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Españeta trabajó 50 años en el Valencia convirtiéndose en leyenda sin haber jugado ni un minuto.

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Españeta trabajó 50 años en el Valencia convirtiéndose en leyenda sin haber jugado ni un minuto. DAMIÁN TORRES

Españeta, el hombre que vivió y murió por el Valencia

Fallecido ayer a los 82 años, será incinerado con una camiseta que le regaló Ricardo Arias y sus cenizas serán esparcidas en el césped de Mestalla

Lourdes MARTÍ

Valencia

Miércoles, 14 de octubre 2020, 13:40

No marcó goles en Mestalla; limpiaba las botas a aquellos que lo hacían. «Nací para vivir y morir por el Valencia», afirmó Bernardo España Edo 'Españeta' (1-5-1938) el día que se jubilaba. Fue un hermano para Arias o Kempes, el más grande entre los grandes para Albelda. Un amigo para Cañizares o Curro Torres. El utillero cuya labor traspasaba Mestalla falleció ayer y dejó huérfanos a miles de murciélagos.

El Valencia le ha concedido su último deseo y parte de sus cenizas descansarán eternamente en Mestalla cuando así lo considere su familia. Será incinerado con una elástica blanquinegra que Arias le llevó hace menos de dos semanas a su casa. La pandemia impedirá rendirle el homenaje que merece. Pero el valencianismo no le fallará. La puerta número 12 de Mestalla se convirtió en un improvisado altar donde la afición recordará a Españeta. De aquí a la eternidad. La plataforma Libertad VCF arrancó la iniciativa dejando un ramo de flores en ese punto y el respeto al inolvidable utillero hizo el resto.

En una época en la que la brecha entre el club y la afición es cada vez más grande, la marcha de figuras que encarnan el sentimiento como las de Españeta duelen todavía más. Él, junto a Jaume Ortí, como anteriormente lo habían sido Pepe Vaello o Vicente Peris, forman parte de ese grupo de personas que el escudo del Valencia no lo llevaban en la elástica. Lo tenían cosido al pecho.

Hoy a mediodía se celebrará la misa en el tanatorio municipal de Valencia, donde ayer acudieron numerosas personalidades. Anil Murthy, presidente del club de Mestalla, dio el pésame personalmente a sus familiares a media tarde. El mandatario afirmó que el club está pensando en «homenajear como se merece a esta leyenda del club». Arias, Bossio, Giner, Tendillo o el exdelegado del Valencia Camarasa asistieron, al igual que el levantinista Raimon, además de Manolo Maciá, entre otros. Ayer, la Asociación del Pequeño Accionista pedía una lona para él.

Españeta se sabía querido por la afición. Y por los jugadores. Así lo sintió hace poco más de un año en el partido de leyendas por el centenario. Aquella noche fue, por derecho, protagonista. Ni más ni menos que 55 años de su vida dedicó al club. En 2016 se jubiló y se apartó de la vida pública. Pero en marzo de 2019 volvió a salir por aquel túnel de vestuarios como tantas veces hizo. Un poco más aturdido de lo habitual pero tan querido como siempre.

Españeta fue el encargado de que durante los partidos los futbolistas sólo se preocupasen de jugar. Antes de saltar al césped les escuchaba y les pedía que le contaran sus preocupaciones o inquietudes. Guardaba secretos, era el hermano mayor. Así lo consideraban algunos como Ricardo Arias. La alegría que le caracterizaba era el vehículo del que se hacía servir para que los chicos que llevaban el escudo del Valencia en su camiseta dejasen atrás algún mal momento. Lo reconocía el exdelantero del Valencia David Villa: «Me ayudó muchísimo. Cuando las cosas no iban bien o no había salido un buen entrenamiento te hacía esa broma necesaria para devolverte la alegría. Era muy trabajador y cariñoso. Espero que se le recuerde como se merece por todo lo que ha hecho por el valencianismo». Otro excapitán, Rubén Baraja, también reflexionaba sobre el papel de un hombre irrepetible: «Si hay una persona que representa el valencianismo es él. Es un símbolo que sin ser un futbolista, un directivo, sólo un utillero, pero cargado de emoción, caló en el valencianismo».

Fernando Giner o Paco Camarasa lo hacían cómplice de sus bromas. Aunque Españeta sabía que su nombre siempre iba a estar a salvo. Fe ciega del utillero con los jugadores que nunca lo delatarían. Al menos hasta que el 'delito' no estuviera prescrito. En Font Romeu se vistió de Pedro Picapiedra y hacha en mano perseguía al de Alboraia y otros compañeros, con manchas de sangre emuladas. Guus Hiddink todavía debe darle vueltas a qué se les pasó por la cabeza para provocar un auténtico desastre en un hotel con un extintor como protagonista.

Inolvidables son las fotografías de Viola admirándolo haciendo jueguitos. Era mejor que muchos de los profesionales. Aquel futbolista al que una accidente de moto truncó su carrera deportiva tenía magia. Lo que también guardan muchísimos aficionados son autógrafos suyos. Aunque no ponga su nombre. Españeta era el encargado, más o menos, de falsificar las firmas de los jugadores. Lo hacía perfecto. Tanto es así que algunos como Kempes lo mandaba al banco a cobrar cheques por él o a dejar dinero. El empleado de la banca nunca sospechó de la rúbrica. Por cierto, ayer el campeón del mundo con Argentina tomó «el café más amargo» de su vida. Así lo reconocía cuando en Miami recibía la noticia de que Españeta había fallecido.

Aquel hombre que en cada presentación saltaba el último al césped era, en realidad, un hombre tímido. Tuvo en Vicente Peris su mentor. Españeta mataba el gusanillo de su truncada vida de futbolista ejerciendo de recogepelotas hasta que el inolvidable dirigente valencianista le ofreció el puesto de utillero ayudando así a Ricardo de la Virgen. Merchina Peris escuchó ayer de la propia Chelo, esposa de Españeta, la noticia del fallecimiento: «Me crié en Mestalla y siempre lo vi igual. Nunca olvidaré el esmero con el que sacaba brillo a las botas. Ahora está en la peña valencianista de la eternidad, junto a mi padre, Ortí, Vaello o Iranzo».

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