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PACO LLORET
Sábado, 21 de enero 2023, 01:52
El Valencia andaba a la deriva en diciembre de 1982. Un equipo con dos caras opuestas. En la Liga iba de mal en peor, en ... Europa superaba a todos sus rivales, algunos de máximo nivel, como el Manchester United. Pese a contar con una plantilla de tronío, terminó la primera vuelta hundido en el fondo de la clasificación con tan sólo tres triunfos y otros tantos empates en diecisiete jornadas. Ante semejante panorama y tras el inevitable relevo en el banquillo, Miljanic por Mestre, se buscó un refuerzo que afianzara una zaga con mucho renombre pero que ofrecía un inesperado y preocupante bajo rendimiento: Carrete, Tendillo, Arias y Botubot. Todos los aficionados se la sabían de memoria porque llevaban cuatro campañas seguidas jugando juntos salvo rara excepción.
Los datos revelan la anomalía. En los seis partidos de la Copa de la UEFA disputados, el Valencia sólo había recibido un gol en contra. Sin embargo, en el ecuador del campeonato liguero, era el segundo conjunto más goleado y sólo había mantenido su portería invicta una vez, ante la UD Las Palmas en Mestalla, con igualada a cero. El club buscó un refuerzo con un perfil concreto: defensa solvente, regular y expeditivo. Las sutilezas y los recursos técnicos sobraban, se deseaba incorporar a un marcador implacable, porque las alternativas en aquella plantilla no cubrían esa necesidad. Quique Moreno era otro 'artista' con el balón en los pies. Pasieguito encontró en Alicante a su hombre: Adjutòri Serrat. Formado en el Barcelona, no había tenido cabida en el once blaugrana y había sido carne de cesión. Primera parada en Valladolid. Con el equipo de Pucela se midió al Valencia en la semifinal de la Copa de 1979. Aquella fue su primera actuación en Mestalla. Después recaló en el Hércules para quedarse ya como fichado. En el conjunto blanquiazul Serrat permaneció tres campañas, dos de ellas en la máxima categoría.
La costumbre de reforzar las plantillas a mitad de temporada no gozaba del impacto que tiene en la actualidad. Se admitían a los que venían de fuera o procedían de divisiones inferiores. En este caso, se trataba de una incorporación de perfil bajo, un futbolista sin renombre. Adjutòri Serrat debía reforzar a un equipo acostumbrado a competir en las grandes citas pero que había embarrancado sin que nadie fuera capaz de entender las razones de aquella situación. Su llegada no provocó grandes titulares ni alzó expectación, procedía de un club que militaba en Segunda. El valencianismo atravesaba por un estado anímico de profunda preocupación. La primera vuelta se cerró con otro considerable revés: una manita en el Bernabéu. El ambiente se enrareció hasta límites insospechados. Tres días después, en la noche de Reyes, arrancaba la segunda vuelta con la visita a otro campo de enorme dificultad: el Camp Nou. En ese escenario tan familiar para el defensa catalán se produjo el debut oficial de Serrat.
El Valencia hizo un buen partido en aquel contexto tan caótico. Algunos de los ilustres se quedaron fuera del once ante el Barça, caso de Kempes, Arias o Tendillo. A pesar de la mejoría en la imagen el resultado volvió a ser adverso, la derrota fue esta vez por la mínima. El único gol llegó como consecuencia de un penalti lanzado por Morán y rechazado por Bermell, portero valencianista, que no pudo impedir a continuación el disparo a bocajarro de Víctor Muñoz. El debutante completó los 90 minutos ante su antiguo club y cumplió con dignidad. Después de aquella jornada, la situación empeoró todavía más. El fantasma del descenso ya era una realidad amenazante. El Valencia pudo, finalmente, librarse de bajar a Segunda de forma rocambolesca en última instancia, mientras que otros equipos que en el arranque de la segunda vuelta transitaban relajados por la mitad de la tabla, como el Celta o Las Palmas, terminaron por perder la categoría.
Superado el angustioso trance, la historia de Serrat en Mestalla se prolongó durante los dos siguientes ejercicios. En el último, la Liga 84-85, con Roberto Gil en el banquillo, ofreció sus mejores prestaciones integrado como lateral izquierdo en una zaga inexpugnable durante gran parte del campeonato, junto a un recién llegado Quique Sánchez Flores en el otro costado, y el eje Tendillo-Arias en el centro. El defensa catalán encarnaba el perfil de 'hombre de club' en unos tiempos difíciles para la entidad, abocada a una contención económica y a rebajar sus expectativas respectos a etapas recientes. Serrat llamaba la atención por su frenético movimiento de brazos cuando iba en carrera. Se trataba de un futbolista cumplidor, de los que nunca administraba el esfuerzo, y que suplía con generosa entrega sus recursos limitados. Roberto entendió muy bien sus virtudes y supo sacar el máximo provecho de las mismas.
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