La final de la Champions es contra el Pucela. Si el Valencia le gana el domingo al Valladolid, el club se habrá tomado una aspirina. Sin llegar a los icónicos 42 puntos, habrá sellado una permanencia que suena la degustar chóped para una afición acostumbrada a saborear manjares de mayor calidad. Pero una vez se selle la continuidad en Primera, la entidad entrará definitivamente en la UCI. Está enferma, pero la tempestad de la destitución de Javi Gracia ha conseguido distraer por unos días el fallo multiorgánico en el que agoniza la sociedad de Mestalla.
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La primavera y el verano no han traído precisamente colorido y prosperidad. Empezando por lo deportivo, a Anil Murthy se le plantea otro junio movido. Mutado a director deportivo, va a cargar con una mochila más pesada que hace un año. Tras una temporada que se torció con el ajusticiamiento de Marcelino y Alemany, esta ha resultado fallida con las bazas que ha jugado el presidente. Como carta de presentación, cualquier entrenador serio percibirá a un dirigente que realizó unas promesas a Javi Gracia y que semanas después de firmar el contrato le desmanteló el equipo. Que no le dejó marchar para echarlo a cuatro jornadas para acabar la Liga. Esto hará que todo técnico se lo piense dos o tres veces antes de coger las riendas del primer equipo.
Y más si como parece este verano se produce otro debilitamiento de la plantilla. Carlos Soler, Paulista y Gayà son los tres futbolistas que más han tirado del carro. El de Pedreguer sigue sin renovar y el Barcelona continúa al acecho. Con Mateo Alemany como valedor, sólo tranquiliza el compromiso valencianista del lateral, casi al mismo nivel que los problemas financieros de la entidad culé.
Casi más que convencer a un entrenador contrastado –siempre quedará la duda de si al final el inquilino del banquillo será un recomendado de Mendes–, se antoja reconducir la relación con algunos jugadores. Además de Gayà, al Valencia le vendría bien que Kang In no encarne otro caso Ferran. El coreano ha pasado de ser la perla de la Academia a hartarse del club por que no tiene protagonismo. Y este es el verano para renovarlo o venderlo, posiblemente ya a la baja. Si no, se irá gratis en un año.
Precisamente la guinda al desastre deportivo la pone la Academia con su punta de lanza: el Mestalla. Con el descenso del filial a la quinta categoría del fútbol español, el salto al primer equipo es sideral.
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A la cuenta de Twitter de la Academia, por cierto, han empezado a llegar los reproches a Meriton que antes encajaba la del club. La indignación de los aficionados crece con cada decisión del ‘universo Lim’. Dando por hecho que el público no volverá a Mestalla esta temporada, el problema del máximo accionista no es ya la manifestación del sábado, o las pancartas y pitadas de la próxima campaña. Distanciando tanto la gestión del club de la afición hay riesgo de causar una desafección que se vea reflejada cuando se retome la venta de entradas, de abonos, o haya que promocionar las equipaciones del siguiente curso.
La suerte que tiene el Valencia es la fidelidad de una afición que no le dio la espalda con el descenso a Segunda y que, por ahora, en general mantiene su amor por el club. Por mucho que se le prometiera un equipo de Champions y que ahora luche por la permanencia. Por mucho que se le hayan presentado varias maquetas de un estadio futurista y tenga un bloque de hormigón paralizado y en deterioro desde hace más de una década.
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Murthy, al final de estos tres meses en la UCI, deberá haber tenido la habilidad de convencer a todos los políticos de que Meriton pretende retomar las obras. Que la petición de una prórroga de la ATE no es la enésima parada hacia delante. Por el momento, a representantes públicos como Sandra Gómez o Arcadi España no les convence.
Tampoco le ayudó mucho presentarse a una reunión con el presidente Ximo Puig sin un plan que exponer. La pandemia ha otorgado un poco de margen. Pero el reloj no ha parado de avanzar y si la Generalitat acaba archivando la ATE, el Valencia se aproximará al abismo de la causa de disolución. Y en ese momento, el enfermo agravaría aún más su situación crítica.
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