Gayà, en el partido de este domingo. EFE

El Valencia regresa moribundo

El equipo se viene abajo en diez minutos, entra en descenso y pierde el golaveraje con el Almería| El VAR ni tan siquiera llamó al árbitro para que revisara en el primer tiempo el contacto del meta con el tobillo de Kluivert

Lunes, 10 de abril 2023, 08:14

En Almería bailó y saltó de felicidad como un niño Peter Lim. Eso fue hace ocho años, cuando el valencianismo todavía creía un tanto inocentemente que con un señor de Singapur se iban a solucionar todos los males habidos y por haber. Este domingo, ya madrugada en el país asiático, ese mismo señor –seguramente con un fino pijama como atuendo– apagaría la televisión, se tomaría una infusión y se metería en la cama sin saber que a miles de valencianistas les habrá sido imposible conciliar el sueño. ¿Por qué? Se podría estar preguntando. Pues porque este Valencia se muere sin que nadie consiga ponerle remedio. Se le puede echar y con toda la razón la culpa al árbitro; al VAR por su ceguera y cabezonería permanente en no revisar las jugadas polémicas y que tienen siempre a los mismos como damnificados; al infortunio de Hugo Duro que está para el arrastre y hasta falla un claro remate que pudo al menos significar un aliento de vida; a Cavani por estar sentado mascando chicle en el banquillo junto a Marcos André en lugar de estar enchufándolos –ambos– a pares; a Mamardashvili por haber cantado en el segundo gol; a la racha de lesionados; a las grietas casi permanentes en defensa en los momentos más inoportunos; a las desconexiones mentales que sufren unos jugadores a los que se les ve ya con el miedo metido en el cuerpo; a la responsabilidad del grupo cuando hay que dar la cara ante una afición que siempre está por muy mal que pinte la cosa; a Gattuso por haber saltado del barco cuando sólo había marejadilla y por no haber avisado que venía tormenta y de las gordas; a Miguel Ángel Corona por creer que todo el valencianismo es naíf; a la mala suerte en general; al calor; a la sequía; al viento; a las Fallas... realmente, uno se podría estar quejando en las diez jornadas que quedan hasta el final pero eso no evitaría que el Valencia acabara siendo el cadáver en el que está empeñado en convertirse.

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El Valencia que todos hubieran querido debería haber triturado al Almería, asfixiarle de tal forma desde el minuto uno hasta el 95 para que los de Rubi sólo hubieran deseado que se acabara cuanto antes la tortura. Pero no. Nada de eso ocurrió. Lo que pasó fue la peor de las pesadillas. No sólo se vino de vacío el Valencia sino que, además y por consiguiente, echó por tierra ese factor del goleaveraje con el equipo andaluz. A esas hemos tenido que llegar. A pensar en qué pasaría si terminada la Liga se acaba con los mismos puntos que otros en la lucha por la permanencia. De momento, eso ya está descartado porque el Almería sí supo interpretar el partido para sacarle el máximo de rédito posible. Con diez minutos tuvo suficiente. Ese control del balón que había aparentado tener el equipo de Baraja en el primer tiempo se echó por tierra nada más iniciarse la segunda mitad. Melero calcó la jugada que hizo el Rayo la semana pasada para poner en evidencia ese vacío mental y táctico de la defensa y colarse para ajustar al palo. Melero ni es un futbolista rápido ni tampoco muy habilidoso, pero sí listo. Con su gol puso la soga al cuello al Valencia, que empezó a descomponerse de tal manera que en un saque de esquina, Mamardashvili se quedó en zona de nadie y Babic estableció el segundo para poner la sentencia.

Es verdad que luego el Valencia se vació para tratar de evitar el descalabro. Demasiado reto ese. No es este un equipo que sepa muy bien superar tantas adversidades juntas. Sólo hay que ver los números que presenta este año el Valencia para darse cuenta que si en Mestalla se pasa mal, fuera es para echarse a temblar. Está tan cogido con pinzas que necesitó de una carambola de piernas y balón para al menos marcar su gol. Lo hizo Castillejo, a quien Baraja le cambió el rol en el retocado sistema táctico. Castillejo participó más por el centro que por la banda, pero las variaciones en la pizarra no se tradujeron posteriormente en cuestiones tangibles. Dejarle toda la banda casi siempre a Foulquier es entregarse a causas perdidas.

Sólo Kluivert aparentemente parece tener en estos momentos las ideas claras. Suya fue la jugada más discutida del partido y que realmente pudo haber significado un cambio radical en la escena. Pasaban tres minutos de la media hora y el neerlandés se plantó, tras una acción en la que intervinieron Lino y Duro, ante el meta. Hubo contacto entre ambos, bota del portero con tobillo del delantero. Dentro del área. Ingredientes suficientes para, al menos, revisarlo todos a conciencia, los del VAR y también el árbitro. Pero Iglesias Villanueva –hermano del que la pifió una y otra vez el otro día contra Osasuna en Mestalla– decidió no sólo que no era penalti sino que no hacía falta que el colegiado le pegara un vistazo en el monitor, por aquello de haber qué te parece a ti. Nada. Jueguen. En lugar de tarjeta, penalti y quién sabe si el 0-1 en el marcador, córner y a aguantar la rabia de una gente que ya está más que acostumbrada a este calvario.

Lo intentó también primero Kluivert de un chutazo medianamente dirigido a los puños del meta y también Gayà casi a bocajarro aunque un poco escorado, pero todo quedó en zona muerta. El Valencia no supo hacer daño y luego permitió que se lo hicieran. Por desgracia, nada que coja ya por sorpresa. Más de lo mismo.

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