Un Valencia desganado que no da para más

La ausencia de refuerzos es una excusa. Una justificación barata. El Valencia tiene mejor plantilla que el Huesca, aún sin fichajes, de aquí a Lima. Gayà, Kondogbia, Guedes, Gameiro o Maxi Gómez son jugadores internacionales, de una reconocida trayectoria. Por tanto, el ridículo de este sábado ante el conjunto aragonés nada tiene que ver con la carencia de caras nuevas. Sí con la falta de ganas. No lo digo yo. Lo dijo Gameiro al acabar el partido. Y esto es gravísimo. Mientras a los militares se le presume la valentía, a los futbolistas se les supone que van a esforzarse para ganarse el sueldo y defender un escudo. Tuvieron la suerte de un Mestalla vacío. La pitada y la pañolada hubieran sido de época. No es de recibo que el Valencia necesite media hora para acercarse a la portería del Huesca. Repito, del Huesca. No del Real Madrid, el Atlético o la Real Sociedad. Del Huesca. Es indignante que el Huesca (sí, el Huesca) sume veintinueve centros al área. Irrita que en toda la segunda parte no se acertara ni un disparo entre los tres palos del Huesca. Sí, del Huesca. Para llorar. Este Valencia no da para más. Es insípido. Sin alma. Sin vigor. Y no sólo hay que mirar a los futbolistas, igual hay que girar la cara hacia el banquillo. Los entendidos apuntaban que los equipos de Javi Gracia eran rocosos -se decía que con el navarro regresaba el 'bronco y copero'-, que presionaban arriba, que eran peleones. O los entendidos no tienen ni idea o nos han cambiado a Javi Gracia. Ni los delanteros empujan para importunar la salida del balón del rival ni el equipo se posiciona juntito para evitar que el contrario domine y entre por donde quiera. Nada de eso se vio.

Valdano decía que los conjuntos eran su estado de ánimo. El del Valencia está por los suelos. Nadie se abstrae de lo que ocurre en los despachos. El entrenador se queja porque se ha sentido engañado y los futbolistas disponen sobre el césped lo que ven en la cara del entrenador. Fueron muchas las imágenes del choque con el técnico apagado en el banquillo. Tiene que reaccionar. O asume dónde está y quién dirige el club o su futuro como blanquinegro tendrá poco recorrido. Pero las jornadas van pasando y todos los puntos que pierdes ya no vuelven. Ayer sólo fue uno y por méritos no lo mereció. Se vio desde el primer momento. Fue pitar el árbitro y las botas de los jugadores oscenses tenía un imán. El balón siempre era de ellos. Okazaki pudo marcar en el minuto siete. La tuvo clarísima. El Valencia seguía dormido. No conseguía dar tres pases seguidos. Era un espectador del monólogo del Huesca, que no sólo tocaba el esférico, sino que llegaba al área con una facilidad pasmosa. A los 18 minutos disponía de dos ocasiones casi encadenadas. Además, en sendas acciones Hugo Guillamón se arriesgó a cometer penalti. Todas las señales eran contrarias. Pero con la primera parte ya entrada en minutos, una falta lateral consiguió lo imposible. Wass lanzaba el balón desde 37 metros de distancia y tras pasar por debajo de las piernas de Kondogbia, entraba en la portería de Andrés Fernández. Cero merecimientos, un gol. Tenía que ser el golpe para despertar al equipo. Nada. Siguió aturdido. Lo que quedaba de primera parte y la segunda. Horror.

Todos imaginamos que en el vestuario se escucharon gritos. Jamás lo sabremos. Pero si los hubo, surtieron el efecto contrario. El Valencia podía cambiar su actitud y al menos cerrarte para defender el resultado. Ni se ajustó en la retaguardia ni planteó buscar el segundo. Continuó insustancial. El Huesca, en cambio, salió batallador pero no exento de calidad. La tuvo primero Ferreiro pero su chut salió alto. Después fue Seoane, que lanzó un disparo durísimo que permitió lucirse a Jaume Doménech. Sacó una mano prodigiosa. Era el minuto 60. Hasta el 63 en el que llegó el gol del empate, el asedio oscense fue espectacular. Insistió e insistió hasta conseguir la igualada en un córner en el que Siovas se alzó majestuoso entre tres futbolistas del Valencia. Y no eran los más bajitos. Lo hizo por encima de Kondogbia, Diakhaby y Guillamón. Los tres acabaron hundidos ante el central griego.

Javi Gracia buscó variar la tendencia con la velocidad de Yunus y Gameiro. Alguna opción hubo de estos dos futbolistas, pero sin excesiva importancia. Quien seguía como un martillo pilón era el Huesca. Okazaki envió el balón al larguero sólo nueve minutos después del empate. Sus intenciones eran claras. Veían a un rival desmotivado y buscaron el triunfo. Lo merecieron. Porque el Valencia continuó sin proponer juego de ataque. Kondogbia lo intentó desde fuera del área en un balón que paró Andrés Fernández. Todo podía pasar y casi Hugo Guillamón da la razón a Javi Gracia. El canterano es el cuarto central para el técnico. Tras un encuentro muy serio, en una jugada a tres minutos del final perdió el balón ante Mosquera en la frontal del área y le salvó que el oscense chutó muy flojo. Son esas cosas que debe variar. Hay sitios y momentos donde es mejor el patadón y tiente tieso, nada de florituras. Pero es joven, tiene calidad de sobra y mejorará si le dejan. Sólo un instante después fue Gameiro el que pudo dar la victoria al Valencia. Le llegó un balón botando pero su remate salió cruzado. Se acabó. Menos mal.