Cuando consultas en la RAE qué significa sufridor, sale la foto de un aficionado del Valencia. No hay manera de gozar de tu equipo. El equipo ha conseguido la salvación (qué menos) pero todos han ganado años en su cuerpo con tanta angustia. Y el partido definitivo no cambió el libreto. Una aparición en el césped deplorable, con un tanto encajado a los 56 segundos (acierto de Ayoze), mientras en el resto de campos implicados los resultados se iban encadenando en contra. Hubo que esperar al minuto 70 para que Diego López Noguerol se adentrara en la historia dulce de la entidad de Mestalla. El gol del asturiano daba la igualada y la salvación. Ya daba igual lo que ocurriera en otras latitudes (al final caía el Valladolid al pozo en terrible pugna con el Almería). Yunus lo complicó con su absurda expulsión cuando llevaba sólo dos minutos en el campo, pero al final, en la fiesta de Joaquín, ambos equipos se declararon amistad eterna y dejaron pasar los minutos. La afición, la sufrida grada valencianista, respiró. No se merece esto. No se merece una temporada tan desconsoladora. No se merece algunas actitudes de futbolistas. Y no se merece a Lim como dueño.
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«No estoy del todo contento. Pedimos perdón al valencianismo», decía un sentido Gayà al acabar el partido. La voz del club. La voz de todos. No lo dijo claramente pero dejó entrever que el lío con la propiedad ha llevado al Valencia a donde está. La única satisfacción de la temporada es la irrupción de Paterna. La cantera salvadora. Cinco goles entre Diego López, Javi Guerra y Alberto Marí. Meriton se frota las manos. Todos renovados y con cláusulas estratosféricas. Buenas ventas se pueden conseguir. Esa es su visión empresarial y ajena al sentimiento, a la piel blanquinegra. Pero el mérito es de Baraja, única y exclusivamente. Tras los primeros entrenamientos se dio cuenta de que debía tirar de gente que sintiera el escudo. Era la única manera, de lo contrario no se hubiera llegado al final con opciones de seguir en Primera.
No ha habido manera de esbozar una media sonrisa hasta el partido definitivo. Porque la otra media es imposible disfrutarla con Lim como máximo accionista del club. Es la condena de nueve años y un día que habrá que agradecerle de por vida a Amadeo Salvo. Un dueño que ha dejado desamparado al equipo, que no tiene intención de dotar de coherencia a una dirección deportiva que guíe los pasos del Valencia (ejecuta según los impulsos de su amigo Mendes) y que prefiere la venta de futbolistas para intentar cuadrar las cuentas a potenciar el bien preciado que salta al césped. La consecuencia ha estado a un paso de ser terrible. Pero si no ha sido esta temporada, será la próxima. Es una deriva sin remedio. Porque no sabe o porque no quiere. Cualquiera de las dos opciones están siendo letales para una entidad centenaria, acostumbrada a complacer a su gente, habituada a alternar con los pujantes de la competición y en ocasiones hasta ser el más grande. Qué tiempos.
La salvación no debe ocultar que esto no puede seguir así. Si el elegido para dibujar el nuevo equipo es Corona, que cuente con la autonomía suficiente para hacerlo. Y, sobre todo, definir qué se quiere: un equipo de cedidos, llenarlo de canteranos o buscar un equilibrio y hacer algún esfuerzo económico para contar con gente veterana o con suficiente entidad (el caso de Kluivert, que cuesta 15 millones su opción de compra). Porque esta ausencia de proyecto ha llevado al Valencia al abismo. Esta temporada han ocupado el banquillo hasta tres entrenadores y se han visto carencias en puestos clave del equipo. Todo ello se ha reflejado en el tapete, en partidos donde el equipo ha acusado la falta de veteranía (el centro del campo de los últimos partidos los forman Javi Guerra con 20 años, Nico González con 21 y André Almeida con 23). Arriba la llegada de Cavani ha sido un fiasco (ayer salió antes el canterano Alberto Marí que el uruguayo; tampoco apareció Hugo Duro) y detrás la ausencia de contundencia se ha mitigado por las paradas de Mamardashvili, pero ninguno de los centrales ha llegado al mínimo exigido. ¿Y de quién es la culpa? Baraja ha hecho lo que ha podido con lo que le han dejado. Sin duda hay que mirar a Singapur porque Corona finalmente es un mandado. O alguien hace entrar en razón a Peter Lim o el mes de mayo de 2024 se vivirá el día de la marmota, nuevamente con el Valencia peleando porque ese año no sea el definitivo del entierro.
Al final la fiesta de Joaquín se ha ampliado con la permanencia del Valencia. El Betis no se jugaba nada y aunque en su día un cambalache con el Cádiz envió al conjunto de Mestalla a Segunda División, en esta ocasión todo han sido alegrías. Por cierto, bien haría el Valencia en fijarse en el proceder del conjunto verdiblanco. La apuesta por Manuel Pellegrini ha sido la mejor decisión en muchísimos años y a, partir de ahí, combinar canteranos resultones (Edgar, Rodri…) con gente de enorme nivel (Fekir, Canales o Borja Iglesias). Si es que no es tan difícil, sólo hace falta pensar, planificar y querer. Y Lim no quiere. Le da igual el Valencia. Ni en el momento más comprometido de la historia del club ha sido capaz de coger un avión y plantarse en Sevilla o, al menos, haber enviado a su hijo. Pero ahí estaba Kiat fotografiándose con Cristiano Ronaldo en la entrega de premios de las becas del magnate de Singapur. Sin duda, una iniciativa loable, pero no se puede ser bienhechor con una parte de tu existencia y tan negligente con otra, justamente la que afecta al Valencia. Después se quejan de que los aficionados no les entienden. Es que no hay manera de simpatizar con una gente tan fría. La continuidad de Meriton en Mestalla es la condena del Valencia.
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