¿Algún valencianista sería capaz de recordar quiénes fueron y qué hicieron See Hiang Chang y Chie Foo Chiang? Por el nombre, podrían ser fácilmente ... actores de reparto de una de esas películas de serie B de artes marciales pero en realidad fueron dos miembros del primer consejo de administración de nueve (siete asiáticos y dos valencianos) de la era Meriton en el Valencia. De aquel conglomerado de nombres prácticamente impronunciables, la realidad es que diez años y pico después sólo quedan tres consejeros en el mismo sillón: el siempre enigmático Kim Huat Koh, el voluntarioso Raymond Cheah –fiel a cualquier cita extraordinaria en Valencia– y el todavía hoy presidente de la Fundación Ser Miang Ng. Por el camino, de aquel núcleo original, han quedado Layhoon Chan, Amadeo Salvo, Manuel Peris y Alvin Yeo (fallecido en verano de 2022). Con la chocante salida de Layhoon esta misma semana, a mitad de curso y sin más explicaciones que una raquítica nota de prensa, el Valencia ha vuelto a protagonizar uno de esos episodios a los que Peter Lim, por desgracia, ha acostumbrado a la afición. El empresario de Singapur disfruta poniendo y quitando piezas sin justificar el porqué. Que su hijo sea nombrado máximo representante del Valencia y que la afición no escuche ni una sola frase de su boca es tan grave como puede ser el hecho de pasar a la historia por ser el primer presidente del club que en su estreno no se sienta en el palco. En realidad, puede llegar incluso a agotar su mandato sin haberse sentado ni una sola vez en tan honorífico sillón. El riesgo de un cara a cara con 42.000 aficionados es una prueba durísima para un chaval de 31 años.
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Cuando Layhoon insistía una y otra vez en ese incierto invierno de 2014 aquello de «estaremos durante mucho, mucho tiempo», ningún valencianista podía imaginar que esto se iba a hacer tan largo y pesado de soportar. ¿El motivo de esta atípica agitación constante? Seguramente no hay un único argumento que explique con cierta exactitud cómo puede ser que un señor acostumbrado a empujar hacia adelante con cierta solvencia sus negocios haya perdido totalmente los papeles desde que le dio por invertir en un lejanísimo club de fútbol. A Lim le ha ido casi todo bien en la vida menos el Valencia CF. No hay forma de encontrar un sentido lógico a decenas/cientos de decisiones que ha tomado Meriton en este largo absolutismo blanquinegro. La desaparición de la que era –y quizás aún lo sea– su mano derecha para poner a su hijo puede responder a un sinfín de motivos, pero la sospecha del negocio urbanístico y la jugosa venta accionarial acaparan casi todos los razonamientos no sólo de la oposición sino también del pueblo.
Que Lim anda perdido con el Valencia lo refleja el simple hecho de las convulsiones que internamente ha vivido la entidad en esta última década. Sólo en dos periodos muy concretos, en el primer año de Nuno y con el binomio Marcelino-Alemany, el club ha tenido cierta estabilidad, al menos en lo deportivo, que es el fin principal de un club de fútbol. Pero siempre se dice que para que haya algo de calma, es bueno que los proyectos se estabilicen en el tiempo. ¿Cómo puede salir adelante un proyecto en un club si cada año y medio hay un nuevo presidente?
Que Amadeo Salvo resistiera la dictadura meritoniana siete meses es un dato suficientemente claro para imaginarse cómo es la vida de puertas para adentro de las oficinas. El empresario valenciano justificó su dimisión en julio de 2015 por la grave enfermedad de su padre –falleció tres años después– pero llegó a admitir diferencias con Nuno y también con la propia gestión de la entidad. Nadie podía imaginarse en aquellos tiempos que el adiós de Salvo y su fiel Manuel Peris (también hicieron las maletas ese mismo día Rufete, Ayala y Salvans) era sólo el preludio de un largo reguero de destituciones a todos los niveles, con el daño que pellizco a pellizco supone este hecho para la economía de cualquier empresa.
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Lo más curioso es que Lim no sólo tiene en su currículum una larga lista de cadáveres sino también de dimisiones, con lo difícil que es que alguien dimita y menos en fútbol. Que se lo pregunten a Prandelli, que tiempo después de su paso por el Valencia confesaría dos cosas: «Llegué con mil dudas y algo perplejo. Fue difícil aceptar que los jefes quisieran diseñar exclusivamente la plantilla» dijo primero, para señalar después que tras la denuncia que le puso el club, al final acabó pagando dinero por su espantada.
El vacío de Salvo nunca lo supo cubrir Layhoon ni en su primera ni en su segunda etapa. Alejada de los medios y exhibiendo siempre una soberbia mal gestionada, Layhoon se marcha de Valencia con la misma coraza con la que llegó, más allá de aquel recuerdo de las naranjas que le daba su madre de pequeña. «La vamos a echar de menos», aseguraba un empleado valencianista, destacando su trato y sensibilidad. Después de que Anil Murthy arrasara por completo con los buenos modales, facilísimo lo tuvo Layhoon en este segundo periplo personal.
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Entre el humor siempre achispado de Murthy –otro cabeza decapitada– y la fría cordura de Layhoon no hay que olvidar el interinaje de Khojama Kalimuddin –hoy todavía consejero– y esa tropa que acabó saliendo por la puerta de atrás: Joey Lim, Sean Bai (llegó a ser director general) y Teo Swee Wei... sin duda grandes pérdidas para el valencianismo.
Más lejano en el tiempo queda ese grupo de asesores del consejo que tuvo Meriton no se sabe muy bien para qué. «Así entran en el palco», llegó a confesar un dirigente asumiendo que en Singapur nunca se les tuvo en cuenta. Ese consejo asesor lo formaron Auxiliadora Borja (luego fue conseja y dimitió en 2018), José Manuel Palau, Miguel Ángel Gil de Pareja, Salvador Martínez y Juan Sol, el único que acabó dando el salto al consejo de administración. Desde su fallecimiento (10-11-2020), Meriton decidió que ya estaba bien eso de darle voz a los de aquí. Con la dimisión apenas un mes antes de José Luis Zaragosí como consejero, la directiva fue formada exclusivamente por singapurenses.
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¿Y entrenadores? Eso da para una serie de televisión de varias temporadas. A Pizzi, aún con un año más de contrato y 1,5 millones de premio final, lo tuvo que fulminar Salvo con aquella sentencia: «Te ha tocado». Lim preguntó, Jorge Mendes decidió y Amadeo ejecutó. Contando al argentino y sumando cada ocasión en la que se ha recurrido a Voro, la cifra es escalofriante: 18 técnicos en diez años con el rocambolesco fichaje de Corberán. Nunca había tenido el club en toda su historia tantos inquilinos en el banquillo en un periodo así. El fútbol son resultados y el despido es algo habitual pero ha habido casos curiosos. Nuno nunca cayó de pie en Mestalla y Gary Neville, por ejemplo, llegó a despertar hacia cierto cachondeo. A la calle los dos. Lo mismo que Ayestarán a la cuarta jornada de su segundo periodo (2016-17). Luego se bajaría del barco Prandelli (harto de que no le hicieran caso) y sólo Marcelino (con el apoyo de Mateo Alemany) se mantuvo firme. Hasta que su desafío de Copa del Rey a Lim y su política de contrataciones terminó con la paciencia del dueño. Después hubo que pagar para ventilar a Celades, Javi Gracia (un año más de contrato por el aire) y José Bordalás (tenía dos años más otro opcional), hasta que el italiano Gattuso (pese a ser amigo de Mendes) se cansó del asunto. Acertó Corona trayendo a Baraja aunque al final hubo que pagarle finiquito tras renovarle.
Las turbulencias también afectaron a la dirección deportiva. Ahí ha habido de todo. Desde un Nuno que lo quiso acaparar todo, hasta los que presentaron un buen día su dimisión (García Pitarch y César Sánchez) y hasta los que duraron siete meses (Alesanco). A Longoria se le echó a los 19 meses; a Jorge López se le puso de manera provisional para tirarlo a los pocos meses, y Corona decidió anunciar su nombramiento en una entrevista en el Marca pese a que siempre se le ha buscado sustituto y el equipo no levanta cabeza.
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