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«Roberto Gil, Mañó... y Waldo». Un niño de diez años con mochila a la espalda abre el sobre de cromos que acaba de comprar en el kiosko. Es 1962 y Fernando Rius Alarcó pone rumbo a su casa. El fin de semana, piensa, irá a la Plaza Redonda de Valencia acompañado de su padre para lograr esa estampa de Quincoces que se le resiste. Aquella afición compartida por miles de pequeños a lo largo de generaciones y generaciones iba a marcar la vida de Rius. Pero él todavía no lo sabía.
La casa de Rius ahora es un museo. Nada más entrar, a la derecha atesora una parte de su vida, toda aquella relacionada con su formación académica. «Tengo el honor de ser miembro de las Reales Academias Nacional de Farmacia y de la de Medicina de la Comunitat Valenciana», comenta. Profesor titular de la Universitat de València aunque ya jubilado tiene el ordenador encendido. Estudiar y aprender son dos verbos inherentes a su vida. Su mayor privilegio: dedicarse a la docencia.
Como si de una galería de arte se tratase, desde el recibidor del hogar de Rius unas escaleras terminan en un rellano donde asoma otro espacio, aquel dedicado a su otra pasión: el Valencia C.F. Diferentes tipos de luces dirigen la atención sobre una colección de artículos única que cualquier persona, conozca o no el pasado de la centenaria entidad, podría seguir perfectamente. Carteles grabados en madera describen los objetos ordenados según con criterios estéticos e históricos. «Aquí están todos los trofeos de Liga, con sus respectivas fotografías; aquí las Copas del Rey y las anteriores del Generalísimo, este espacio es del doblete…», comenta. Todas son originales.
Con una lámina de madera a modo de puntero señala los objetos ubicados en lo alto de la sala. Una cortina que ahora está descubierta sirve para, cuando proceda, evitar miradas indiscretas: «A veces viene gente a trabajar aquí y, en lugar de hacerlo, se pone a mirar y mirar y no avanza…». Lógico. Es imposible apartar la mirada de los banderines de los equipos brasileños. «Este es del Santos, cuando vino Pelé a jugar a Mestalla», dice. ¿Y dónde los ha comprado, por internet?: «No, no...», responde. También cuesta obviar las camisetas históricas: «Esta es de la selección, es de Abelardo, que jugaba poco, como estaba Iribar...». ¿y este trozo de red sobre la foto de La Liga ganada en La Rosaleda? «La semana siguiente, en Mestalla, un aficionado que también estaba allí llevaba un mechero y bajamos y cogimos un pedazo», recuerda. A su espalda, álbumes con fotografías no sólo de aquellos que defendieron el escudo del murciélago, también de Mestalla en su primer día de luz eléctrica. Durante los últimos 50 años de su vida, Rius coleccionó objetos del Valencia. Más allá de las revistas y cómics heredados de su padre, y aquellos cromos que adquiría de pequeño, todo es fruto de mucho tiempo invertido y otros tantos kilómetros.
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«En Valencia sólo está el rastro y algún anticuario, pero en Madrid y Barcelona sí que hay mucha afición al coleccionismo. Me limitaba a viajar con las excusa de buscar cosas de Valencia. Si me enteraba de algo o si me llamaban coleccionistas… allí iba», recuerda. De hecho, la primera vez que se subió a un avión fue con 60 años. «Y con mucho miedo, por cierto», reconoce. Con unos hijos sin interés en continuar con la tradición, Rius desea dejar su museo en buenas manos: «No quiero venderla por internet ni en persona a pedazos: entradas por un lado, fotografías por otro… en el momento que se rompa ya no tendrá sentido».
La historia que pertenece al valencianismo debería estar en casa de todos, en Mestalla. O, en su defecto, en el museo que los aficionados del club blanquinegro tuviesen para percibir la magnitud del recorrido del club de sus vidas. Rius realizó un ofrecimiento formal tanto a los presidentes Anil Murthy y Layhoon como al homólogo de ambos en la Fundación del club, Teo Swee Wei: «Evidentemente que se lo he ofrecido al Valencia, las respuestas escritas de los anteriores presidentes, tanto de la Fundación como del club, me resultaron un tanto improcedentes, ofensivas más bien. Quiero pensar que fue un error de traducción, lo que puede ser lógico dada la diferencia de idioma que hablamos; recientemente, un buen amigo y exconsejero me dijo que, en la actualidad, con el cambio de presidenta del club, la situación había virado también. Lo he intentado, pero tampoco he observado ningún interés por su parte».
El Valencia nunca ha sido ajeno al tesoro de Rius. La Fundación contó con él en aquel museo temporal ubicado en la Ciutat de les Artes i les Ciències y, más recientemente, en la elaboración del libro oficial del centenario de la entidad. Entre otros.
Rius, que hace algunos años dejó de acudir a Mestalla, como otros tantos valencianistas a la espera de tiempos mejores, busca ahora un hogar para su preciado tesoro. ¿Su precio?: «Creo que el valor es difícil de establecer: el desplazamiento, la estancia, la paciencia, no se pueden materializar; todo mereció la pena pues pienso que la historia, y los recuerdos en especial, no tienen precio».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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