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El valencianismo va a tener que agarrarse a un manual de resistencia para soportar una temporada que tiene todos los visos de hacerse eterna y dramática. No hay ningún clavo al que agarrarse después de cinco jornadas que han servido para destapar todas las carencias ... de una plantilla que, aunque se empeñe el club en barnizarla con mil giros lingüísticos, ya comenzó en el tramo final del pasado curso a tomar forma de globo pinchado. En total, ya son 12 partidos los que suma el Valencia sin ganar en Liga. Los siete últimos de la anterior temporada y los cinco primeros de la actual. En esa horquilla son cero victorias, tres empates y nueve derrotas. 3 puntos de 36. Un 8%. Un drama.
Al nefasto arranque, el peor de la historia del Valencia en Primera, no lo salva ni la estadística. El conjunto de Mestalla no comenzaba una campaña sumando 1 punto de los primeros 15 desde 1999, con cuatro derrotas y un empate. Realmente, el actual es peor. Primero, porque la diferencia de goles es de -7 (3 anotados y 10 encajados) por -5 hace un cuarto de siglo (3 marcados y 8 recibidos). Segundo, y mucho más importante, puesto que aquel equipo –con Cúper al mando– terminó la Liga tercero y clasificado para la Champions. Tras ese mal arranque, ese grupo se levantó con un triunfo por 2-3 en la guarida del Real Madrid. Marcaron Gerard, Mendieta y Claudio López. No hay nada más que añadir a la reflexión.
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Con el valencianismo cada vez más quemado, haría bien el club en cuidar al máximo cada discurso que hace en público. La afición, que es más madura de lo que algunos puedan pensar, es consciente de lo terrible de la situación y no están para que les cuenten milongas. Ante un partido que se presupone casi imposible, por la dinámica y las bajas, el discurso de Javier Solís alabando, como hizo Corona tras el final del mercado, las bondades de la actual plantilla... era jugar con fuego. «Este año tenemos algunas opciones tácticas más y los jugadores están preparados», declaró en televisión cuando fue preguntado por las bajas. Pues eso, quemaduras de segundo grado unos minutos después.
El gran problema del Valencia es que es muy complicado ver una luz al final del túnel. Por muy forofo que seas. La sensación de que la plantilla, con su entrenador al frente, ha sido empujada al filo del abismo por un máximo accionista que se ha cansado del juguete cada vez es más evidente. Un buen ejemplo es lo que ocurrió en el Metropolitano con los centrales. Mosquera y Tárrega son dos centrales muy buenos. Con mucho recorrido para crecer. Pedirles, junto a Yarek, que firmen cada partido actuaciones brillantes no es justo. Ni para ellos ni para nadie. El mediocre inicio de temporada del Valencia es un espejo –como en el meme en el que un Spiderman se señala– del mediocre proyecto deportivo de Peter Lim a 2024. Enfocar a otro lado vuelve a ser injusto. O, mirado desde otro prisma, lo que más le conviene al dueño de Meriton. La culpa del peor arranque del Valencia en su historia no es de Martín Tejón. Tampoco de Dani Gómez. Ni de Guillamón. Es de Peter Lim. Él es el que ha decidido dejar de invertir. Sólo él.
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