El Valencia se rompe

El Valencia actual, mermado en número, acaba exhausto casa encuentro pero siempre tiene opciones. Hay que agradecérselo aBaraja. Ha creado un equipo a su imagen y semejanza. Rocoso y con alegría en el ataque. Pero te vale en cualquier estadio menos en el Bernabéu. Tierra maldita. Es el peor escenario para hacer todas las cosas que no debes hacer. Así de simple. Tan resumido como real. Porque esos errores mutilan, además, las virtudes. Le faltó competir cuando pudo.

Fue un encuentro que tuvo varios partidos. La primera mitad alimentó esperanzas que se desvanecieron en una segunda donde el Valencia decidió marcharse. Al inicio, pese al mazazo con el gol de Carvajal todavía ajustándose el equipaje, el conjunto de Baraja quiso mantener esa trayectoria que le ha acercado a Europa. Intentar dominar el balón con Pepelu y Javi Guerra como ejecutores y balones a las bandas mientras Hugo Duro y Diego López ratonean. Ni el balón al larguero de Kroos en una falta estrujó a los blanquinegros (naranjas ayer). Quería mantener el libreto y empezaron las opciones. Una. Hugo Duro se revuelve pero la pierna de Lunin lo evita. Dos. Pase de Canós que deja solo al atacante valencianista. Bajó la mirada y chutó sin colocar. ¿Y dónde fue el balón? Al cuerpo del guardameta madridista.

Ya empezó el runrún de que no se pueden fallar ocasiones en el Bernabéu porque al final se paga. Dichos futbolísticos que en cualquier otro sitio se quedarían en chascarrillos. En Madrid se cumplen. Siempre. Porque aunque Vinícius pudo acertar tras marcharse de un Mosquera algo blandengue, la ocasión definitiva fue nuevamente para Hugo Duro con un balón aéreo que no acertó a rematar. También estaba solo. Nacho y Alaba se topan con Haaland y los destroza. Al valencianista le cuesta más, la verdad. De poder darle la vuelta al marcador llegó la sentencia. Tuvo que ser Vinícius. Cómo no. Y sacando pecho. Chulería máxima. Centro de Rodrygo al área, su compañero de correrías se tira al suelo y en lugar de cabecear luce su pechera. Beso al escudo y sus cosas habituales para desquiciar al valencianismo. Ponía fin a una parte en la que el centro del campo desapareció. Las zonas de influencia fueron las áreas. Allí se coció el fútbol en el Bernabéu.

Pero al Valencia se le pasó el arroz. Fue salir a la segunda parte y entre los brasileños estuvo el juego. No sólo los madridistas, también un valencianista. Mal pase del central y Vinícius lo aprovechaba para batir por bajo a un Mamardashvili que hay partidos que no llega donde siempre llegaba. Y, además, en la siguiente jugada, en una salida de balón, dejaba el balón a Rodrygo para que remachara con soltura. Fin del partido en el minuto 50. El objetivo ya era no encajar más. No pasar por la afrenta de la manita. Y, por favor, que Vinícius no volviera a acertar. Ya no lo hizo e incluso fue sustituido. Hasta el final del choque el juego se embarulló. Pases sin excesivo sentido y que pasara el tiempo. Pero, claro, si le das otra opción a Rodrygo, te la lía. Se hizo con un balón en la frontal del área, se giró fracturando la cintura de Paulista y batía a Mamardashvili. Depresión que mitigó Hugo Duro con el tanto que le permitía resacirse de los errores iniciales. Centro al área, se adelantaba a Nacho y marcaba. En el remate, al caer al suelo, se resentía de sus problemas en le hombro. Y ahí murió un choque. No es la Liga del Valencia, es cierto, pero hay que caer con mayor dignidad. No vale irse de un partido.