué le pediría a Peter Lim si pudiera hablar con él? La pregunta es sencilla, pero a la vez complicada. La leyenda abre un poco más los ojos, piensa unos segundos y responde de forma clara: «A Peter Lim le pediría que respete el sentimiento valencianista y que luche por él como lo hace toda la afición del Valencia. El club necesita a alguien que sepa vivir ese sentimiento. Si hay alguien que no lo sabe vivir no debe estar ahí y hay que buscar una salida. Se tiene que buscar una persona, o fórmula, para que el valencianismo se sienta importante». Ahí, hace un llamamiento a la sociedad «porque todos tienen que dar un paso al frente. Cuando me llama la Fundación voy desinteresadamente donde haga falta para ayudar a transmitir ese sentimiento de pertenencia. Para que eso, esté el Valencia en manos de quien esté, nunca se pierda. Ese sentimiento lo tenemos que seguir transmitiendo de generación en generación». Palabra de mito.
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