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Tenía Tendillo apenas 22 años cuando marcó el gol de su vida. Era un central muy fino: recuerdo cómo abría las palmas de las manos ... al correr tras quitarle un balón a Maradona, en el debú del genio argentino en Mestalla, advirtiendo de que le había robado la cartera al mejor del mundo sin necesidad de recurrir a las faltas. Alto, rubio, muy estilizado, el central de Montcada ya había disputado el Mundial de España 82: iba sobrado. «Nadie creía que pudiéramos lograrlo, necesitábamos una carambola a cuatro bandas», dice ahora Tendillo, casi 40 años después de aquella gesta, el 1 de mayo de 1983, cuando se alzó sobre el cielo de Mestalla, se mantuvo unas décimas de segundo en el aire y cabeceó un balón prolongado por Botubot tras un centro desde el córner derecho a pie cambiado por Pablo (m. 39). «Cuando salto, me apoyo en Del Bosque y el balón va disparado a la escuadra contraria (superando a Agustín)», añade. Aquel gol cambió el guión de la Liga 1982-83. El Valencia, colista hasta ese último partido, salvó la categoría (bajaron el Racing, al perder en el Calderón, el Celta, que cae en Valladolid, y el Las Palmas); el Madrid, líder, perdió el título, conquistado por el Athletic de Javi Clemente (a los 32 años), que ganó 1-5 en el estadio Insular de Las Palmas. Alfred Hichkov se hubiera quedado corto.
Aquel domingo de mayo sufrimos un calor bochornoso en Mestalla, lleno de aficionados con gorras, transistores y nervios a flor de piel. Había habido una huelga de futbolistas la jornada anterior y se había aplazado el final del campeonato. La espera se eternizó para los valencianistas, concentrados con su entrenador, Koldo Aguirre, en el hotel Sidi Saler. «Fue angustioso. Teníamos muchas ganas de que pasara». El campo estaba a reventar. Yo lo vi desde la grada de La Mar. Tenía 15 años. Mi amigo José Carlos recuerda entre risas que su hermano Raúl acudió ese día a Mestalla acompañado de su amigo Merano, que llevaba un marcapasos. Como dirían los periodistas de la época, no era apto para cardíacos. El propio José Carlos, en Ceuta por la mili, se fue al cine para esquivar los miedos y, al salir, solo se encontraba con militares madridistas. Aquel Valencia, pese a ser último, podía derrumbar a cualquiera. Estaba lleno de figuras: Kempes, expulsado, no jugó, pero sí Bermell, Arias, Carrete, Botubot, Subirats, Solsona, Castellanos, Robert, Ribes, Pablo y la nota exótica de Welzl, aquel austriaco con problemas de visión tomado a chufla por los valencianistas.
Tendillo posee una estadística única en la historia del fútbol mundial. Siendo un defensa, le marcó un gol al Barça de Maradona en el primer encuentro de aquella Liga (2-1, Tendillo e Idígoras, y Maradona para los azulgrana), y otro al Madrid en la última jornada. Entre medias, también le anotó al Málaga. Fue un cabeceador excelente. De sus cerca de 30 goles, la mitad fueron con la testa. «Lo importante no es la altura, sino medir el salto. Cuando estás arriba, el otro empieza a saltar», explica el central valenciano, que nombra como referente a Santillana. «Fallé yo», tercia Vicente del Bosque; «virtud de Miguel y defecto mío, que salté tarde». «Fue un día muy triste para nosotros», agrega el exseleccionador español; «algo que parecía imposible, sucedió. Fue la temporada de los cinco subcampeonatos. Lo perdimos todo. Después hice amistad con Miguel (cuando fichó por el Real Madrid): vivíamos en el mismo barrio, en la antigua Ciudad Deportiva». El Madrid formó aquel día fatídico para ellos con Agustín, Camacho, Metgod, Bonet, San José, Angel, Gallego, Del Bosque, Santillana y Juanito; después entraron Isidro y Pineda. Arias, otro coloso, atravesó el campo sorteando rivales antes de disparar un zurdazo al larguero (el bueno de Welz no pudo rematar la jugada); el conjunto madridista, a las órdenes de Alfredo Di Stéfano, también disparó dos veces a la madera: Metgod y Pineda.
«Te contaré una anécdota», continúa Tendillo, «faltando 10 minutos, entra Castellanos y nos dice: 'Vamos, vamos, que estamos en Primera'. Nosotros no sabíamos cómo iban los otros partidos». El madridismo se lo recordaría siempre a Tendillo. Sobre todo cuando fichó, en 1987, por el conjunto blanco. Los empleados le reprocharon, en tono jocoso, que les hubiese arrebatado una prima. Y el actual presidente, Florentino Pérez, que estuvo ese día en Mestalla, se lo echó en cara hace unos días, en la cena de las directivas de ambos equipos. «Presi, le digo, nosotros necesitábamos ganar», sonríe Tendillo.
Fue una Liga atípica. El máximo goleador, un bético: Poli Rincón, con 20 tantos; le siguió Raúl Amarilla, del Zaragoza, con 19. En tercer lugar, con 18, Dani (Athletic), y después empatados Sarabia y Jorge Valdano (Zaragoza), con 17. Kempes, lesionado en el hombro, solo sumó 13. Precisamente Sarabia, leyenda en San Mamés, rememora ahora aquella cita también mágica para los leones en el estadio Insular. «Empezamos perdiendo por un gol en propia puerta de De Andrés. Empaté yo y nos adelantó Dani. En ese momento metía el gol Tendillo en Mestalla. Llegamos al 1-5 y me cambiaron. Allí sucedió algo extraordinario: José Ramón de la Morena, el único periodista que había creído en nosotros, le pidió una chaqueta a Cedrún para pasar desapercibido. Al terminar el partido, De la Morena me puso los cascos de la Ser y fueron los dos minutos más largos de mi vida porque el partido de Mestalla no había terminado. Al acabar, se montó la de Dios es Cristo. Yo quería ir a celebrar, pero De la Morena no me dejaba». Horas después, todos los jugadores del Athletic se reunieron en el salón del hotel para ver Estudio Estadio, el mítico programa de Televisión Española. Al repetir el choque del Valencia, los rojiblancos sufrían por si marcaba el Madrid. «Tuve que girarme y gritarles: 'Joder, que ya no meten, ¡tranquilos!».
Koldo Aguirre, exjugador y exentrenador del Athletic, no podía estar más feliz aquel 1 de mayo de 1983. «Me hace mucha ilusión que mi exequipo sea campeón y mucha más que el Valencia se mantenga en Primera», declaró Aguirre, tercer entrenador de esa extraña campaña en Mestalla tras Manolo Mestre y Miljan Miljanic. «Koldo vino a falta de cinco o seis jornadas y se encargó de hacer grupo», explica Tendillo. Pese a eso, la directiva no le ofreció seguir la temporada siguiente.
El árbitro Jiménez Madrid señaló el final del encuentro ante el éxtasis de los valencianistas. El viejo Mestalla fue invadido por miles de aficionados y decenas de periodistas. Un joven Florentino Pérez ya se había marchado. «Lo que ha pasado este año no tenía explicación», dijo, llorando, Ricardo Arias. El Valencia había peleado por el título la temporada anterior. «Nos fuimos hundiendo poco a poco», corrobora ahora Tendillo, «y después no había manera de salir. Fuera de casa éramos unas madres, pero en casa sabíamos que podíamos ganarle a cualquiera» Aunque fuera el Real Madrid dispuesto a celebrar el título de Liga. «Fue un día perfecto», concluye el héroe de aquella tarde en Mestalla.
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