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Hay futbolistas, geniales algunos, que disfrutan engrandeciendo leyendas tan gratuitas como absurdas. Vinícius ha entrado en ese rincón de personajes que transcienden lo meramente futbolístico. ... En un partido en el que estaban millones de ojos vigilantes por cómo iba a ser el comportamiento de Mestalla, nadie podía imaginar que el encuentro iba a terminar como terminó: con los jugadores y banquillo del Madrid en tromba saliendo a comerse al árbitro por el pitido final que desbarató el tercer gol. Fue desde luego un final un tanto estrambótico para una noche en la que quedaron demostrados dos hechos evidentes: que la afición en general del Valencia ni ha sido ni es racista y que sabe de sobra comportarse, y que el Real Madrid tiene un jugador tan desequilibrante con el balón como provocador sin él, capaz por sí mismo de alimentar y generar polémica donde no la debe de haber.
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Vinícius podía haberse convertido en el gran héroe del Madrid al marcar los dos goles. Sin embargo, su actitud tras marcar el primero pero sobre todo al anotar el segundo trituró lo que hubiera sido su gran actuación desde el punto de vista del gol. Ahí debe seguir insistiendo el Real Madrid si quiere realmente seguir exprimiendo al brasileño, que todavía no sabe que el reglamento castiga las provocaciones al público. Seguramente, Gil Manzano debió pensar que bastante lío había ya con Vinícius para sacarle una amarilla por esos gestos que dedicó sorbe todo el hacer el segundo gol. Llevarse las manos a las orejas puede ser considerado como un gesto fuera de lugar. Bien es cierto la presión que llevaría dentro el brasileño, pero hay situaciones y actuaciones que deben quedar claras desde un principio para evitar males mayores. Los jugadores están para jugar al fútbol y dar espectáculo. Tampoco merecen recibir insultos ni gestos ni palabras racistas que sean delito.
Por eso Mestalla supo interpretar lo que le venía encima. Muchos ojos (y cámaras de seguridad) pendientes de los cánticos y de los gestos del graderío. LaLiga puso especial empeño en que no hubiera ni una sola duda que pudiera dañar no sólo al Valencia sino también a la imagen del fútbol español de cara al exterior. «¡Vinícius, qué tonto eres!». Eso fue lo que le cantó, casi en masa, la afición del Valencia en no más de tres ocasiones a lo largo del partido al delantero del Madrid. Lo hizo nada más comenzar el encuentro (minuto 8), también cuando cayó por un contacto con Foulquier cuando entraba en el área (23') y también en la segunda parte. Para él seguramente tampoco fue un partido fácil. De hecho, lo comprobó nada más entrar en contacto con el balón. Bronca monumental. Pitos y más pitos. No sólo en ese primer instante, sino en cada ocasión que entraba en juego. Desde el minuto uno hasta el final.
Se las tuvo con Foulquier dentro de lo que puede ser una disputa normal en un partido tenso; tuvo algún roce dialéctico y con manos incluidas con Mosquera (también se le encaró el central cuando cometió una falta) y ya con ese segundo gol, quien fue a por Vinícius fue Hugo Duro. Ni al delantero del Valencia ni a miles de espectadores les gustó que el brasileño se relamiera cerca del público y después cuando marcó el segundo gol. La cosa explotó ya al hacer el primero, cuando se metió dentro de la portería mirando a la Grada de Animación (con la que tuvo sus más y sus menos el año pasado con esos tres aficionados que están pendientes de juicio) y con el gesto que hizo después: brazo y puño en alto, simbolizando el gesto del 'poder negro'. Hay límites que no se deben cruzar, ni en un sentido ni en otro. Y por eso convendría un replanteamiento general de clubes, Federación y la propia LaLiga, que ayer hizo un amplísimo dispositivo de vigilancia. Desde Madrid vinieron varios miembros de LaLiga que no perdieron detalle, cámara en ristre, a lo que se cantaba y se hacía desde el graderío más popular valencianista.
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Fue tal la tensión que se vivió que las protestas a Peter Lim, a Layhoon y a Corona que tanto resuenan en el interior del estadio en el minuto 19, que esta vez apenas tuvieron impacto. El 'Peter vete ya' que se cantó fue pronto apagado por los pitidos a Vinícius, a quien se le vio como a otros futbolistas tremendamente afectado por lo que le pasó a Diakhaby. Fue, de hecho, uno de los que miró al central cómo estaba tumbado sobre el terreno de juego, se giró y se llevó las manos a la cabeza sin querer volver a presenciar la escena.
Muchas cosas pasaron en la noche de este sábado, que para unos y otros fue de extrema tensión. El simple hecho de la llegada de los autobuses de los equipos a Mestalla ya fue un claro indicativo de lo especial que iba a resultar. Con buen criterio y para evitar que se pudieran montar la del año pasado en la llegada del autocar madridista, se decidió que, como ya ha ocurrido en alguna que otra ocasión, éste regateara su entrada por la tribuna de la avenida de Suecia. El despliegue policial era más que considerable. Al factor de la manifestación previa se unió todo el lío con Vinícius y que el adversario era el Real Madrid. Por eso tampoco fue mala la idea de que los dos equipos coincidieran prácticamente en su llegada a Mestalla. Cuando el autocar del Valencia enfilaba la avenida de Suecia, el del Real Madrid encaraba la calle Joan Reglà. Mientras la marea blanquinegra se volcaba en cánticos con los suyos, el de los madridistas llegaba casi incógnito por un lateral con apenas un par de cientos de aficionados pendientes y muy alejados.
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