![Seis meses sin los latidos de Mestalla](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202008/23/media/cortadas/Mestalla%20%20(19%20de%2034)-Rgu5759qHwFp4a9a9Oj0scP-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
![Seis meses sin los latidos de Mestalla](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202008/23/media/cortadas/Mestalla%20%20(19%20de%2034)-Rgu5759qHwFp4a9a9Oj0scP-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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LOURDES MARTÍ
Valencia
Lunes, 24 de agosto 2020, 00:01
La pandemia arrancó a los aficionados de sus asientos. Y ya nada volvió a ser igual. Mestalla se quedó sin alma un 29 de febrero. Aquella calurosa tarde, el Valencia recibía al Betis. Aquel fue el último partido en el que los Dani Parejo y compañía (qué lejos queda todo aquello) sintieron el aliento de la grada. El 10 de marzo, antes de que se decretase el estado de alarma, los de Albert Celades jugaron en su casa. Las autoridades habían prohibido el acceso al estadio de aficionados. Unas 3.000 personas enviaron aliento al equipo a su llegada al viejo coliseo. Soñaban con una remontada. No sólo el resultado estaba en contra. Ni tampoco era lo más importante.
Llegó el confinamiento. Se frenó el país. El 20 de mayo Mestalla cumplía 97 años. El aniversario más silencioso del estadio más longevo de Primera. Sólo la Guerra Civil lo había enmudecido durante tanto tiempo. Días más tarde, el coliseo abrió sus puertas en diversas ocasiones con mayor motivo que una final de la Champions. O de un Mundial. Mestalla se convirtió en un centro de reparto de alimentos y comidas preparadas. Miles de personas hicieron cola sobre el mismo pavimento que tantas veces la han hecho los seguidores del Valencia para adquirir entradas. Esta vez se buscaba una ayuda que paliase el azote que supuso la pandemia.
El 6 de junio. 88 días después, la plantilla volvía a casa. Albert Celades, por aquel entonces técnico del Valencia, organizó una sesión preparatoria en el coliseo blanquinegro con vistas al derbi de la ciudad. Más allá de las medidas sanitarias que los jugadores asumieron desde la vuelta a los entrenamientos, se intuía que algo había cambiado. Los jugadores dejaron sus vehículos en los bajos de Mestalla en la avenida Aragón para evitar contacto con los aficionados. Pero eso no iba a ser lo más extraño. Así pudieron comprobarlo apenas una semana más tarde en el choque frente al Levante.
La competición regresó. Pero sólo eso. El fútbol, el fútbol de verdad no lo hizo. No lo hará hasta que miles de personas de Valencia y municipios de alrededor pongan, casi a la vez, rumbo a Mestalla. Las butacas estuvieron vacías durante cada partido, además de aquel contra el Atalanta. En el último con público fueron 37.410 espectadores al estadio. Casi medio centenar menos de personas que en el encuentro anterior. Pero en aquel derbi descafeinado no había ni un alma. Aunque no sólo sin aficionados se quedó el estadio.
Según fuentes del club de Mestalla, en la era prepandemia eran unas 900 personas las que se encontraban en el coliseo sólo para trabajar. Esos empleados se redujeron hasta 200 en las últimas jornadas de competición. Una quinta parte. Un parte significativa de éstos, son miembros de producción de las diferentes plataformas televisivas encargadas de trasladar lo que ocurre dentro del césped a los hogares de los aficionados y a los establecimientos autorizados para ello.
Antes de la aparición del Covid-19 los encargados de que el fútbol se desarrolle con normalidad realizaban funciones desde seguridad, a personal de mantenimiento, técnicos, azafatas, personas encargadas de atender en las barras y de servir por las gradas, personal de limpieza. La función de muchos de ellos ya no es necesaria, y en otras los efectivos se han visto reducidos. Los voluntarios de Cruz Roja se mantienen dentro del coliseo, al igual que la Policía Nacional. Fuera tampoco nada es igual.
Las señales de prohibido aparcar los días de fútbol han quedado inutilizadas en la avenida de Suecia. Tráfico habitual. Los agentes se limitan a controlar la llegada de los autobuses tanto del Valencia como del rival que ahora tiene lugar por el acceso sur del estadio.
Los quioscos con bufandas y demás enseres futboleros donde tampoco faltaban las pipas ya no están en las calles. La escultura del poeta y artista Nassio Bayarri ha pasado a ser testigo de cánticos a convertirse en un auténtico velatorio. El artista no podría imaginar que aquella obra que levantó en 1994 con motivo del 75 aniversario del club de Mestalla, iba a ser el lugar en el que, desde el pasado 12 de agosto, miles de aficionados dejan una vela que no permitirán que se apague para mostrar su malestar con el máximo accionista, Peter Lim, el presidente, Anil Murthy. El vacío de la grada probablemente le haya evitado escuchar desde el palco la bronca de los aficionados.
Pero si hay un sector que realmente ha notado la falta de miles de aficionados es el hostelero. Desde los locales ubicados en la avenida Aragón, hasta los más cercanos al estadio han sentido sensiblemente esta ausencia. Los bares dejaron de rugir. Las medidas de seguridad, apenas dejaban que aficionados se sentasen en las meses durante los encuentros. Mestalla es de esos estadios donde el fútbol empieza mucho antes de que el colegiado señale el inicio de partido.
En los encuentros de Liga, se suelen consumir entre 8 y 9 barriles de 30 litros de cerveza de media. Una cantidad que se llega a triplicar cuando se prevé desembarco de aficionados, sobre todo, de equipos europeos. Ante tal situación, algunos mantuvieron abierto hasta que terminó la liga intentando sobrevivir tras verse obligados a cerrar durante la etapa más complicada de la pandemia. Otros, aguantaron hasta julio y cerraron en agosto con la esperanza de que en septiembre haya más movimiento.
El Levante trasladó su casa hasta La Nucía . El club granota aprovechó el parón para cambiar su nueva cubierta . Tras las obras iniciales, ésta empezó a hacerse visible el pasado 20 de julio y servirá para protegerá toda la grada, irá acompañada de un sistema de iluminación y megafonía dignas de un estadio cinco estrellas.
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