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PACO LLORET
Viernes, 10 de julio 2020, 23:49
El tren europeo se había escapado a última de forma incomprensible. Cuando las expectativas alentaban el optimismo, el Valencia se complicó la vida al sumar una victoria en los últimos cuatros partidos del campeonato, tan sólo sumó cuatro puntos de doce posibles, un registro insuficiente a todas luces y, como los estudiantes perezosos, hubo de aplicarse en verano para aprobar el curso. Examen de recuperación. Difícil de olvidar aquel verano de 1998, con el estreno valencianista en la Intertoto. Otro fútbol desconocido hasta entonces por estos pagos. Se creó una atmósfera de complicidad en las noches de julio y agosto, como el cine en las terrazas de verano, ambiente familiar en la grada, cenas de sobaquillo y una profesión de fe en un equipo que venía de experimentar una llamativa transformación y que iba a deparar grandes satisfacciones. Mestalla sintonizó con un torneo de clasificación para acceder a la Copa de la UEFA. Hubo público y ambiente.
Bajo la dirección de Claudio Ranieri, el Valencia había sido capaz de vencer en la segunda vuelta de la Liga 97-98 en sus visitas al Camp Nou, Bernabéu, Riazor y San Mamés, además de imponerse al Atlético por 4-1 en Mestalla. Un dato revelador de aquel equipo que, por el contrario, se llevó un 6-0 de su duelo en El Helmántico y también cayó en San Lázaro ante el Compostela. Reveses dolorosos y difíciles de asimilar. La clasificación europea estaba en su mano después de haber deslumbrado con triunfos épicos en los grandes escenarios. El punto de inflexión de aquel ejercicio se experimentó con el mítico 3-4 en el feudo del Barça en los inicios de la segunda vuelta. Contra pronóstico, en la penúltima jornada, el último encuentro en casa, se produjo un tropiezo inconcebible ante el Sporting de Gijón. Los asturianos ya habían perdido la categoría como consecuencia de protagonizar un campeonato deplorable. Su trayectoria en esa temporada es la peor de un equipo en toda la historia de primera división.
Aquella igualada a dos fue un jarro de agua fría en la noche de la despedida de Fernando Gómez Colomer. El legendario capitán aún tuvo tiempo de disputar el último encuentro, en Tenerife, con derrota por 3-2, y de marcar en el Heliodoro Rodríguez su último gol como valencianista. Otro ilustre también se despidió aquel día: Andoni Zubizarreta, después de cuatro campañas como valencianista, decidió colgar los guantes. El conjunto de Mestalla no había estado presente en torneos europeos durante esa temporada 97-98 y, tras acabar la Liga en novena posición, decidió probar suerte en la Intertoto. Se decidió que el equipo jugaría de color naranja en el torneo. En un Mestalla del que ya habían desaparecido las vallas se inició la andadura el 18 de julio con una goleada ante los rusos del Shinnik Yaroslav por 4-1. Uno de los protagonistas fue Alain Roche, que ese día debutaba con el Valencia, porque marcó uno de los tantos y, tres minutos después, cuando aún no se había alcanzado la media hora de juego en la primera mitad, fue expulsado.
Pese a la inferioridad numérica, los hombres de Ranieri lograron un holgado triunfo con goles de Farinós y de Claudio López por partida doble. La vuelta fue un trámite en un campo más parecido a una piscina. En algunas zonas del rectángulo de juego la pelota flotaba por encima de un palmo de agua. Probablemente, uno de los factores que entusiasmó al valencianismo en aquel verano, fue la implicación de algunos jugadores, como Santi Cañizares, recién aterrizado procedente del Real Madrid, o el 'Piojo' López, que renunciaron a sus vacaciones tras haber disputado el Mundial de Francia 98 con sus respectivas selecciones. Después de un rival tan alejado geográficamente, el sorteo deparó un cruce doméstico. El RCD Espanyol aguardaba en segunda ronda. En las filas de los periquitos despuntaban jóvenes prometedores como Capdevila o Tamudo. El Valencia sufrió pero venció en ambos encuentros sin encajar un gol: 0-1 en Montjuic y 2-0 en Mestalla, aunque los blanquiazules fallaron un penalti en la ida. El argentino Claudio López, en estado de gracia, firmó los tres tantos de la eliminatoria.
En la final aguardaban los austríacos del Salzburgo y, de nuevo, el Valencia se impuso en ambos encuentros. En la ida por 0-2 con un gol soberbio de otro de los debutantes en aquella campaña: el sueco Stefan Schwarz, y en la vuelta, triunfo por 2-1 con Roche y Lucarelli como goleadores. El conjunto de Ranieri logró el objetivo previsto, se clasificó para Europa y eliminó al Steaua de Bucarest en la primera ronda de la UEFA por un marcador global de 7-3 tras vencer en ambos duelos. A continuación, vino el cruce con el Liverpool que revolucionó el ambiente futbolístico en Valencia y que deparó una eliminatoria apasionante. Aquella temporada 98-99 marcó un hito para la parroquia valencianista. Desde aquel julio del 98 en la Intertoto hasta la final de la Copa del Rey a finales de junio del año siguiente, se sucedió una catarata de emociones.
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