Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo
Desde la izquierda, Barrachina, Seoane (ayudante), Adorno, Cota, Aníbal, Tatono, Ramírez, Sol, Antón y Jesús Martínez; abajo Uriarte II, Sergio, Melèndez, Claramunt I, Vidagany, Claramunt II, Quino, Valdez y Di Stefano / Bernat Navarro Porter
EL TÚNEL DEL TIEMPO

Di Stéfano, genio y figura en el banquillo

«En defensa bien, en ataque mal», frase que pronunció y que fue toda un declaración de intenciones de una renovación que no estuvo exenta de controversia

paco lloret

Viernes, 10 de abril 2020, 22:54

En su primera comparecencia ante los medios en Valencia, queda bien claro por dónde van los tiros. Alfredo di Stéfano no se muerde la lengua y esquiva con elegancia las preguntas más comprometidas. Se intuye lo que pretende. «Un equipo, para ser campeón debe tener su estilo, no amoldarse al del contrario». Una profecía que, justo un año después, se hará realidad. En su primera radiografía del plantel apunta: «En defensa bien, en ataque mal».

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La respuesta se traducirá en hechos. Aquel equipo cuenta en ese momento con Nebot, Waldo y Ansola como arietes. Además, Fuertes y Collar actúan como extremos, Guillot y Poli juegan como interiores. Ninguno de ellos será titular habitual en el Valencia que se proclame campeón de Liga y subcampeón de Copa en el ejercicio siguiente.

La gran primera decisión adoptada provoca una fuerte controversia: Guillot y Waldo causan baja en la plantilla. Ambos han sido grandes ídolos y referentes en los años sesenta pero su estrella ya se ha apagado. La polémica crece y se apela a teorías conspirativas: se acusa a Di Stéfano de tener manía a los jugadores brasileños porque no trabajan como él quiere.

Incluso se evoca la batalla campal durante el Valencia-Espanyol de la campaña 65-66 con cuatro expulsados, entre ellos Guillot, tras una considerable trifulca en la que estuvo involucrado Alfredo di Stéfano en su última temporada como jugador en activo.

Poli y Ansola continuaron en la plantilla aunque ese fue su último año y apenas jugaron pese a que el primer triunfo valencianista en aquella Liga –5-1 a la UD Las Palmas en la segunda jornada– fue gracias a tres goles de Ansola y dos de Poli. No les sirvió de mucho aquella exhibición realizadora porque Sergio, Forment, Pellicer, Claramunt II y Valdez acabaron siendo los delanteros titulares durante gran parte de la temporada 70-71. Fuertes adquirió un papel testimonial y Nebot solo jugó un partido como titular que, para más inri, coincidió con el peor resultado del Valencia. Aquella fue su cruz. Collar, cómo estaba cantado, colgó las botas al concluir la campaña 69-70.

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Por el contrario, la línea defensiva integrada por: Sol, Tatono, Barrachina, Jesús Martínez, Aníbal, Antón y Vidagany se mantuvo. Todos ellos siguieron bajo las órdenes de Di Stéfano, salvo Tatono, durante los cuatro ejercicios consecutivos en los que el hispano-argentino permaneció en el banquillo. Un dato revelador. La principal exigencia del técnico a la hora de ejercer funciones de director deportivo –'manager' tituló hace 50 años LAS PROVINCIAS al dar cuenta de la noticia– quedaba justificada sobradamente. Con una personalidad arrolladora y un carisma singular, Di Stéfano procedió a desmontar un equipo y a construir otro renovado. No le tembló el pulso y contó con el apoyo incondicional del club. Otros dos veteranos permanecieron en el plantel pero no jugaron en partido oficial: Roberto y Pesudo.

Precisamente, Roberto Gil como capitán, acompañó a Di Stéfano antes de hacerse cargo del equipo para presenciar el partido en La Romareda de vuelta de las semifinales de Copa de 1970 en el que no podía jugar porque se recuperaba de una lesión. Cuando Enrique Buqué, entrenador en aquel momento, lo supo, se subió por las paredes. Una semana después, Roberto se cayó de la lista para jugar la final en el Camp Nou contra el Real Madrid. Una puerta del vestuario de Mestalla pagó las consecuencias de la furiosa reacción del centrocampista. Roberto y Buqué fueron amigos y trabajaron juntos años después en labores técnicas. Nunca se recriminaron el asunto.

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El aterrizaje de Di Stéfano convulsionó el ambiente futbolístico en Valencia desde el primer día. El entorno que envolvía al club se transformó. Un estado de fe y entusiasmo se generó desde verano. Puede que el triunfo en el trofeo de La Línea, visto por televisión, encendiera la mecha. Más de 40.000 aficionados acudieron en agosto al partido de presentación que acabó en empate con el Académica de Coimbra. Después vino la recuperación del Naranja que dejó pequeño Mestalla. Un anticipo de lo que estaba por venir. La ascendencia de Di Stéfano, la capacidad para convencer a sus jugadores, el magnetismo de su labor permitió que poco a poco se consolidara la fortaleza del Valencia, firme en casa y peligroso en los desplazamientos. La presión ambiental de Mestalla resultó determinante. Di Stéfano fue el causante de aquel prodigio.

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