El mayor desgarro del valencianismo, posiblemente, en sus 105 años de historia del Valencia. No sería fácil encontrar en la hemeroteca un precedente en el que miles de aficionados con camisetas del club insultaran a otros tantos, con las mismas camisetas y que contestaban o ... provocaban previamente en muchas ocasiones con gestos de burla, con decenas de policías haciendo de cortafuegos, equipados con todo el material antidisturbios y los cascos bajados, para que ese cruce desagradable no terminara en violencia física. Verbal la hubo, y mucha, pera vergüenza muda de las lonas con las imágenes de Puchades, Kempes, Mundo o Albelda. Tan al límite se llegó, que en los dos lados de la 'trinchera' (duele hasta escribir la palabra) algunos aficionados que no estaban participando en el cruce de insultos y gestos no pudieron reprimir las lágrimas de rabia. A decenas de metros, con el mismo escudo en el pecho, y con las fuerzas de seguridad como frontera física.
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En la previa del partido, más allá de algún pequeño roce, nada presagiaba un desenlace tan vergonzoso. Mientras miles de personas ejercieron su derecho de protesta, otras tantas accedían por los tornos de Mestalla. Con la policía, simplemente de testigo. Lo ocurrido en el descanso del partido sí que fue la mecha que encendió la tensión. Cientos de personas se asomaron a los balcones del campo recayentes a la Avenida de Suecia, para presenciar la protesta, y más allá de poner en la ecuación cuántos entraron invitados (que los hubo, y muchos) o de turistas, algún gesto fuera de lugar activó la chispa. Insultos desde la calle y burlas desde el balcón. Botellas volando y la policía tomando posiciones. Quince minutos de vergüenza ajena, hasta que comenzó la segunda parte, que fue el preludio de la tragedia final.
Cuando el Girona marcó su tercer gol, comenzaron a salir aficionados del estadio. Fueron recibidos al grito de «¡Esta camiseta no la merecéis!» o «¡No vais a salir!». La policía obligó a retrasar líneas a las miles de personas que seguían de protesta, lo que llevó a momentos de tensión, lanzamiento de objetos y dos retenidos por los agentes. Uno de ellos, fue trasladado con los grilletes puestos para ser identificado. Cuando abandonó el estadio la mayor parte del público presente, una vez terminado el partido, se multiplicaron las imágenes de los insultos desde la parte que estaba ya subida a la acera de la Avenida de Suecia más lejana a la fachada de Mestalla (no se libraron de ellos personas mayores o niños) y los gestos de burla de los que salían. El número de cada 'bando' no importa. La vergüenza fue colectiva. Sin etiquetas. Para olvidar.
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