La relación del Valencia y el Real Madrid ha vivido algunas etapas convulsas a lo largo del tiempo, pero ningún episodio alcanza la virulencia desatada a raíz del último partido celebrado en Mestalla. El linchamiento mediático del que ha sido víctima el valencianismo ha superado todos los límites y ha dejado en anécdota los anteriores precedentes conflictivos.
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Históricamente, la rivalidad entre ambas entidades ha alternado momentos de máxima tensión con otros de normalidad institucional. El Real jugó en Mestalla un par de veces en Copa de Europa por el cierre de su campo después de graves incidentes. Las revoluciones se han disparado cuando ambos conjuntos han luchado por la conquista de títulos o cuando el club madridista ha deseado incorporar algún jugador referente valencianista. A estos episodios se añaden dos factores que han avivado el fuego de la indignación en Valencia: los arbitrajes sufridos y el papel de los medios de comunicación que, desde Madrid, informan para el resto de España. Se ha vuelto a comprobar esta semana. Un rodillo «informativo» implacable que no atiende a razones ni tiene miramientos se ha aplicado en la construcción del relato desde su óptica exclusiva.
La mayoría del madridismo reduce con simpleza la relación con el Valencia a dos episodios relativamente recientes: el fichaje de Mijatovic y la final de París. No hay más, no ven nada que no sea este par de episodios. Lo anterior no interesa. Hacen oídos sordos y miran hacia otro lado. Especialmente sangrante es su capacidad de invención para evocar la final de París. No hubo incidentes y el valencianismo aceptó resignado el desenlace, sin reprobaciones hacia el justo vencedor. A pesar de ello, siguen empeñados en su distorsionada visión de los acontecimientos. Las opiniones ajenas les resbalan. En realidad, lo único que pretenden es sacar pecho con aquella efeméride para reforzar su sentido de la superioridad. La tradicional arrogancia puesta, una vez más, de manifiesto.
Sin embargo, la historia particular de los desencuentros incluye otros capítulos singulares que han tenido más repercusión por estos pagos que en las proximidades de Las Cibeles. Cuando el Valencia recuperó su indumentaria con los colores de la Senyera, coincidiendo con una visita al Bernabéu en noviembre de 1977, se desencadenó un ambiente de desmedida hostilidad contra el equipo que capitaneaba Mario Kempes. Un año antes, las gradas de Mestalla se habían llenado de banderas valencianas con motivo del duelo ante los madridistas, un hecho que aún fue a más como respuesta a lo sucedido en Chamartín, en la segunda vuelta de la Liga 77-78, coincidiendo con un 19 de marzo de carácter reivindicativo en una grada que vibró con un triunfo por 2-0 con sabor a desquite.
El primer encontronazo entre ambas entidades surgió en los años treinta, cuando en una eliminatoria de cuartos de final de Copa, sendos arbitrajes provocaron la indignación entre la parroquia valencianista. En Mestalla se jugó la ida con triunfo visitante por 2-5. La actuación del colegiado, Tomás Insausti, generó múltiples protestas y en las crónicas de la época se habla de escándalo de proporciones extraordinarias. A pesar del resultado adverso, los valencianistas no bajaron los brazos, fueron a Madrid dispuestos a dar la campanada y lograron marcar dos goles. Estaban a un paso de igualar la eliminatoria. El tercer tanto llegó pero fue anulado, a continuación, volvió a marcar el cuadro visitante y, una vez más, de forma incomprensible, el colegiado Fausto Martín lo volvió a invalidar sin motivo aparente. Pasarín, capitán del Valencia, se enfrentó al colegiado y ante la negativa del árbitro a dar validez al gol, ordenó a sus compañeros la retirada del terreno de juego. La medida fue acogida con aplausos del público local que era consciente de la realidad. Aquel árbitro ya no volvió a dirigir más encuentros.
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En la historia centenaria de Mestalla destaca lo acontecido la tarde del 19 de marzo de 1972. El Valencia –vigente campeón y segundo en la tabla– recibía al Madrid –líder provisional– con un ambiente enardecido. El duelo era una final en la lucha por el título liguero. El triste protagonista fue el árbitro extremeño Sánchez Ibáñez, cuyas decisiones provocaron gravísimos incidentes de orden público. Los visitantes se impusieron por 1-2 y el partido fue suspendido antes de llegar al final por lanzamiento masivo de almohadillas. El árbitro abandonó las dependencias de Mestalla en un vehículo de la policía.
En tiempo modernos se han vivido luchas que han alcanzado mayor repercusión por su exhibición mediática: el traspaso frustrado de Mendieta, el título de Liga ganado por el Valencia en la campaña del Centenario madridista, el éxtasis de Mestalla con el 6-0 en la semifinal de la Copa de 1999 que nunca se recuerda desde Madrid o el penalti inventado en el último minuto por el murciano Tristante en 2004 son claros ejemplos de ello.
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