J. CARLOS VALLDECABRES
Miércoles, 22 de abril 2020, 01:03
Se preguntaba días atrás Ángel Torres, presidente del Getafe, con la voracidad verbal que le caracteriza, cómo iban a poder justificar los clubes sus fichajes del próximo verano si ahora recurren a un ERTE. Los madrileños se esfuerzan en resistir a la intención generalizada de la patronal, pero el Valencia lo ha hecho ya y ni mucho menos se sabe hasta qué punto exprimirá el bolsillo este verano con unas limitaciones más que anunciadas para César Sánchez. Sus empleados, excepto los de alta dirección -no se ha querido especificar cuántos son los implicados además de Murthy y Kim Koh- que sí ven reducidos sus salarios, el resto va a seguir cobrando lo mismo a final de mes gracias también a la renuncia de los futbolistas y cuerpo técnico a un bocado de sus sueldos, ya que el club abonará con ese dinero a sus trabajadores la parte restante.
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De cualquier forma, este ERTE ha dejado descolocado y demasiado expuesto al presidente, que invierte mucha energía y recursos -por el grupo de colaboradores de su oficina personal- en expandir una imagen eficiente y amable tanto de su trabajo como el de Meriton en el Valencia. Pero esa labor estratégica no impide que entre la pandemia y las posibilidades reales del equipo de Celades, teniendo en cuenta sus opciones de meterse a contrarreloj en Europa, estén a punto de desbaratarse casi por completo todos los pronósticos de este consejo.
Cuando Lim convenció a la Fundación y a Bankia de que su propuesta de compra de acciones era la mejor, negro sobre blanco trazó un camino aderezado de competiciones europeas y, como consecuencia de ello, una lluvia de millones extraordinarios. De los cinco años que lleva como máximo accionista se ha clasificado para la Champions en tres ocasiones, en otras dos no. Este todavía está por decidir si lo logra o se queda sin Europa League.
En el último informe que presentó el consejo de administración a sus accionistas con motivo de la pasada asamblea, se recogía una proyección financiera que estipulaba un marco de actuación de diez años (hasta la 2028-29). Está claro que cuando se presentó a los auditores nadie podía imaginar que unos meses después apareciera un virus letal.
De esos diez años, al segundo se ha venido todo abajo. Sólo se ha sostenido un año en lo que a la Champions se refiere (2018-19), porque este curso 2019-20 va a requerir una actuación especial con las lógicas consecuencias. Ya lo preveía en el informe: «Cualquier cambio en las principales asunciones futuras puede afectar de forma significativa al valor de determinados activos y pasivos».
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¿Y a qué cuestiones se refería? El traslado al nuevo estadio (otra vez en el aire tras no llegar ADU a los mínimos), la disputa de competiciones europeas en base al histórico del club en las últimas temporadas y el aumento de ingresos por los derechos de televisión con incrementos cada ciclo (ahora van a bajar de manera importante). Los tres siguientes hay que tratarlos desde otra óptica: la obtención de financiación necesaria para garantizar la capacidad de la Sociedad a la hora de cumplir la citada proyección financiera (el préstamo de Lim, por ejemplo), la venta de jugadores y la proporción compra-venta de jugadores basada en las competiciones que se disputen. La solución más fácil que se presume es la exigencia de vender a más futbolistas y gastar menos.
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