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Ferran lleva al Valencia a la locura

El Valencia remonta tras un mal inicio e iguala en puntos con Chelsea y Ajax

pedro campos

Martes, 5 de noviembre 2019

Noche de desafíos en Mestalla. La Champions es implacable y ni espera ni perdona. Pese a que este martes no va a quedar del todo nada decidido matemáticamente hablando y ocurra lo que ocurra tanto aquí como en Londres con el Chelsea-Ajax, lo cierto es que el Valencia, tercero de grupo y dos puntos menos que ingleses y holandeses, necesita además de sumar proteger su propia autoestima para no echarlo todo a perder a las primeras de cambio. El año pasado le penalizó el 1-1 del Young Boys y da la casualidad de que en Lille hace dos semanas se repitió precisamente ese mismo marcador. Este martes, el Valencia todavía tiene la posibilidad de reconstruir su propio camino en Europa y decidir si quiere aspirar a los octavos o empezar a pensar en la Europa League. El problema con el que se encuentra el Valencia es que todo adquiere una mayor dimensión al aspecto puramente deportivo. Un desliz hoy, por ejemplo, inyectaría más desasosiego del que ya hay en la grada y que tiene al presidente y por añadidura a Peter Lim como motivo de fondo.

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Ayer, por ejemplo, Celades y Gayà hicieron referencia a lo que se está viviendo interiormente en el Valencia, cuestión que para aficionados e integrantes del Lille es difícil de entender. El Valencia está inmerso en una extraña catarsis que no es fácil de asimilar para alguien que no conozca la cultura blanquinegra. Celades, de hecho, cumple hoy su decimotercer partido al frente del Valencia y todavía la grada no tiene claro si el joven entrenador tiene conocimientos y habilidad suficientes para enderezar este proyecto. El año pasado, a estas alturas de la temporada, el Valencia se acababa de estrellar en casa contra el Girona (0-1) y todas las miradas se giraban al palco con Marcelino como punto de debate.

A Celades por ahora sólo lo defiende Meriton. El pronunciamiento de los jugadores es demasiado tibio con respecto al técnico y los resultados no son del todo convincentes (cuatro victorias en 12 encuentros). Cuenta además el entrenador con un serio hándicap: el de las lesiones. Por eso no tiene otro remedio que echar mano de los mismos que ganaron al Espanyol el sábado, con la excepción de la entrada de Gayà. Entra en la lista por primera vez en la temporada Mangala (Diakhaby es baja por sanción) y regresa Gameiro, pero no llega a tiempo Carlos Soler y Sobrino es baja.

Es la segunda parte que jugaron contra los espanyolistas la que tiene que servir de referencia válida para esta noche. La primera no sirve para nada porque sería repetir lo que pasó en Lille y eso no es nada bueno. Los franceses sometieron a un incesante tiroteo a Cillessen hasta que acabaron nivelando el marcador en el tiempo añadido.

Tanto desde el vestuario como desde el propio club –con Anil Murthy como único portavoz– se han encargado en los últimos días de insistir en la importancia del aliento de Mestalla. Se busca ahora casi desesperadamente una comunión con la grada que semanas atrás se ninguneó con las acciones que unos y otros tomaron. Son las cosas de este Valencia, desbordado a veces por la pasión tanto para lo bueno como para lo malo. El día del Sevilla en los últimos minutos se vivió un ambiente idóneo cuando todos –grada y equipo– pusieron de su parte hasta que se empató. Eso es lo que hará falta esta noche.

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Una mala noticia derivó en el gran acierto de la noche. Cheryshev se marchaba cabizbajo por la banda y Ferran aparecía. Enfurecido por verse fuera de la alineación, brotó en el campo para mandar mensajes. A sí mismo y al entrenador. Quiere y puede. Tiene planta, calidad, desborde, velocidad. Cuenta con todos los ingredientes para convertirse en una futbolista de época. Pero es valenciano, de un pueblo pequeño de l'Horta Nord y parece que tiene que hacer más que otros para ser el elegido. Saltaba la campo cuatro minutos después del tanto del Lille. Cuando los murmullos atronaban en Mestalla. Cuando el Valencia parecía tocado. El conjunto francés tuvo opciones para aumentar la diferencia, pero el equipo blanquinegro ya no era aquel que se paseaba grogui. Y todo se remató en la parte final del encuentro. Fueron momentos locos. En unos minutos de majareta el Valencia consiguió cuatro goles que le dan la victoria y le sitúan con los mismos puntos que Chelsea y Ajax en lo alto del grupo. Los tantos, además, tuvieron de todo. Un penalti a lo Panenka de Parejo, una ayuda del francés Soumaoro, un zapatazo majestuoso de Kondogbia y la calidad de Ferran para definir ante Maignan. Con este gol, además, ha entrado en la centenaria historia del Valencia. Arrebata a Gerard López ser el futbolista más joven en marcar en la Champions con sólo 19 años y 260 días de vida. El futuro es suyo.

¿Será el punto de inflexión de un equipo que hasta ahora no jugaba a nada? Bueno, al menos gana. Lleva dos partidos con premio final. En estos momentos quizá sea lo más importante. Seguir vivo en la Liga de Campeones y mantener las opciones de tener protagonismo en la competición doméstica. Porque practicar buen fútbol ya es otra historia. Se comprobó en la primera media hora del encuentro. En ese tramo el Valencia parecía aquel compañero de clase que ocupó un pupitre cercarno durante muchos años y del que careces de recuerdos. No participaba en clase, no destacaba en los partidillos en el patio, no traía el balón y tampoco despuntaba por los bocadillos matineros. Sin personalidad. Como el nuevo equipo de Celades había mostrado hasta ese día. No se le conocían virtudes. Ni chicha ni llimonà. Plano. Ni atacaba con agresividad ni defendía con fiereza. Vulnerable. Un dato que ejemplifica la situación es que lleva ocho partidos encajando tantos. La pasada temporada la racha se quedó en siete.Y en la Liga de Campeones cualquiera te mata. Hasta el Lille, el más flojo del grupo. El gigante Osimhen se aprovechó de esta debilidad para remover el partido. Parejo, irreconocible en este inicio de temporada, erró un pase y el balón rebotado voló hacia los pies del delantero del Lille, que encaró a Cillessen y le batió por bajo. Pero antes del gol el conjunto francés había llegado hasta en cuatro ocasiones con claridad frente al guardameta blanquinegro. Celades había pedido intensidad a su grupo para evitar un inicio lamentable como el de Cornellà, pero está visto que los jugadores pasan de él. Los que corrían eran los franceses. Como galgos. Los valencianistas se quedaban en pases insulsos y con la portería contraria a kilómetros de distancia.

Pero emergió Ferran Torres con la nueva lesión muscular de Cheryshev. Celades mandó a Kang In a la banda izquierda y al de Foios en la derecha. Situación más lógica. Y empezaron a llegar las opciones blanquinegras para marcar. Primero con un cabezazo de Paulista que sacó un defensa justo en la línea de la portería y luego fue el surcoreano el que intentó otro testarazo sin éxito. Cuando moría la primera mitad el Valencia ya pudo ponerse por delante en el marcador en una doble opción clarísima de Rodrigo. En las dos ocasiones el balón acabó chocando contra el portero francés.

Eran buenos indicios. Surgía el orgullo. Cuando falta el fútbol al menos hay que poner corazón. Está claro que el nuevo Valencia no es un equipo de autor, no tiene un sello. Pero sí adoptó una definición que le perseguirá siempre. Por fortuna. Es bronco y copero. En la segunda mitad aguantó dos arrancadas del Lille con un chut de André y una grandísima ocasión de Yazici -se escuchó algún silbido en Mestalla- para después desatarse por completo. También ayudó que Celades sacó del campo a un discreto Kang In para dar salida a Vallejo. El exfutbolista del Cádiz excitó a sus compañeros. No lució excesiva calidad pero sí osadía. Lo del surcoreano es para analizar. Está claro que no juega en su sitio. No es futbolista de banda. Pero aquí hay que hacer méritos. David Silva tuvo que crecer en el barro. Y lo hizo. Hasta el infinito. A Kang In se le escapa la calidad. Pero no es suficiente. No le vale sólo con eso. Debe aprovechar las oportunidades.

Y de repente llegó el delirio. Una mano del central Fonte permitió a Parejo acertar de nuevo desde el punto de penalti. El Valencia es el rey desde los once metros. El capitán, además, es un tío valiente. Anotó a lo Panenka. Con ese tanto se evitaba el descalabro. Pero el Valencia quería más. El Lille ofreció una nueva ayuda con el gol en propia puerta de Soumaoro tras un centro de Gayà. Faltaba lo mejor. El caviar. Kondogbia volvió a ser Kondogbia. Difuminado en este inicio de temporada, borró el titubeo con un zapatazo señorial desde fuera del área. El balón voló con efecto para colarse en la portería. Y surgió el regalo final. Fue Ferran el que lo recibió y lo ofreció a su gente. En otra de sus correrías por la banda derecha, recibió el balón y lo alojó con calidad en la portería del Lille. El naufragio que se aventuraba en la primera media hora derivó en otra noche de locura en la Champions. Era justo y necesario. Ahora sólo falta que el Valencia vuelva a ser reconocible. Si lo consigue las posibilidades aumentan muchísimo en todas las competiciones. Que así sea.

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