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Como si no hubiera pasado el tiempo. De Peter a Lim a Kiat Lim. De padre a hijo. La misma historia, la misma imagen, ocho años después. La visita a las tripas destartaladas del nuevo estadio en su primera estancia en la ciudad. ¿El mismo resultado? El valencianismo espera que todo haya cambiado. No puede aguantar más, ni la afición ni la ciudad, un mastodonte arquitectónico en ruinas por la dejadez de Meriton. Son trece años desde que el último obrero cerró la puerta. Y poco se ha hecho. El esfuerzo por reanudar los trabajos han sido más de cara a la galería. El grupo que domina accionarialmente el club ha ido intentando dilatar toda posibilidad de llegar a un acuerdo con las administraciones a pesar de las manifestaciones públicas en las que vociferaban lo contrario. Ahora parece que todo está más cercano pese a las palabras gruesas que se dispensan la presidenta del Valencia, Layhoon Chan, y la vicealcaldesa de Valencia, Sandra Gómez. Casi una guerra total entre club y institución, que hoy la regidora de Urbanismo ha querido aclarar con la presentación del convenio para ejecutar tanto el coliseo de Cortes Valencianas como el PAI del viejo Mestalla.
Fue un domingo de octubre de 2014 cuando un vendaval azotó Valencia. Era Peter Lim y toda su cohorte de palmeros, comandados por Amadeo Salvo, el artífice que de el magnate de Singapur se hiciera con el poder del Valencia. Aficionados enfervorecidos que daban las gracias al empresario, que aquel día aterrizó en Manises en compañía de su familia en la terminal de vuelos privados. Un sonriente Lim llegó con camisa corta y la americana en la mano. Y se subió a la furgoneta negra, que ejerció de vehículo oficial. La primera parada de la comitiva fueron las obras del nuevo estadio, allí llegaron cuando el reloj marcaba las 10.17. Como ocurriría ocho años después, les esperaba Christian Schneider, responsable de las obras, para explicarle todo lo concerniente al estado de las mismas y las características de la que tenía que ser la nueva casa del Valencia en el centenario. Fue una visita de una hora en la que se le vio bromear varias veces con Amadeo Salvo. Hablaron de los plazos para acabar el recinto y de los palcos («más grandes que en Mestalla», le comentaron) poco antes de asomarse a una de las barandillas de los anillos superiores para que divisara lo que será la cota cero que de a las calles colindantes.
El barrio de Benicalap, donde está situada la obra, hervía en aquella época. Se multiplicó la apertura de negocios al calor del nuevo estadio, especialmente bares y restaurantes. Más de uno se aventuró a gastarse todos sus ahorros en un establecimiento que tuvon que cerrar. «La verdad es que vemos con ilusión la compra del Valencia. Necesitamos una salida a nuestros negocios, que muchos de los que estamos aquí abrimos con el estadio del Valencia como tirón. Cuando se pararon las obras fue como una losa sobre nuestro futuro. Hay un compromiso para que el campo esté terminado antes del centenario. Si empiezan las obras ya casi que nos contentamos. Habrá actividad, aunque sean los operarios de la obra», señaló en aquella época José, el propietario de uno de los bares que rodeaban la mole de hormigón.
Al salir del nuevo estadio, junto a Lay Hoon, Kim Koh, Louis Douwens o Amadeo Salvo, el empresario asiático se encaminó al hotel Valencia Palace. Allí le esperaba Nuno Espírito Santo para recibirle. Allí conoció también a la plantilla de aquella época. Y después, a comer. Los más jóvenes de la expedición probaron una paella en Casa Navarro mientras que en el restaurante Askua hubo un almuerzo para 39 personas. En menú: tartar de atún, pulpo y carne . El consejero del club Manuel Peris, una de las personas de máxima confianza de Salvo, ejerció de anfitrión de los empleados de Meriton. Una estancia frenética. Ni un momento de respiro que acabó con el esperpéntico baño de multitudes en Mestalla antes de ver ganar a su equipo desde el palco.
Un lunes de 2022 era Kiat Lim el esperado. El heredero del imperio. Había sido nombrado consejero del club en la última reestructuración tras la salida de Anil Murthy. Tuvo su bautismo con la junta general de accionista. Siete horas en las que pudo comprobar el estado de situación moral del valencianismo. Quejas contra una gestión errática que ha llevado al club a la ruina económica y al equipo a la mediocridad. Pero Kiat es un joven paciente y educado. Contestó con mesura y aventuró futuros éxitos. Pero como ocurrió ocho años antes, la mañana siguiente tuvo un destino esperado: el nuevo estadio. Los medios oficiales del club pasaban imágenes y la foto principal era casi un copia y pega de aquella de Peter Lim. Cambian las caras, el fondo sigue siendo el mismo. Un recinto parado, destrozado, por la dejadez. Allí estaba de nuevo Christian Schneider (un superviviente en la trituradora que es Meriton, con cerca de sesenta personas entre directivos y personal deportivo despedidos) para explicarle cada rincón del que iba a ser el mejor estadio de Europa, aquel que se vería en el centenario del club y que acogería finales de la Liga de Campeones. Ni el coliseo ha visto un partido así ni el Valencia está ahora en disposición de participar en la máxima competición continental. Con un equipo de retales trata de sobrevivir en la liga doméstica. Y, mientras, la vida pasa y el estadio no avanza. Veremos si la imagen no se repite ocho después con algún nieto de Peter Lim.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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