El campeón de Liga y el de Copa se vieron las caras en Mestalla la tarde del domingo 21 de noviembre de 1971. Ambos eran, al mismo tiempo, subcampeones del otro torneo. El Valencia conquistó la Liga y se quedó en puertas de hacer el ... doblete al perder la final copera en la prórroga después de haberla tenido en el bolsillo. El Barça acabó segundo en el torneo liguero, empatado a puntos con los valencianistas, y se llevó la Copa después de remontar un 2-0 y de verse con superioridad numérica en los 30 minutos suplementarios gracias a la inestimable ayuda del colegiado Sainz Elizondo.
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El partido, en el que se reencontraban ambos equipos por primera vez desde la final de la Copa, correspondía a la décima jornada de la temporada 71-72. Mientras el Valencia se mantenía invicto y era colíder, su rival se encontraba hundido en la clasificación, en zona de descenso, tras acumular cinco derrotas –contando la que sufrió aquella tarde en Mestalla– y tan sólo haber sumado dos victorias. Mientras los valencianistas venían de arrancar sendos empates en escenarios tan exigentes como San Mamés y el Bernabéu, los catalanes, en caída libre, habían perdido en casa contra el Athletic.
El ambiente en Mestalla se había disparado. Euforia local y depresión visitante. Las entradas estaban agotadas. La amplísima general de pie, situada tras ambas porterías, ofrecía un aspecto imponente desde más de media hora antes del inicio del choque, síntoma inequívoco de la dimensión del partido. No cabía una aguja. Recibimiento apoteósico. Música, tracas y confeti. Por si faltaba algo, en lo alto del Gol Gran, en la esquina próxima al legendario marcador 'Dardo', donde aparecían los resultados del resto de partidos patrocinados por diferentes marcas comerciales, se había instalado un enorme reloj en el que también se anunciaba el resultado del partido. Una novedad llamativa en aquellos tiempos. Otra iniciativa más de Vicente Peris, el hombre que dirigía el club con ambición y visión de futuro. El Valencia atravesaba por un período de crecimiento y expansión imparables.
La llamativa innovación, patrocinada por una marca relojera suiza, se unía a las mejoras introducidas durante el verano anterior en el campo, la más destacada fue la implantación de un nuevo sistema de iluminación artificial que facilitaba con mayor calidad la transmisión televisiva de los encuentros, todavía en blanco y negro. Aquel reloj marcaba el tiempo del partido y permaneció en servicio durante más de una década, hasta que, con motivo del Mundial del 82, dejó de utilizarse al ser reemplazado por unos llamativos vídeo marcadores de origen japonés, el último grito de la tecnología que había entonces.
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El Valencia resolvió el compromiso por la mínima y se impuso gracias al solitario gol logrado por Sergio en los primeros compases de la segunda parte. No resultó un encuentro vistoso. Hubo igualdad de fuerzas, pero el once dirigido por Di Stéfano se mostró más resolutivo que el de Rinus Michels. Otra de las notas llamativas de aquella tarde fue la indumentaria que lucía Meléndez, el portero valencianista. El vasco apareció con un vistoso suéter de color rosa que contrastaba con la tendencia austera de aquellos años en la que predominaban los tonos más discretos.
Aquel triunfo confirmaba al Valencia en la cabeza de la tabla en una estrecha pugna con el Real Madrid. Los valencianistas habían caído pocos días con el Ujpest Dosza húngaro en la Copa de Europa. Ante el Barcelona se alineó un once con algunas bajas sensibles, sobre todo en defensa. Vidagany suplió la ausencia de Antón como lateral izquierdo, Sol y Jesús Martínez se situaron en el eje central porque Aníbal se había lesionado en Split en la anterior eliminatoria continental, mientras que Tatono ocupó la banda diestra. Forment actuó de interior en la medular junto a Claramunt y Lico. La delantera clásica de ese ejercicio, integrada por Sergio, Quino y Valdez, formó ese día en el que no hubo cambios a lo largo de los 90 minutos.
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Después de esa importante victoria, el Valencia vivió una pequeña crisis al sumar un empate y dos derrotas en las siguientes jornadas. En una campaña de acusados altibajos, los de Mestalla llegaron a la jornada final con opciones matemáticas de ser campeón, aunque no dependían de sí mismos. De hecho, el Valencia precisaba de una combinación de resultados en la que era imprescindible, además de su triunfo en casa ante la Real Sociedad, el del Barça en el Camp Nou ante el Málaga y el del Sevilla en el Bernabéu. De los tres factores, sólo se dio el primero y el conjunto valencianista acabó en segunda posición.
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