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LOURDES MARTÍ
Viernes, 31 de julio 2020, 00:50
Minutos antes de que el sueño de su vida se hiciese realidad, en el momento previo al debut en el primer equipo de su vida, Hugo Guillamón se giró y encontró una cara amiga. «Estate tranquilo y juega como tú sabes», le dijo Ferran Torres. En sus mentes, destellos de la vida de ambos en la Academia del Valencia. Un fugaz recorrido por la trayectoria que les llevó hasta aquel instante en el vestuario visitante de la Real Sociedad en el estadio de Anoeta. Cuando las vacaciones concluyan, el central, por primera vez desde que tiene siete años, no encontrará en Paterna la sonrisa de niño travieso de Ferran Torres.
El de Foios ha escogido seguir creciendo en Manchester, mientras el chico de San Sebastián, que en 2012 jugaba a tenis aunque de mayor quería «ser futbolista», seguirá con el mismo escudo cosido al pecho. Acaba de renovar hasta 2023 y Meriton lo contempla como uno de los ejes sobre los que versará el nuevo proyecto con Javi Gracia en el banquillo.
Ferran y Hugo son de la generación de 2000. Una cosecha que se convirtió en el mejor cadete de la historia del club blanquinegro. Pero como en las mejores historias, antes necesitaron tocar fondo. Coger impulso y alcanzar el cielo.
En verano de 2014 formaron parte del equipo que representó al Valencia en el prestigioso torneo de la Nike Cup sub-15. El papel fue decepcionante y desde la Academia así se lo hicieron saber a los chavales. Un club como el de Mestalla no podía permitirse una imagen tan pobre, les dijeron. Esa pretemporada, todavía con Rufete en la estructura deportiva del club, llegó Paco Marí al mando del equipo. Su segundo entrenador era Javier Jordá. En la primera toma de contacto de los preparadores con el grupo sentían que el equipo se encontraba bloqueado. Sin embargo, intuían que no les iba a costar mucho empezar a ver la luz. Había mucha calidad y un chaval que jugaba de central con la capacidad de echarse el equipo a las espaldas dentro y fuera del terreno de juego. «Hugo es un chico del que aprendí mucho. Es líder por naturaleza, No levanta la voz, todo lo contrario, pero tiene mucho carisma». Viajaron a Austria y allí, en aquella convivencia, encontraron que las piezas del puzzle empezaban a encajar.
El grupo regresó a Valencia tras su periplo europeo. Un torneo en Beniferri se iba a convertir en el punto de inflexión para el resto de sus vidas. En la final Guillamón fue protagonista. Él, junto al lateral izquierdo, Fran Cortijo, que llegó al filial y que actualmente milita en el Alzira, convencieron a los técnicos, al más puro estilo Piqué y Puyol con la selección española, para que les dejasen probar una jugada para lograr la victoria. Dicho y hecho, aquella final se ganó con dos goles de Guillamón, uno de ellos, a centro de Cortijo. Ese iba a ser sólo el principio: «Aquel año fue bestial, no consiguieron hacernos un gol. Increíble a nivel deportivo, pero también personal», explica Paco Marí. El técnico sólo estuvo un año. El motivo de su adiós, la llegada de un Alesanco que, pese a sólo haber cruzado un par de palabras con él y todas ellas en sentido positivo, decidió que no continuase. Hoy Marí sigue formando a chavales, como entrenador en el Juvenil A de División de Honor del Torre Levante y de director deportivo en el Moncadense.
Ferran seguía creciendo a pasos agigantados. Jugó a caballo entre la categoría que le correspondía por su edad y con una superior. Apenas pasó por el filial dando el salto al primer equipo. «El compartir vestuario con chicos de más edad le fue forjando. Él y Hugo son muy amigos, pero tienen caracteres muy diferentes», apunta Marí, quien incide en la nobleza del central: «No vas a encontrar a nadie que haya recibido un mal gesto de él. Fue el primer capitán y un apoyo bestial y para sus compañeros y también para nosotros».
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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