PACO LLORET
Valencia
Viernes, 18 de septiembre 2020
Al Valencia se le habían atragantado los duelos con el Celta. Tres partidos seguidos, dos en Balaídos y uno en Mestalla, sin poderle marcar siquiera un gol al conjunto celeste. Desde su retorno a la máxima categoría en la campaña 69-70, después de permanecer diez años en segunda división, el conjunto vigués se había erigido en un rival insuperable para los valencianistas. Sin embargo, esa especie de maleficio saltó por los aires en la temporada 71-72, cuando ambos equipos se midieron en cuatro ocasiones, dos en Liga y otras tantas en Copa, y todas ellas finalizaron con victoria del Valencia.
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Puede que el célebre gol de Forment en el tiempo añadido actuara como sortilegio. Aquel tanto providencial para la consecución del título en el tramo final del campeonato 70-71 fue el punto de inflexión para el inicio de la nueva racha que invertía la tendencia de los duelos anteriores, claramente favorable a los gallegos.
Las aguas por Mestalla bajaban turbulentas cuando el Valencia recibió al Celta en la quinta jornada liguera de la temporada 69-70. El equipo local venía de sumar su primer triunfo tras un inicio desastroso: tres derrotas consecutivas en las tres primeras jornadas. La victoria por 0-2 en el Insular de Las Palmas calmó los ánimos de la afición. Se esperaba que ante los célticos se confirmara la recuperación. No fue así. El duelo concluyó como se había iniciado, sin goles. Aburrimiento en la grada que se transformó después en indignación. Un recién ascendido sacaba tajada sin apenas esforzarse. Después del partido se confirmó la destitución de Joseíto como entrenador del Valencia.
Ambos equipos volvieron a verse las caras en Vigo a finales de enero. Para entonces, los valencianistas había mejorado sus prestaciones bajo la batuta de Artigas y Buqué. Aquel choque llegaba después de un doloroso revés en la jornada anterior: vencían en Mestalla por 2-0 al Atlético, a la postre futuro campeón liguero, cuando en apenas 20 minutos se produjo la remontada colchonera con 3 goles, el último de Luis Aragonés al ejecutar de forma magistral un golpe franco directo. No hubo reacción en Balaídos. Un gol de Quique Costas sentenció el encuentro. El Valencia no anduvo esperado y hasta recurrió a Waldo, un recurso a la desesperada, en la segunda mitad para buscar el empate.
El resultado se repitió en el ejercicio siguiente. El Valencia viajó a las Rías Baixas en un momento de plenitud. Le aguardaba un duro examen para confirmar su extraordinario estado de forma: a un punto del liderato que compartían el Barça y el Atlético. Por añadidura, el equipo de Di Stéfano acudía a la cita avalado por un imponente registro: su portería estaba imbatida en los siete encuentros anteriores. Abelardo y su defensa estaban en boca de todos. El fútbol español se asombraba ante la fiabilidad defensiva valencianista. El partido cerraba la jornada y fue televisado. A la media hora de juego se rompió el récord cuando llegó el tanto local que puso punto final a la imbatibilidad valencianista de casi 700 minutos sin encajar un gol. Pese a las claras ocasiones de Valdez y Sergio, ya no hubo más goles.
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En la segunda vuelta, a falta de cuatro jornadas para el final del campeonato, se disputó el legendario partido que consolidó el liderato del Valencia gracias al gol eterno de Forment. Los gallegos vendieron cara su derrota y al final del torneo lograron por primera vez clasificarse para Europa. Ese grado de resistencia desapareció en la temporada siguiente.
En la sexta jornada, los valencianistas asaltaron Balaídos con un triunfo incontestable: 1-3. Los tantos se los repartieron Valdez y Quino en la primera mitad. Sergio, en los compases finales, sentenció el resultado.
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Este desenlace situó a los de Mestalla en la primera posición de la tabla e invicto. En la segunda vuelta se disputó uno de los encuentros más tristes de la toda la historia valencianista. Dos semanas antes se había producido el fallecimiento de Vicente Peris Lozar y en los prolegómenos se honró su memoria. No hubo música ni tracas, los jugadores lucieron un brazalete negro y el minuto de silencio resultó estremecedor.
Después vino una goleada que no rompió la atmósfera de perplejidad que reinaba en las gradas. Hubo más goles que fútbol. El Valencia se impuso por 4-0 pero no hubo entusiasmo por el resultado. Quino y Forment se repartieron los tantos a pares. Tras la conclusión del campeonato liguero y alcanzado el subcampeonato, se inició el camino en la Copa. El Valencia superó en la primera ronda al Granada y en cuartos hubo de medirse con el Celta. El partido de ida se disputó en casa. Los hombres de Di Stéfano se impusieron por la mínima gracias a un gol de Valdez en la segunda mitad.
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Las espadas estaban en todo lo alto y la eliminatoria se iba a resolver en Balaídos donde el Valencia volvió a vencer por idéntico marcador y con otro goleador argentino: Miguel Ángel Adorno.
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