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El pasado miércoles celebramos, un año más, el gol de Forment. Con sus palabras, traca y música. Una iniciativa que no tiene explicación, porque las ... cosas auténticas, reales, las que huelen y se parecen a la verdad, como el amor, nunca tienen que explicarse. Son evidencias gozosas, y como tales, no requieren de palcos. El palco, el vídeo de motivación subiendo al césped a cámara lenta las hace idénticas al resto de recuerdos. Cualquier gran historia nace del trenzado de las pequeñas historias, que son siempre generosas, y por eso mismo lo más importante de ese acto es que la iluminación de Rafa Lahuerta, y el empeño de Últimes Vesprades a Mestalla, nos ha llevado estos años al centro de Sergio, al recuerdo del gol de Antón, a la presencia de los hermanos Claramunt, a la figura de Guillot, y a una cita que ha derivado en amistad, y por eso no caducará nunca, como el ansia de recuperar todo lo que fue antes y todo lo que fue después. Entre las pequeñas historias que conducen a la gran historia conocí un lector, o mejor dicho dos. Un lector de verdad que te da las gracias te reconcilia con los buenos sentimientos, y hace pensar que podrá haber resurrección. @madrilenciano y su hija. Otra historia auténtica y real, que llevará a otros momentos. Como el gol de Forment nos llevó a un título, que para mí sigue siendo el primer título contemporáneo de nuestra historia, y del que todavía hay muchas cosas por contar. Como el regreso del Valencia desde Sarrià y su entrada en territorio valenciano, que comenzó con una comida en Benicarló. Siguiendo la descripción de la prensa cuesta no emocionarse. El Valencia hizo parada en el Casino de Castelló, para hacer ofrenda del título, con una asistencia increíble de gente, ante el alcalde accidental de la ciudad, y el presidente del Castelló, con unas palabras de Julio de Miguel, glosando el recibimiento masivo, que este club debería recuperar: «Señaló que el alcanzado [el título] no era sólo un triunfo de su equipo sino de y para la región valenciana a la que el Valencia tiene el orgullo de representar al más alto nivel con la servidumbre que ello extraña». «Vixca Castelló!» se cerró ese discurso de Julio de Miguel. «Allí estaba Vicente Peris que no podía contener su emoción», destaca el periodista. Ese recorrido fue retransmitido en directo por La Voz de Levante. Las estaciones de gloria, las paradas de la comitiva fueron diversas: Nules, Almenara, Port de Sagunt y Massamagrell. Algún día recordaremos de manera precisa ese trayecto. Como la llegada a Almenara, como esa otra pancarta que desplegaron en Nules, envuelta de tracas: «Barcelona: otra vez será, hermanos./Atlético de Madrid: qué rabia tengo./Real Madrid: con dolor de corazón». En Puçol se desataron las lágrimas de Claramunt al abrazar a su madre, y esa otra pancarta gigante «CLARAMUNT: C de calse; L de liebre; A de artista; R de rápido; A de admirable; M de maestro; U de único; N de noble, y T de triunfador». A 25 kilómetros de la ciudad el paso de la caravana ya era lentísimo. Incluso lloviendo se congregaron más de 300.000 personas. «¡Qué barbaridad!» repetía atónito el míster. No podía avanzar el autocar. El público desde los balcones, subido en los árboles. Miles de personas invadieron la Basílica, y tuvo que salir el arzobispo García Lahiguera para contener el tumulto y que no cundiera el pánico. Uno tiene nostalgia de esa vieja historia en el Casino de Castelló, con ese Valencia generoso ofreciendo el título y paseando por todas esas localidades. Hace nada inauguraban una peña del Villarreal en Almenara. Claramunt, Julio de Miguel, Forment, Vicente Peris... Pequeñas historias, de esas que acaban convirtiéndose en grandes.
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