Follón antes, cabreo durante, desesperación después y casi milagro al final. Peter, en esto has convertido Mestalla, en un sinsentido de fútbol, donde de la admiración y el respeto por una leyenda como Baraja se ha pasado al griterío casi generalizado pidiendo su cabeza. El ... Valencia enfila con decisión el camino hacia la Segunda División, por la sencilla razón de que hoy por hoy, sobre el césped y por los 'méritos' contraídos después de diecisiete partidos, sólo ha sido capaz de emparejarse con un Valladolid del que nadie duda de que ya es carne de cañón. Entre los de Singapur, los del palco, los de los despachos y los del banquillo están haciendo puntos de sobra para pasar a la historia como los responsables de uno de los grandes fiascos de la entidad.
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No se puede permitir que equipos como el Alavés y más en un Mestalla que es la única vía de salvación posible, estén casi a punto de llevarse los tres puntos en juego. Si no sucedió esa debacle prenavideña fue por la punta de la bota de Dani Gómez en el minuto 97 de partido. Hasta ahí tuvo que llegar la agonía de este –para muchos ya– cadáver andante, que sólo da aparentes muestras de funcionar a golpes de escudo. Y si ese es el único recurso, sobran las palabras. Qué lástima que a Mr. Peter sólo le guste el fútbol si lo ve por televisión y que Layhoon no tenga ni idea de lo que es un equipo más allá de los números y los desplantes. Se pierden ambos la ocasión de palpar en primera persona lo que es este Valencia, un equipo que no roza los mínimos criterios para superar adversidades tan básicas como la que le pudo plantear ayer el Alavés, medianamente anclado atrás y algo avispado en el resto, listo para aprovechar eso sí los tremendos resquicios que ofrece en la actualidad el Valencia.
Lo peor de todo es que el equipo, sus jugadores, ya no saben muy bien a lo que juegan. Es más, lo que se percibe desde fuera es que además de su falta de acierto, evidencian una falta de convicción en lo que hacen. Ni con defensa de cinco, ni de cuatro, ni de tres... reciben goles como churros y eso les acaban sacando de quicio y empujándoles a un callejón con demasiadas turbulencias. Da igual que Baraja ponga a uno u otro de lateral; que sitúe a Almeida de mediapunta o que lo permute con Javi Guerra; que siempre saque en largo Dimitrievski sin saber muy bien a dónde; que ponga dos puntas... el equipo es tremendamente débil, pero en todos los sentidos.
De ahí que cuando reciben la primera estocada, se vengan prácticamente abajo sin remisión. Eso fue lo que pasó a los seis minutos, cuando a Rioja le pilló curiosamente Carlos Vicente la espalda con una facilidad pasmosa y su centro acaba silenciando Mestalla de forma cruel. No se puede recibir un gol en la primera intentona que el rival inventa porque a partir de ahí las pocas ideas que pueden existir, desaparecen de un plumazo. Es una carga terrible lo que supone para este equipo recuperarse en un ambiente tan convulso como el que Mestalla experimenta en la actualidad, por culpa de unos y de otros. Este Valencia está tan cogido con alfileres que un vaivén como las atronadoras protestas para el palco y también para el banquillo acaban contagiando a todos sin remisión.
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Y menos mal que no llegó el segundo vitoriano porque un remate de Stoichkov lo acabó despejando a córner Dimitrievski cuando parecía que era la sentencia. El lío que se hubiera montado habría sido morrocotudo. Aún así y con media parte aún para la esperanza, el público –la entrada más floja de la temporada– decidió aguantar el tirón por si acaso. Eso sí, de jugar al fútbol, de lo que se entiende por convertir este deporte en espectáculo, nada de nada. Tampoco es necesario en vista de lo que hay que remar. Sólo se puede hacer un fútbol muy básico, al que le pesan demasiadas adherencias tanto individuales como de colectivo.
Por eso se esperaba que Baraja, aún a pesar de que la mayoría de la grada estaba ya pidiendo su cese, tratara en la segunda parte de inventar algo, más que original al menos resolutivo. Cambió de banda a los extremos pero eso no provocó ni de lejos que Hugo Duro tuviera algún balón en condiciones, más allá del que provocó la patada en la muñeca a Sivera que acabó enviándole a la enfermería. Fue en cambio un envío por el centro de Barrenechea el que hizo que la salida de Owono terminara liándole una pierna a Diego López. Lo vio la grada, lo vieron los miles de aficionados pero no el árbitro, a apenas pocos metros y en una posición inmejorable. Tuvo que ser el VAR el que le invitara a visionar la imagen. Rioja no perdonó y todos creyeron falsamente en la resurrección.
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Fueron los minutos más a tono del partido, porque se tiró como casi siempre de corazón sin que eso abriera el repertorio de ocasiones, más allá de la pifia del guardameta alavesista en una salida de cena de empresas que casi acabó en gol de no ser porque el central la terminó sacando casi sobre la línea. Pero apenas unos instantes después, en un avance de Diarra un poco inocente porque no sabía a quién pasarle el balón, el combativo Kike se la acaba poniendo de nuevo y Mosquera toca al central lo justo para derribarlo. Otro penalti de los que duelen. Menos mal que Dani Gómez evitó el ajusticiamiento cruel.
FICHA TÉCNICA
Valencia: Dimitrievski; Dimitri Foulquier, Cristhian Mosquera, Yarek Gasiorowski, Luis Rioja; Diego López, Javi Guerra (Dani Gómez, 77'), Enzo Barrenechea (Pepelu, 77'), Fran Pérez (Canós, 44'); André Almeida y Hugo Duro.
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Alavés: Sivera (Owono, 53'); Pica (Sedlar, 80'), Abqar, Moussa Diarra, Manu Sánchez; Joan Jordán, Antonio Blanco, Carlos Vicente, Guridi (Stoichkov, 17') (Guevara, 80'), Carlos Martín (Conechy, 80'); y Kike García.
Goles: 0-1, Carlos M. (7'). 1-1, Rioja (70', penalti). 1-2, Jordan (87', penalti). 2-2, Dani Gómez (97').
Árbitro: Alberola Rojas (C. castellano-manchego). Mostró cartulina amarilla a Mosquera, Pepelu y Carlos M.,
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