Alberola Rojas niega que sea penalti el derribo de Kessié a Fran Pérez en el 85'| El Valencia cae por la mínima tras un error de Mamardashvili, en un partido en el que Ferran desperdicia una pena máxima
Fue en los aledaños del Santiago Bernabéu –tiene la cosa que fuera precisamente allí– donde antes del partido de semifinales de la Copa se repartieron anónimamente billetes de 500 euros con la cara de Joan Laporta, el mismo a quien este domingo se le debería haber coloreado la cara por lo que pasó sobre el césped, más en concreto dentro del área del Valencia, en el minuto 85 de partido y con Fran Pérez como damnificado protagonista. A sus 20 años, el interesante extremo valencianista ya tiene motivos para hablar del lado más sombrío del fútbol, ese que –qué casualidad– tiene al mundo arbitral y al FC Barcelona en el punto de mira. Alberola Rojas, que curiosamente sólo ha pitado al Valencia este año en el Bernabéu y ahora en Barcelona, removió toda la repulsión que el aficionado al fútbol y al deporte en general ha sentido desde que se destaparon las artimañas del club culé con Enriquez Negreira. Por supuesto, no se le puede ni rozar a Alberola con este repugnante asunto que enturbia la nobleza del deporte, pero sí cargar sobre el colegiado toda la responsabilidad por su actuación en una jugada decisiva y de brutal importancia para un club que se está jugando la vida. El Valencia no puede permitirse hoy por hoy que nadie le arrebate lo que por justicia se merece. Y no se trata de méritos futbolísticos sino de justicia en su expresión más pura.
¿En qué estaría pensando Alberola y su colega Jaime Latre –el del VAR– para mirar para otro lado justo cuando la bota de Kessie impacta y pisa el pie de Fran Pérez? Es más, ¿por qué se empeñó Alberola en negar rotundamente en gestos con sus brazos que la caída del valencianista había sido poco menos que fingida y que de penalti, ni hablamos? ¿Tanto cuesta tomarse su tiempo mirando el monitor y ver si realmente un chaval que no lleva ni tres telediarios en Primera es capaz de tirarse así como así dentro del área en un partido de esta envergadura y con lo mucho que hay en juego? Qué lástima que el Valencia no estuviera representado en el Camp Nou con un presidente firme y convencido para sacarle de verdad los colores a Laporta, ese dirigente que después de lo que se ha destapado, todavía tiene el atrevimiento de mostrarse altivo con todo ese asunto que ensucia el nombre de una entidad de renombre como la catalana. El problema es que el Valencia hoy por hoy se ha empequeñecido tanto que toda la rabia que con razón puede sentir, va a quedar sepultada por la dramática situación que arrastra. Ser penúltimo conlleva una serie de estigmas a las que un club como el Valencia no está acostumbrado. Juegas cada domingo con el miedo en el cuerpo; te tragas el sapo de escuchar cómo la afición local te cantan sin pudor 'a Segunda'; debes apostar por un fútbol que en otras situaciones sería criticado; causas tan poco respeto al rival que hasta hay jugadores que se permiten el lujo de pedir el lanzamiento de penalti, por una cuestión personal, cuando en realidad son otros los encargados de ello; y te toca padecer en tus propias carnes esa visión tan peculiar que hace que los árbitros, cuando te miran, en realidad no te ven. Y si protestas por algo o por todo, encima temes que pueda pasarte factura.
Y que conste que el Valencia no perdió este domingo por el árbitro. Perdió porque precisamente uno de sus mejores futbolistas esta temporada (su portero y justo en el día del homenaje a Iribar) salió a 'collir taronjes' en un envío infantil de Busquets que Raphinha cabeceó tras la concesión inocente de Jesús Vázquez. Son las cosas de ser penúltimos, que cuando todo aparentemente puede acabar saliendo medianamente bien, al final termina torciéndose por mucho que lo intentes. Golpeó primero el Barça; es verdad que pudo haber hecho el segundo si Ferran llega a acertar el penalti por manos de Guillamón cuando se protegía la cara; tampoco hay que olvidar que Ansu Fati metió un balón al poste; se puede admitir que con uno más por la expulsión de Araújo, en la última media hora de juego tampoco se vio una sensación de poderío en los valencianistas, y hasta también hay que reconocer que lo que es chutar a puerta, el Valencia sólo lo hizo una vez y en la prolongación, pero hay que hacer un ejercicio global para observar que el partido pudo haber terminado con reparto de puntos en otras circunstancias.
Baraja sigue construyendo a su Valencia, lo hace a marchas forzadas y siempre condicionado por las bajas, la duda es si le va a dar tiempo realmente para cumplir el único que recurso que le queda al valencianismo: hay todavía muchos puntos en juego. Habrá que ver si el entrenador está realmente contento con esa fórmula del doble lateral derecho que empleó, con un Thierry todavía inadaptado y que en un remate de cabeza que tuvo, tras un perfecto centro de Jesús Vázquez, demostró que lo suyo no es precisamente el gol. Al Valencia le sobraron nervios y le faltó algo de posesión en el primer tiempo, algo que teniendo en cuenta el rival y el escenario tampoco extraña. Pero de alguna forma le pasó factura, porque cuando pudo pisar el área y hacer daño realmente (Lino tuvo una tras fallo de Ter Stegen y Hugo Duro otra en la segunda parte) se quedó a medias. Es lo que tiene, que los demás empiecen a considerarte cada vez más pequeño por ser penúltimo y sobre todo no tener amigos.
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