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JUAN CARLOS VALLDECABRES
Miércoles, 8 de mayo 2019, 00:19
El valencianista, como buen valenciano, es así: del todo a la nada y de la nada al todo en un visto y no visto. Todo lo negro que se veía en Londres la semana pasada se ha ido poco a poco despejando y ahora no hay aficionado que no hable del milagro; de la remontada, porque no es tan descabellado pensar que se le puede ganar 2-0 al Arsenal; del influjo de Mestalla; de que hay ganas de devolvérsela -deportivamente hablando- a Unai Emery por aquello de M'Bia; de que los jugadores de Marcelino van a echar el resto; de que vale la pena el aliento extra desde la grada para vivir este mismo mes la segunda final... Aunque la comparativa no es fiable, el quinto de la liga española quiere meterle como mínimo un 2-0 al quinto de la Premier (12 puntos más que los blanquinegros a tan sólo una jornada para el final de la liga).
En vísperas de un encuentro de este calado y sabiendo que está en juego la final europea de Bakú, el valencianismo se aferra a gestas tan recientes para alimentar esa pasión que envuelve noches como ésta. Todavía está muy reciente lo que se vivió en la Copa del Rey con el Getafe como invitado extraordinario, ya que del 1-0 de la ida se pasó al desbordante 3-1, además con el aliciente extra del 0-1 que puso Jorge Molina en Mestalla en el primer minuto de juego. Antes de esa ronda, también hubo que levantar el 2-1 del Sporting en los octavos. El 3-0 finiquitó las esperanzas del conjunto asturiano de dar la sorpresa. La Copa del Rey de este año para el Valencia será la copa de los partidos de vuelta porque al Betis le ganó 1-0 después del 2-2 con el que acabó el encuentro en el Villamarín (los verdiblancos llegaron incluso a ponerse 2-0). De Copa del Rey, no serán pocos los valencianistas que recuerden aquel 4-0 al Barça después de un 4-1 en la ida de los octavos, y que permitió semanas después el título con aquel 2-0 de Kempes al Real Madrid.
Pero como se trata la de mañana de una cita de rango europeo, es inevitable echar la vista atrás para encontrar noches que sirven para explicar lo que a veces suele pasar en un escenario como Mestalla, tan angustioso para locales o visitantes según desde donde sople el viento. Hoy, precisamente, se cumplen 18 años de aquella semifinal contra el Leeds que abrió de par en par las puertas de la final de la Champions contra el Bayern. Aquel Valencia-Leeds puede servir de alguna manera como ejemplo de lo que significa vivir la antesala de una final. El Valencia, dirigido entonces por Héctor Cúper, resistió en la ida 0-0 y fue el 8 de mayo de 2001 cuando con la inteligencia de Pablo Aimar y el instinto asesino de Juan Sánchez, el equipo destrozó a los ingleses con un contundente 3-0. El de Aldaia hizo dos tantos y Mendieta el tercero.
Aunque en este caso el repaso de las remontadas en casa establece como punto de partida ese cara a cara contra el Leeds, lo cierto es que el Valencia ha volteado un marcador en contra en once ocasiones en lo que a competiciones europeas se refiere.
A la hora de señalar un precedente reciente que por características se asemeje a lo que puede suceder este jueves, la hemeroteca regala el cruce de cuartos de la Europa League contra el Basilea de hace cinco años. Fue un partido de ida que el Valencia no dio una a derechas (3-0) y hasta Pizzi, aquel entrenador que Amadeo Salvo acabaría sacrificando por capricho de Peter Lim, declaró su estado de ánimo: «Siento vergüenza por lo que hicimos en el primer tiempo». Se jugó a puerta cerrada y sólo 63 personas desplazadas desde la capital del Turia (empleados del club, directivos y prensa) vieron el bochornoso juego que hizo el equipo blanquinegro. Pero como ocurre ahora con el Arsenal, de la desesperación más rotunda se pasó al optimismo más desenfrenado y siete días después nadie dudaba de que había muchas opciones de lograrlo. Que se lo pregunten a Paco Alcácer, que fue el culpable de esa remontada histórica (5-0). Tres goles del valenciano, uno de Vargas y otro de Bernat en la prórroga pusieron patas arriba Mestalla, con fiesta posterior en el balcón.
A la misma hora que los suizos se desangraban ante la avalancha valencianista, el Sevilla de Emery y Kevin Gameiro goleaba 4-1 al Oporto para plantarse después en la recordada semifinal de M'Bia.
Es el entrenador hoy del Arsenal el primero que sabe lo que se cuece en esa olla a presión en la que se va a convertir mañana el recinto valencianista. Con él, por ejemplo, se encuentran algunos ejemplos de superación. Desde el doméstico que pudo resultar superar en los octavos de Copa del Rey (2008-09) el 1-1 del Racing de la ida y convertirlo en el 3-1 de la vuelta, hasta el 1-0 con el que se regresó del campo del Brujas en los dieciseisavos de la Europa League (2009-10) para transformarlo en un 3-0; sin olvidar tampoco el 2-1 que en la 2011-12 le infringió el AZ Alkmaar en los cuartos y que Mestalla reconvirtió 4-0.
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