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Carlos Carvajal
Carlos Benito
Martes, 1 de agosto 2023, 00:13
A Carlos Carvajal lo conocen como Doctor Salsas. Y él mismo, cuando tiene que explicar a qué se dedica, dice que es un revolucionario del ... picante. Hijo de estadounidense y granadina, lleva años cultivando temibles variedades de guindilla en la provincia andaluza y fabricando salsas tan deliciosas como mortíferas, que comercializa a través de las marcas Doctor Salsas y Sierra Nevada. Si el tabasco anda entre 2.000 y 5.000 unidades Scoville (la medida científica de este fuego en los alimentos), su Salsa del Infierno tiene 415.000, aunque también vende un extracto de capsaicina que alcanza unos inconcebibles nueve millones. «Una sola gota puede hacer que te acuerdes de él durante horas», avisa.
– ¿Cómo descubrió el picante?
– Siendo mi madre española en California, no comíamos picante. La primera vez fue en la mili, en Missouri, en un sitio donde hacía mucho calor y había muchos bichos. Solían poner tabasco en la mesa y lo probé: me quemó, pero a la vez empezaron a correr las endorfinas por mi cabeza y me gustó la sensación. A partir de ahí me convertí en adicto al picante.
– ¿Y por qué motivo se llega hasta el picante extremo?
– Yo tengo coches antiguos que van muy rápido, he practicado artes marciales 40 años, mucho surf... Creo que va un poco en esa línea de emociones fuertes.
– En España somos un poquillo flojos para el picante, ¿no?
– Durante muchos años ha estado 'en el armario', porque no había mucha disponibilidad y se trataba solo de quemar la boca, no de buscar sabores y sensaciones. En los últimos años, en cambio, se ha convertido en una tendencia, como en los 90 en Estados Unidos, aunque aquí todavía está en su infancia.
– Pero nuestra cocina tradicional es poco picante.
– Hay cosas: las 'piparrak' del norte, las alegrías riojanas... También la influencia árabe en Andalucia tiene su picante.
– ¿Qué gastronomía sería la reina en este campo?
– La india y la asiática en general. ¡Tienen una tolerancia muy alta! En México el picante no es tan fuerte como el de India, China, Tailandia... Va con el calor: el picante te hace sudar y te enfría el cuerpo. Por eso los países cálidos consumen mucho en verano. Además, cuando no hay dinero y comes frijoles con arroz a diario, puedes cocinarlos de quince mil maneras usando variedades de chiles secos: en México son los reyes en eso.
– Ha escrito que, cuando vino a España, nuestros productos picantes le parecían «chungos».
– Es que no había mucho, tabasco y poco más. Venía a visitar a mi madre y me encontraba cosas industriales, pero ahora hay empresas en Almería, en Barcelona, gente que está haciendo cosas muy ricas. También hay fabricantes que ven el dinero y hacen salsas sin alma, como siempre en todo.
– ¿Qué tiene que tener una salsa, además de picar, para ser buena?
– Ingredientes naturales, locales, de temporada... Se puede ser muy creativo. Nosotros acabamos de hacer una salsa con plátanos de Canarias y chiles de Sudamérica fermentados y ha quedado muy buena. La fruta y el picante van bien: en México es muy habitual comer la fruta con una mezcla de especias. El mango, la chirimoya o el melocotón dan un toque muy especial a las salsas.
– Los 'antipicante' siempre dicen que tapa el sabor...
– ¡Qué va! Un poco de picante potencia el sabor, como cualquier especia.
– ¿Hay algo a lo que no le añada picante?
– Hombre, al jamón ibérico no le pongo.
– Usted cultiva Carolina Reaper, una barbaridad. ¿Cómo es darle un mordisco a una?
– Brutal, sientes la boca en llamas, después la garganta y finalmente la capsaicina te toca el estómago. Te puede dar 'cramps', dolores similares a los de la regla, pero también endorfinas, así que te vas a reír después del dolor. Yo ya no las muerdo, un jalapeño es lo máximo que como crudo.
– ¿Cuál es el plato más picante que ha probado?
– En una fiesta, con unos amigos moteros un poco locos, montaron un concurso: comimos alitas que tenían Carolina Reaper seco, puré y extracto de nueve millones. Competí con los chicos y pensaba que iba a tener un bebé, por la pelea que empezó en mi estómago.
– ¿Ganó?
– Dejé que ganara uno de ellos.
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