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Si a una persona se le hubiera colocado en los aledaños del Martínez Valero, sin conocer el año en el que vive, hubiera pensado al ver en el calendario que era el 23 de abril que se encontraba en algún lugar de Sevilla en la previa de la final de la Copa del Rey, que disputó hace justo un año el Valencia contra el Betis. Los cánticos, colorido y emoción que transmitieron los 5.000 valencianistas que inundaron la explanada exterior del estadio ilicitano trasladaron al imaginario colectivo a lo que se siente en las horas previas de una final. Sí, lo de Elche lo era por otros motivos, pero es digno de admirar la entereza y el orgullo con el que la militancia está llevando la lucha, dolorosa, por evitar el descenso.
El mejor símbolo llegó cuando el autobús del Valencia asomó por una de las esquinas. El bus del equipo se recibe en los días grandes con el mítico cántico en el que se entona sólo el nombre del club, el que comienza con el «¡lo, lo, lo, lo...!» (si lo está leyendo cantando sonría), y agitando la bufanda al viento haciendo molinillos en el aire. Rubén Baraja, que los vivió como jugador del mejor Valencia de la historia, no pudo reprimir la emoción de ver a esa marea valencianista desde el primer asiento. El 'Pipo', como uno más, se pasó todo el trayecto hasta la entrada aplaudiendo y haciendo gestos de complicidad. Algo que repitió, en arengas similares a las de Simeone, cuando esos millares de personas corearon su nombre, en repetidas ocasiones, durante el partido. También el de Carlos Marchena.
El ambiente festivo maridó con el reivindicativo, como por cierto también sucedió hace justo un año en la final copera. El lema 'Lim Go Home' hace ya mucho que se convirtió en el símbolo de la resistencia. Numerosos aficionados del Elche se sumaron al sonoro «¡Peter, vete ya!» que resonó a las puertas del estadio cuando sonaron las primeras tracas. La afición del Valencia correspondió con un «¡El Elche es de Primera!». Ese doble ritual se repitió durante el partido. En el minuto 19, fueron miles los carteles amarillos que inundaron la grada superior del Martínez Valero. Muchos más que en Almería. «El miércoles mandamos un burofax a Elche explicando que las banderas y los carteles tenían un mensaje que no era ofensivo, dentro de lo legalmente constitucional y que, por tanto, no había ninguna ley que dijera que no se podía entrar con esas banderas en el campo. En Mestalla las podemos meter y deberíamos en cualquier campo. Al llegar nos hemos puesto en contacto con el jefe de seguridad de seguridad del Elche y, muy amablemente, no ha dicho que por la parte del club no nos iban a poner ningún problema en el acceso al campo de las banderas y los carteles, que cumplen las medidas reglamentarias para acceder a los estadios porque el mensaje no es ofensivo», declaró Juan José Romero, directivo de Libertad VCF, antes del comienzo del partido.
La similitud al ambiente de una final llegó por otros detalles más allá del número de valencianistas presentes en Elche y la animación constante. A tierras alicantinas llegaron seguidores de varias partes de España. Desde Cádiz, donde el equipo de Baraja jugará el próximo partido fuera de casa, a Madrid. La peña '18 de Marzo' se hizo notar a su llegada. En una temporada donde acecha el fantasma del descenso, adquiere más valor la labor de estos irreductibles en territorio comanche. «Seguimos soñando por la permanencia y luchando. Nosotros estamos viviendo este drama de una forma más humillante si cabe porque las miradas por encima del hombro de los aficionados del Real Madrid y el Atlético que están deseando que bajemos son insoportables. Si pudiera hablar con Lim le diría que se vendiera sus acciones porque no está respetando a la historia del Valencia, no entiende la parte emotiva de tener un club de fútbol. Los valencianistas le sobramos», reconoció Vicente Quirós en las puertas del campo.
Lo que tampoco perdonó la afición fueron los errores arbitrales de la temporada. Cuando Cuadra Fernández y sus ayudantes saltaron al césped a calentar fueron recibidos con un sonoro «¡Corrupción, en la Federación!». Tan intenso fue el cántico, que el colegiado madrileño no pudo evitar levantar la mirada a la grada.
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