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Nueva alcaldesa para Valencia, nueva baraja que mezclar y nueva mano que repartir para un tema ya manoseado hasta la extenuación. Todavía con María José Catalá acomodándose al sillón de la alcaldía y aunque ha preferido esbozar a grandes trazos lo que puede ser la intervención política en el problema del nuevo Mestalla, en el Valencia no ha sentado nada mal el cambio en la dirección del Ayuntamiento. Y no por más o menos afinidad al PP –que hasta ahora siempre se había mantenido bastante neutro al respecto– sino porque con el PSPV y en concreto con Sandra Gómez ya daba muestras de haber agotado todas las vías posibles de entendimiento. Es más, el Valencia ya ha solicitado una cita con el Ayuntamiento. La primera de las muchas que seguramente van a tener que producirse con el gobierno del Partido Popular, ya sea a nivel local como autonómico.
Ese primer paso que se ha dado, al menos de manera formal, no obstante no va más allá de una reunión entre el segundo escalón de ambas entidades. Es decir, de momento el encuentro que se producirá está agendado y enfocado hacia cuestiones entre los técnicos de una y otra parte. Una más en todo caso de las muchas que se han celebrado y que no han servido para dar luz verde definitivamente al reinicio de las obras, decisión que en todo caso responde al nivel superior.
Con la antigua delegación de Urbanismo, la fotografía que dejaron unos y otros fue de un muro prácticamente infranqueable. Empeñada como estaba Sandra Gómez en defender la valía de los acuerdos que comprendía la antigua ATE, la cuestión del aforo se convirtió en el auténtico caballo de batalla, al que se fueron añadiendo otros conceptos de no menor valía pero que llevaron al convenio a una situación casi de imposibles. De hecho, el nuevo convenio es el único gran paso que falta, el último empujón para que el Valencia llame a las empresas constructoras y abra la puerta a la entrada de los obreros. El club indica que no ha variado ni un ápice sus intenciones: considera el nuevo Mestalla un objetivo prioritario (el dinero de CVC aún está pendiente de ejecutar) y sus deseos son avanzar a la mayor velocidad posible (desde 2009 está parado), sobre todo porque en el último capítulo, la percepción que tiene el propio Valencia es que el acuerdo era casi total, tanto con lo de 66.000 espectadores –dejando los otros cuatro mil para necesidades especiales– como con lo del precio final del polideportivo para Benicalap entre otras aristas.
Cuando el Valencia se pronunció sobre los antiguos dirigentes locales –la acidez fue siempre hacia Sandra Gómez– se quejó de la intervención política que se hizo en un tema tan sensible como el del nuevo estadio. La posición del PSPV respecto a Meriton fue frontal y el conflicto urbanístico fue uno de los factores que siempre se tuvieron muy en cuenta para emborronar la imagen de Meriton. Lim no tenía credibilidad para el PSPV.
La prudencia del PP en sus manifestaciones al respecto provoca que a priori se pueda intuir un escenario al menos de menos tensión, pese a la advertencia que desde la oposición a Meriton se ha hecho. Todos los grupos críticos con Peter Lim han pedido que la nueva administración (local y autonómica, eleve aún más la contundencia cuando tenga que sentarse a tratar temas con el Valencia de Meriton. Catalá ya dijo que es consciente de que el Ayuntamiento va a tener que ayudar en la medida de lo posible a Valencia y Levante, sin que aclarara el grado de acidez con los dirigentes blanquinegros.
Aún así, en el Valencia se quiere andar con bastante prudencia con María José Catalá, con la que se quiere reunir, eso sí, después de que se haya avanzado en esa cita prevista con los técnicos.
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