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Sevilla, ciudad de las finales
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El Valencia logró en la capital andaluza dos Copas del Rey con 20 años de separación y seis días después de acabar la Ligapaco lloret
Sábado, 9 de abril 2022, 00:51
Un hilo conductor une los dos títulos de Copa conquistados por el Valencia en Sevilla con casi 20 años de separación. Ambas finales se disputaron en sábado, con la coincidencia añadida de que se disputaban seis días después de haber concluido la Liga. El paralelismo aumenta cuando se comprueba que en aquellas dos campañas, la última jornada decidía si los valencianistas se clasificaban para la Champions. En los dos casos precisaban de la victoria, en el ejercicio 98-99 ante el Mallorca en Mestalla, y en la 18-19 en su visita al feudo del Valladolid. En ambos finales, repletos de emoción e incertidumbre, el Valencia salió victorioso y logró el objetivo.
El equipo de Claudio Ranieri no dependía de sí mismo, había de esperar el pinchazo del Celta en Balaídos ante el Atlético de Madrid. Los vigueses perdieron y el Valencia no desaprovechó la oportunidad para sentenciar su triunfo por 3-0, con goles de Anglomà –aunque, oficialmente se asignó el tanto al defensa Marcelino en propia puerta–, Mendieta e Ilie. Tarde redonda en Mestalla, explosión de júbilo en la grada y el nacimiento de una consigna que ha hecho furor: «Illa, illa, illa nos vamos a Sevilla». A orillas del Guadalquivir esperaba un rival que había desempañado el papel de cooperador necesario para abrir las puertas de la Champions. La superioridad del Valencia quedó puesta de manifiesto antes del descanso con los tantos del 'Piojo' López y el estelar de Mendieta. El argentino sentenció en la segunda mitad el triunfo apoteósico y cerró diecinueve años de sequía de títulos.
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Alberto Martínez de la Calle
Aquel Valencia llegó a la final lanzado, con una velocidad de crucero imparable. El equipo jugaba de memoria y ejecutaba los planes de Ranieri a la perfección. Su camino en la competición del K.O adquirió una gran espectacularidad en los duelos ante el Barcelona en cuartos de final y el Real Madrid en semifinales. Los barcelonistas llevaban tres años sin perder una eliminatoria copera y habían conquistado los dos títulos precedentes. El Valencia les pasó por encima en los dos campos: 2-3 en el Camp Nou y 4-3 en Mestalla. Lluvia de goles. No faltó el festival de Claudio López con sus carreras vertiginosas y otro tanto antológico de Mendieta. El pase a la final quedó sentenciado con la exhibición ante el Real Madrid en las semifinales: 6-0. Un set en blanco. Noche mágica. Mestalla gozó con aquella exhibición realizadora y acabó comparando al rival con la selección de San Marino.
El camino hacia aquella Copa del Rey se inició con un desequilibrado derbi ante el Levante UD, entrenado por el exvalencianista Pepe Balaguer, y con Fernando Giner como defensa. En el feudo granota se impuso el conjunto de Mestalla por un claro 0-3, con Rubén Navarro como goleador por partida doble, al que se sumó Mendieta. La vuelta se convirtió en un trámite resuelto con el solitario gol de Jocelyn Anglomà a falta de pocos minutos para la conclusión. Casualidades de la vida, el Valencia se proclamó campeón copero un día antes que los azulgranas certificaran el ascenso a segunda «A» después de vencer al Castilla en Madrid en partido matinal de promoción.
El título más reciente, la Copa de la temporada del Centenario, se logró con otro final apoteósico que incluso podría haber sido todavía mejor si se hubiera superado a un viejo conocido, el Arsenal, en las semifinales de la Europa League. En la misma semana, el Valencia aseguró su clasificación para la Champions –la última hasta el momento– ganó la Copa ante el Barça, y cerró el ejercicio 18-19 con broche de oro. Aquella felicidad duró unos pocos meses. El máximo accionista y sus secuaces se encargaron de dinamitar el proyecto con alevosía y premeditación. A partir de ahí, cuesta abajo y sin frenos.
Queda claro que Sevilla es la ciudad talismán para el valencianismo. A diferencia de Barcelona, donde el Valencia ha perdido las cuatro finales coperas disputadas y de propina una de la antigua Copa de Ferias, la capital hispalense se ha erigido en la antítesis, un lugar de veneración para la parroquia de Mestalla. A las dos finales ganadas, en dos escenarios diferentes, se añade la conquista del último título de Liga, en 2004, en el Sánchez Pizjuán.
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La final de 2019 puso la guinda a una campaña repleta de altibajos pero con un tercio final memorable. El equipo dirigido por Marcelino enderezó su rumbó e hizo buena la teoría de Luis Aragonés sobre la importancia de los últimos meses de competición. Sobre el césped, y en las gradas del Benito Villamarín, exhibió su poderío y superioridad sobre un rival cuya trayectoria en el torneo le convertía en claro favorito. El próximo 23 de abril, también sábado, aunque con el Valencia sin opciones de entrar en la Champions, se vuelve a poner a prueba la condición de Sevilla como escenario mágico.
Un nuevo triunfo equilibraría además el balance valencianista en las finales coperas disputadas. La número 18 de la historia. Una gran oportunidad que llega en un contexto más que delicado para la entidad. La ilusión por sumar un nuevo título es el único consuelo para superar la cruda realidad.
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