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Cómo se nota que eres hijo único…». Y se nota para mal, le falta decir. El estigma del malcriado, el consentido... lo han soportado siempre ... los chavales sin hermanos. Una rareza hasta hace 20 o 30 años. Ya no. ¿Quiere decir esto que en pocos años la nuestra será una sociedad de malcriados? Ni mucho menos.
«El mundo está lleno de maleducados con hermanos y de gente exquisita con capacidad de escucha, ayuda y reflexión que se han criado en soledad. Hablar de los hijos únicos como unos mimosos que no están curtidos o unos tiranos es injusto. Ese estigma existió, pero se ha diluido. Se ha normalizado porque ser hijo único ya no es algo excepcional, como los niños de padres divorciados», advierte José Antonio Luengo, psicólogo y ex Defensor del Menor de Madrid.
Adiós a «una leyenda social», sustentada, sin embargo, «en la cuestión obvia de que criarse con hermanos aporta riqueza en las relaciones interpersonales y ayuda a la hora de enseñarles a resolver conflictos porque cuando tienes hermanos te tienes que 'pelear' por el baño, por el hueco en la habitación…».
En el otro lado, están los hijos únicos que tienen el baño a su disposición y un cuarto para ellos solos. «Si yo no me veo obligado a compartir es más fácil que caiga en el error de pensar que todo es mío. Por eso se ha atribuido siempre ese carácter egoísta a los críos sin hermanos. Pero eso se trabaja. Porque solo tenga un hijo no le compro el mejor móvil, ni un lápiz cada día aunque solo valga 50 céntimos. Y no es tanto por el dinero, sino por enseñarles que hay que cuidar las cosas, que no todo lo que quieren se tiene ya», señala ejemplos el psicólogo Antonio Labanda.
Coinciden los expertos en que lo que moldea a ese niño caprichoso y egoísta –como se ha dibujado tradicionalmente al hijo único–, o todo lo contrario, no es tanto si tienes hermanos con los que pelearte por entrar antes al baño, sino «la educación que recibes de tus padres». Y en esto ha habido un vuelco. «Antes los hijos iban a la cola de los padres, pero ahora son el centro y nos hemos pasado de frenada. Los estamos convirtiendo en mini reyes», advierte Silvia Álava, del gabinete psicológico Álava Reyes.
A todos. Hijos únicos o no. «Tenemos pánico a que nuestros hijos fallen. ¡Pero si hay padres que acompañan a su hijo a una entrevista de trabajo por si el chico no entiende bien lo que le dicen!». Así que ojo, señala la experta, con la sobreprotección. «Los padres dicen: 'Tenemos examen'. ¿Cómo que 'tenemos'? Tiene el niño, no sus padres. Cuando un niño tiene más de 3 años debería ir andando al colegio, no en el carrito para que no se canse; debería ir desayunado, no bebiendo un biberón de leche por el camino; y cargar con su mochila, en lugar de que se la lleve su madre. Los padres replican: 'Pero si a mí no me cuesta'. Y es cierto que no cuesta, pero hay que enseñarles la dinámica de la vida real».
Y esa dinámica pasa por la negociación y el acuerdo. «En el colegio, los chavales tienen que negociar a qué juegan, cada día elige uno, Pero en casa eligen ellos y flaco favor les hacemos. Y no tiene que ver con ser hijo único. Si tienes un solo hijo, juegas con él, pero un día elegirá él el juego y al día siguiente, tú».
Antes, indica, «tus padres no jugaban contigo, pero hoy hay algunos que se han convertido en auténticos monitores de tiempo libre y cada fin de semana preparan a sus hijos planes, especialmente si son hijos únicos. 'Como está solo y no tiene hermanos…' Entonces rellenan todo el tiempo con amigos. Y la red social está muy bien, pero no hay que volverse locos por tener planes», insiste la especialista.
Se trata –se muestran de acuerdo los especialistas– de favorecer la red social (amigos, primos, vecinos…) y educar en la autonomía en casa. «Hoy los chavales están acostumbrados a tener todo ya porque internet es eso, me da lo que busco inmediatamente. Y si, además, un chaval no tiene hermanos con quien compartir, pues se cree que todo es suyo y todo es ya. Además, en algunos casos, sus padres disponen de dinero y dicen: 'Me lo puedo gastar en él'. Es un error. No por aprobar el curso le tenemos que regalar un viaje a Nueva York ni el mejor modelo de móvil. Tampoco debemos incluirle en las cosas de los adultos. Que hay chavales que saben hasta cuánto dinero tienen sus padres en la cuenta…», censura Labanda.
Sucede en los hogares donde hay varios hermanos que suelen vivir «en modo colaborativo, cuidando unos de otros, ayudando con la compra…». O todo lo contrario, advierte el psicólogo José Antonio Luengo. «Lo interesante de tener que compartir el cuarto con tus hermanos es que, aunque a veces te molesten, también te acompañan, te cuentan cosas… Pero si son cuatro hermanos y cada uno se pasa el día encerrado en su cuarto mirando el móvil y solo sale para comer no aportan mucho a la convivencia ni favorecen el crecimiento». Tampoco lo hacen, dice, «esos modelos educativos del 'ordeno y mando' y el contrario, el de dejarles hacer todo lo que sea sin hacerles ni caso».
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