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Osasuna se metió el año pasado en la Conference League como séptimo clasificado con 53 puntos; la temporada anterior (2021-22) el séptimo en el ... ranking de Primera fue el Villarreal con 59 puntos; en la 2020-21 de nuevo fue el Villarreal el séptimo pero esa vez con 58 puntos en la bolsa, mientras que en la 2019-20 el que terminó ahí fue el Granada (ahora pensando ya casi en Segunda) con 56.
Eso es para que el Valencia y sus aficionados se vayan haciendo una idea de por dónde pueden ir los tiros en este curso, que comenzó con muchas dudas pero que poco a poco, y con algunos altibajos, se ha ido tiñendo de cierto color blanquinegro. Hasta tal punto se ha despejado el panorama que ya todas las semanas se le pregunta a Rubén Baraja que cómo está el tema de la aspiración continental, cuestión que el entrenador despeja en largo de la mejor manera posible.
El problema es que el frenazo de La Cerámica ha vuelto a reconsiderar un poco la escena. Los hay que consideran que el Villarreal, con ese 1-0, se ha enganchado también a la lucha por la competición europea. Los hay, en cambio, que consideran que esa propuesta amarilla es bastante improbable que pueda ser tenida al menos en cuenta porque estamos tan sólo en las últimas nueve jornadas de la temporada y si un equipo no lo ha hecho bien en las 29 anteriores, difícil será que en las que restan sea capaz de obrar el milagro.
Pero desde el punto de vista del Valencia, hay un matiz que tiene su importancia ya que no son nueve los partidos que le faltan aún por disputarse sino diez. Y eso, cuando cada punto tiene su valía, hay que tenerlo también muy en cuenta. Está pendiente el partido aplazado con el Granada. Aunque evidentemente a las aspiraciones blanquinegras le vino mal caer aunque sea por la mínima contra el Villarreal, más allá de lo que supone desde el punto de vista de la rivalidad (el golaveraje juega a favor todavía de los valencianistas en caso de empate), lo cierto es que a nadie se le escapa que Baraja, siendo como es el primer interesado en que su equipo dé la gran sorpresa de la temporada, es también el primero que sabe que tiene una plantilla diseñada para otros menesteres algo menos ambiciosos.
Sin ir más lejos, si el Valencia repitiera en esta segunda vuelta –y en esos diez partidos que restan por jugarse aún– los resultados que hizo en la primera vuelta ante esos mismos adversarios, se podría decir que el equipo moriría poco menos que en la orilla sin conseguir su gran e inesperado objetivo continental.
Ahora, el conjunto valencianista es octavo en la clasificación y siente de alguna forma la presencia del Villarreal en su nuca (noveno a dos puntos). El problema es que la falta de una continuidad en los triunfos y en los resultados positivos, sobre todo fuera de casa, le dejan siempre a los valencianistas cojeando. En casa son poco menos que intratables; fuera un equipo muy frágil.
Solo ganó a dos rivales
Pero volviendo al tema de los puntos, Baraja y sus jugadores están obligados a superarse a sí mismos si quieren recibir finalmente ese premio europeo. No pueden ni empatar con el Mallorca otra vez, ni perder ante Osasuna, ni contra el Betis, ni repartirse los puntos con el Barça, ni caer frente al Alavés, como tampoco contra la Real Sociedad y el Girona, ni empatar ni mucho menos con el irregular y dubitativo Celta.
En esa primera vuelta y de los diez rivales a los que todavía tiene que medirse, únicamente ganó a dos de ellos: al Granada y al Rayo Vallecano. Ahora necesita algo más que dos victorias y tres empates como hizo. De hecho, con esos 9 puntos que cogió ante esos rivales, repitiéndolos y sumándolos a los 40 actuales, se quedaría al final con 49. No le da ni para el postre.
Lógicamente, hay que hacer un ejercicio algo más complejo que simplemente repetir marcadores, ya que los equipos varían su estado de forma y su peligrosidad en función de en qué momento de la temporada te enfrentas a él.
La transformación de algunos
Por poner un ejemplo, el Girona de ahora aparentemente no es tan firme y sólido como en esa primera mitad del curso en el que parecía un bloque imbatible. Ganó, dicho sea de paso, al Valencia pero por la mínima y casi con el reloj cumplido. Ahora, el Girona parece que tiene más claro que su objetivo es asegurar como sea una de esas cuatro plazas que dan derecho a jugar la Liga de Campeones, cuando antes era el que comandaba la clasificación en Primera.
De esos diez rivales que deben tener ese cara a cara con los valencianistas, cuatro de ellos están por encima de la clasificación y seis por detrás. El Granada parece casi hundido aunque ha vuelto a repescar a Sandoval para el banquillo con el fin de obrar casi el milagro; el Celta sigue sufriendo ahora ya sin Benítez en la dirección y la Real Sociedad, por ejemplo, parece no andar tan fino como al principio. Es el Barça el que se ha colocado ahora como segundo clasificado y al que tienes que visitar en Montjuic en la jornada 33.
La cuestión física
Es evidente que el Valencia no puede permitirse ningún resbalón más. De hecho, en la reflexión que hizo Mamardashvili tras perder en La Cerámica se apuntaban alguna de las causas sobre las que Baraja debe poner su foco de atención en las semanas que vienen: «Nos faltó fuerza y energía», decía el guardameta georgiano. Y el Valencia, si por algo se ha caracterizado esta temporada, es por la imagen de equipo activo que demuestra en cada encuentro. El despliegue físico que exhiben o han exhibido en cada partido los futbolistas ha sido de hecho una de las cuestiones que más han mencionado los entrenadores rivales a la hora de apuntar cuáles son las virtudes del rival al que se iban a enfrentar.
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