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Ay, el deporte. Cuánto bien nos hace y cuánto nos cuesta practicarlo. Da igual la edad. ¿Quién no ha dicho alguna vez eso de 'hoy ... no voy, que me he dado una paliza tremenda limpiando la casa'? Lo utilizamos como excusa, para justificarnos, porque nos apetece más comernos unas piedras que ponernos a hacer elíptica. Pero quizá no sea tan mentira.
Con este planteamiento, un grupo de investigadores de la Universidad de Sídney, en Australia, ha publicado un trabajo que intenta responder a la gran pregunta: ¿vale con las actividades diarias, como caminar, hacer la colada o atender el jardín, para mantenernos saludables? ¿Podemos cambiar las pesas por la azada y el plumero sin sentirnos ni una pizquita culpables?
Pues sí y no. La respuesta es un poco 'gallega', así que vamos a ir por partes para que nos quede claro si nos estamos haciendo trampas al solitario cuando damos este tipo de excusas... O si, por el contrario, nos podemos quedar más anchos que largos porque la ciencia está con nosotros.
Los investigadores australianos, liderados por el profesor Emmanuel Stamatakis nos dan la razón un poquito. Sí, podemos mantenernos saludables haciendo las cosas de 'casa', entendiendo que éstas también incluyen nuestros hobbies más activos, como paseos por la ciudad o por el bosque. ¿Cómo lo saben? Pues porque han estudiado a 24.000 personas monitorizadas con un acelerómetro durante una semana para ver los efectos.
Se trata de británicos que participaron en una encuesta de salud del Biobanco del Reino Unido y que tenían una media de edad de 62 años. No hacían deporte ni antes, ni durante, ni después del estudio (se les hizo seguimiento hasta ocho años después). Es decir, no iban al gimnasio, ni corrían, ni hacían rutas en bicicleta. Pero se mantenían activos gracias a ocuparse del hogar, los nietos, hacer los recados, pasear, jugar a la petanca...
Aunque no lancemos todavía las campanas al vuelo. Porque ese 'sí, nos podemos mantener saludables' de los científicos tiene truco. Para obtener los beneficios cardiovasculares que nos convienen –evitar infartos, ictus, derrames...– hay que hacerlo con cierto brío. No todo iba a ser tan bonito.
¿Y cuál es el ímpetu necesario? En el trabajo, recién publicado, establecieron tres modos de hacer esas tareas: ligero, que vendría a ser el modo tranquilo, sin estresarse ni exigirse demasiado; el moderado, que es cuando ya sacamos el remango y le damos bien, por ejemplo, a los cristales; y el vigoroso, que es cuando la actividad nos exige hasta el punto de agitarnos la respiración e, incluso, jadear.
En el primer escenario, para tener algún efecto positivo en nuestro corazón tendríamos que estar al menos dos horas paseando, por poner solo un ejemplo. Así que no nos saca de mucho porque es bastante tiempo. A lo mejor, si estamos jubilados, lo tenemos, pero quizá no nos guste tanto la zapatilla como para estar todos los días 120 minutos para arriba y para abajo.
Así que subimos una marcha. ¿La actividad moderada nos valdría? Pues sí. Y mucho. Los quehaceres diarios hechos a este ritmo durante 24 minutos cada día reducen el riesgo de desarrollar o morir por problemas cardiovasculares a la mitad. Es como una rutina exprés en el gimnasio, pero aprovechando para quitarnos esas cosas de las que no podemos prescindir.
33 %
de los mayores de 65 años confiesa que su principal actividad física es estar sentado. Y a partir de los 75 la situación se agrava: es el 64%, según la Encuesta Nacional de Salud ENSE.
150 minutos
de actividad física aeróbica moderada a la semana es el mínimo recomendado por la OMS para adultos mayores de 65 años. Si es intensa, el mínimo son 75.
Con este resultado, entonces, podríamos pensar que si nos ponemos las pilas y le damos bien al paseo, a las ventanas o a la aspiradora nos convertiremos en los reyes de la baraja... Pues no. Bueno, no tanto. Las tareas a ritmo jadeante tienen efectos positivos, claro, pero estos no aumentan exponencialmente.
Lo que sí necesitamos es menos tiempo de práctica para tener buenos resultados: con solo 5 minutos del paseo del ejemplo de antes a ritmo ligero espantamos el fantasma del ictus o del infarto en un 40%. Para los más perezosos es un escenario ideal: cansarte cinco minutos y el resto del día liberados del peso y la obligación de hacer deporte o de dar(te) explicaciones sobre por qué no lo haces... Pero ¿de verdad se puede?
Las buenas noticias llegan solo hasta aquí, porque no, no es aconsejable quedarnos solo con esos 5 minutos. Ni con los 24 o los 120. «El trabajo estudia los beneficios en la salud cardiovascular, que efectivamente se producen, pero hay un pero», nos avisa Naiara Fernández, geriatra y directora de Asistencia de IMQ Igurco.
– Y es...
– El ejercicio de fuerza. Con esas actividades diarias trabajas mucho el corazón, pero no tanto el músculo. Y éste es muy necesario. Si solo trabajamos la salud cardiovascular podemos llegar a muy mayores, pero quizá en situación de dependencia porque nuestros músculos han ido perdiendo calidad.
Álvaro Puche, licenciado en Ciencias de la Actividad física y el Deporte y entrenador especializado en fuerza, lo explica. «El músculo tiene dos tipos de fibras: lentas y rápidas. Con las actividades diarias trabajamos las primeras, pero no las segundas. Y cuando decimos que una persona ha perdido salud metabólica, cardiovascular, neurocognitiva... fundamentalmente se deriva de una pérdida progresiva de estas fibras rápidas».
Es inevitable que cuando vemos a alguien muy mayor en la huerta pensemos que se la está jugando. Sin embargo, es un ejemplo más de lo equivocados que estamos. La geriatra Naiara Fernández lo tiene claro: «No hay que prohibir la huerta a nuestros mayores salvo que el médico diga lo contrario». Lo que sí podemos controlar es que no se excedan en sus esfuerzos, que se protejan del sol y que en días de mucho calor no estén en las horas centrales dale que te pego. Pero plantar unas judías, regar los tomates, sacar las patatas o recoger pimientos son tareas que les fortalecen el corazón... y hasta les mejora la dieta.
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