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No quería cerrar el año del centenario así, dejándose llevar en Valladolid y sin probar siquiera los guantes de Masip. Era plenamente consciente el Valencia de su horrible partido. Lo sabía Celades, brazos cruzados en la banda lamentando que su equipo no hubiera encontrado el camino para estirar su tremenda racha. Fue tan ingobernable el balón por culpa del viento que el Valencia triunfante de Ámsterdam, el de su brillante actuación contra el Real Madrid, ponía cara de póquer ante las circunstancias. Ni pudo ni supo jugar en ese estadio apodado 'la pulmonía' con toda justicia. Hasta el vuelo de Jaume tratando de impedir el golazo de Guardiola parecía estéril hasta que la perserverancia llegó para rescatar al Valencia. No fue demasiado el logro, un punto, pero supo especialmente bien después de ver cómo se habían manejado los blanquinegros en su último servicio de 2019.
Si Sevilla es la tierra prometida del valencianismo, a Valladolid, salvando las distancias, tampoco le quedaba mal la etiqueta porque fue en Pucela donde el Valencia de Marcelino abrochó la Champions el curso pasado. Nada tuvo que ver el encuentro de ayer con el de mayo: aquel fue una fiesta de salvación para el Valladolid y otra, igual de especial, para los visitantes, que repetían entre los cuatro mejores de la Liga tras una gran remontada. La del 21 de diciembre fue una noche de perros en Castilla, de viento y lluvia, una velada para futbolistas con el depósito de gasolina lleno. Y eso no lo disfrutaba el Valencia, a quien le viene de perlas el parón invernal para recuperar fuerzas y jugadores.
Frío. El Valencia nunca entró al partido y salvó un punto cuando el Valladolid celebraba el triunfo.
Las bajas. Esta vez sí se notaron las ausencias, especialmente en ataque. Vallejo cubrió el vacío dejado por Rodrigo.
Jaume y el VAR. El portero fue el mejor y estuvo a punto de sacar el gol rival, que subió cuando el VAR comprobó que el balón había entrado.
El punto final en la última jugada del choque lo sirvió Ferran Torres y fue cazado por Manu Vallejo, un agitador de profesión que añoraba su Cádiz entre tanto frío. En el momento del estallido de gol, Vallejo y Ferran Torres eran los elegidos por Celades para ocupar el área de Masip porque la nómina de arietes estaba fuera de combate: ni Gameiro, ni Maxi Gómez ni tampoco Rodrigo, que salió del campo lesionado y antes de tiempo. Las ausencias las notó más que nunca el Valencia en Valladolid y también la fatiga. Han sido siete partidos en un mes incluyendo los dos cruciales en la Champions, la visita del Real Madrid a Mestalla, el doble derbi liguero... Mucho tute para una plantilla extenuada pero que nunca se rinde. En Valladolid volvió a quedar de manifiesto: muchos de los logros del Valencia durante su centenario los firmó a base de coraje.
Para Pucela no tenía demasiado donde improvisar Celades. Su único atrevimiento fue incluir en el once a Rubén Sobrino, cuyo papel esta temporada es testimonial. A Soler le tocaba otra vez la banda izquierda y Wass volvía a enfundarse el traje de lateral. Estaba obligado el Valencia a escarbar en las miserias del Valladolid: cuatro partidos consecutivos en Liga sin ganar y más de 400 minutos sin cantar gol. Un drama de cara a portería que Sergio quiso solucionar con Sandro y Enes Ünal. Pero no. La primera mitad fue malísima -cosa de los veintidós- con un Parejo tan sobrado que incluso en un paisaje desolador para crear juego sacaba ventaja de su talento. Rodrigo desperdició de cabeza la mejor opción valencianista y el tobillo de Coquelin, pese a la torcedura, aguantó.
El temporal no amainaba y el Valencia empeoró tras el paso por vestuarios. En realidad, fue la necesidad del Valladolid el factor diferencial en la segunda mitad. Pucela quería guerra y con Toni Villa como estilete, el equipo de Sergio mejoró. El festival de Jaume Doménech, empeñado en abrir el debate sobre la titularidad en la portería, empezó en un latigazo de Sandro desde fuera del área que logró repeler sin suerte: Ünal enganchó el rechace pero se encontraba en un claro fuera de juego. Si en la primera parte daba la sensación de que el Valencia era el único responsable del 0-0, en la segunda estuvo a merced del Valladolid. Avisó otra vez Moyano, justo antes de que Celades recibiera otra mala noticia en forma de lesión. El técnico, para entonces, ya había variado el sistema (4-3-3) pero le duró muy poco hasta el regreso al dibujo inicial. En ese tramo respondió con grandes paradas Jaume a los intentos de Óscar Plano y Guardiola.
El último -y único- acercamiento blanquinegro al área de Masip acabó con un balonazo alto de Ferran Torres con la zurda. Esta vez, ni él ni Soler (los actores principales de segunda línea) conseguían olisquear los metros del todo y nada. Tampoco Pizarro Gómez contribuyó a que el asunto finalizara con el empate inicial. El colegiado pitó una falta muy discutible a Coquelin y fruto de esa jugada llegaría el 1-0. La falta, perfecta para un zurdo, la asumió Guardiola. Jaume soltó un manotazo y aún festejaba su espectacular parada cuando el árbitro advirtió de que el VAR estaba revisando la acción. El veredicto no se hizo esperar y por fin Pucela pudo reencontrarse con el tanto: el balón había traspasado por completo la línea.
Ni los minutos de prolongación consiguieron avivar a un banquillo valencianista muy parado. Nadie daba un duro por el empate, asumido ya que el encuentro había sido infame. Pero la ausencia de un plan de juego efectivo no castigó al Valencia probablemente como merecía. En un balón muy rápido que llegó a la banda de Ferran encontraría el de Foios un tesoro para ponerlo entre Masip y los defensas del Valladolid. Y entre una nube de camisetas rivales apareció el pequeño Manu Vallejo para meter el pie y rascar el punto que sabía a oro para el Valencia. Con el empate, los de Celades mantienen su buena línea (una derrota en los últimos cinco choques) aunque desperdiciaron la ocasión de meter otro bocado a la zona Champions.
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