Cañizares saluda a la grada de Mestalla en el partido de vuelta, tras el 0-0 en tierras inglesas. ap/ Cesar Rangel

Peregrinación a Anfield, exhibición en Mestalla

el túnel del tiempo ·

Anticipo de la gloria. La eliminatoria de la UEFA ante el Liverpool en la temporada 98-99 llegó pocos meses antes del título de Copa en La Cartuja

paco lloret

Viernes, 12 de noviembre 2021

Las aguas de Mestalla se desbordaron de pasión. Pocas veces una eliminatoria europea ha despertado tanto interés como la que enfrentó al Valencia con el ... Liverpool en el otoño de 1998. Habría que remontarse al duelo en las semifinales de la Recopa con el Nantes, disputado casi 20 años antes, para encontrar un precedente similar. Un cúmulo de factores explica las razones de aquella extraordinaria expectación. Después de superar al Steaua de Bucarest en la primera ronda de la Copa de la UEFA, el sorteo deparó un cruce de ensueño contra un rival envuelto de un magnetismo irresistible.

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El Valencia apuntaba alto por entonces, se intuía el nacimiento de un equipo poderoso llamado a protagonizar un ciclo inolvidable. Bajo la dirección de Claudio Ranieri se veía venir una etapa de fuertes emociones y de grandes alegrías. Aquel ejercicio será siempre recordado por la brillante conquista de la Copa del Rey y por la clasificación, por vez primera, para la Liga de Campeones. Muchos meses antes de este cierre apoteósico, la temporada 98-99 deparó un duelo de alto voltaje que hizo vibrar los cimientos de Mestalla como muy pocas veces a lo largo de su existencia. Pese al desenlace adverso, el valencianismo se entregó sin reservas deseoso de demostrar que su fuerza podía competir con la de cualquier otro escenario. La noche del 3 de noviembre se generó una atmósfera irresistible en Mestalla. El orgullo de sus asiduos por demostrar que cuando se enciende la caldera se entra en otra dimensión. 'This is Mestalla'. Una cuestión reputacional.

Anfield, Los Beatles y 'You´ll never walk alone' reunían los atractivos suficientes para centenares de seguidores que no dudaron en viajar desde Valencia a Liverpool para recibir el bautismo en las orillas del Mersey. La mística del rival pesaba lo suyo. Aquel duelo fue como un punto de partida, poco después, apenas un año, vinieron los grandes momentos de la Champions, las noches mágicas y las exhibiciones del equipo comandado por Héctor Cúper que se convirtió en un referente en toda Europa, pero la descarga salvaje de energía vivida ante los 'reds' supuso el primer paso para que el Valencia recobrara la autoestima continental. Atrás, quedaban en el recuerdo, en algún caso reciente como ante el Schalke 04, vibrantes enfrentamientos europeos contra conjuntos de la talla del Manchester United, Anderlecht o Roma, pero nunca llegaron a tener la etiqueta de acontecimiento que acompañó el emparejamiento ante el Liverpool.

El duelo de ida dejó las espadas en alto. No hubo goles. La liturgia de Anfield no respondió a las expectativas, la primera decepción vino por el absurdo cambio de colores de ambos equipos: los locales vistieron de blanco y el Valencia de naranja. Salvo los cánticos de la célebre grada de 'The Kop', el esperado ambiente de los campos ingleses estuvo por debajo del guión previsto. Los valencianistas jugaron un partido muy serio, conscientes de su papel de aspirante ante un oponente de mayor renombre, se aplicaron en un partido en el que dispusieron de claras ocasiones que no aprovecharon. El empate era un buen resultado para la vuelta pero la falta de goles lo convertía en engañoso. El gesto más recordado lo protagonizó Santi Cañizares, cuando aplaudió a los aficionados ubicados tras su portería, la legendaria grada 'The Kop', al finalizar el encuentro. Una muestra de respeto y admiración que fue correspondida. El volcán de Mestalla entró en erupción en el último minuto de la primera parte. Un ataque fulgurante del Valencia conducido por Ilie concluyó en el gol del 'Piojo' López después de que el remate del rumano se estrellara en la base del poste. El argentino se aprovechó del rebote y batió con un disparo seco a James. La locura en las gradas. Se deshacía la posibilidad de prórroga.

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En la segunda mitad todo estaba de cara, pero el Liverpool impuso su ley. Ranieri tuvo la opción de dar entrada a Luis Milla para controlar más el juego pero jugó otras cartas, las de Lucarelli y Farinós, y ya era tarde. Los ingleses, con una alineación repleta de internacionales, igualaron la contienda cuando quedaba menos de un cuarto de hora para el final. Michael Owen protagonizó una incursión por la derecha culminada por McManaman. El jarro de agua fría no aplacó el ánimo de los presentes hasta que el checo Berger hizo el segundo. Resignación. Se asumían los méritos del rival.

Aún hubo tiempo de vivir una triple expulsión: Carboni, por los locales, y McManaman y Paul Ince por los visitantes. La grada volvió a rugir espoleada por la refriega. El Valencia no se rindió y, de nuevo, Claudio López volvió a marcar cuando pasaban cuatro minutos del 90. A la desesperada, en un estado de locura desatada, se intentó la proeza de un tercer gol que no llegó. Fue una dulce eliminación. Cuatro años después, se invirtieron los papeles, el Valencia volvió a Anfield investido con la etiqueta de potencia del fútbol europeo para vencer con gol de Rufete. Por entonces en Liverpool ya conocían y admiraban a su rival y al ambiente de Mestalla.

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