¿Hay vida ahí fuera? Nuevos hallazgos en satélites y exoplanetas Mundos de agua: ¿estamos más cerca de descubrir alienígenas?
Los ovnis y los alienígenas vuelven a estar de moda. En EE.UU. no paran de hablar de ellos, presuponiendo que son criaturas inteligentes. La ciencia, en tanto, avanza por otro camino: los mundos de agua... y sus habitantes. Este año se ha confirmado que hay suficientes bioelementos en varios satélites y exoplanetas como para que vivan seres complejos. Ya han hecho un retrato robot del presunto ‘E.T.’ y le han puesto nombre: el Octomita. Te lo contamos.
Quizá estemos solos en el universo, pero lo más probable es que tengamos compañía. Al menos, esa es la conclusión que se desprende de los hallazgos científicos de 2023, el más emocionante en la historia de la astrobiología, el conjunto de disciplinas que estudian si hay vida en otros planetas (y cómo se originó en el nuestro). Las últimas piezas para completar el puzle biológico han encajado. Se ha encontrado fósforo en Encélado, una luna helada de Saturno. Además, hay agua de sobra en muchas regiones del cosmos. Incluso se han descubierto dos exoplanetas (mundos más allá del sistema solar) mayoritariamente acuáticos, los primeros de su clase.
En el océano de Encélado hay fósforo, un descubrimiento sensacional. Si la vida en la Tierra surgió de una 'sopa primordial', allí también estarían todos los ingredientes de esa receta
Y si hubiera vida ahí fuera, ¿cómo sería? ¿Seremos capaces de detectarla? Lo más lógico es que lo primero que encontremos sea algún microbio. Pero si se cumple la teoría de Darwin (y el consenso científico asume que la evolución es un mecanismo universal) puede que haya seres más complejos, aunque no necesariamente inteligentes, nadando en las procelosas aguas de Encélado, Titán (otra de las muchas lunas de Saturno) o Europa (un satélite natural de Júpiter). Ya se ha hecho un retrato robot del presunto alienígena. Incluso se le ha puesto nombre: 'el octomita'. Por si fuera poco, tendría un pariente en las profundidades de nuestros océanos.
Recapitulemos. En junio se anunció que hay fósforo en el océano que burbujea bajo una costra de hielo de kilómetros de espesor en Encélado. Un descubrimiento sensacional, porque si es verdad que la vida surgió de una 'sopa primordial' (aunque todavía no sabemos cómo cocinarla), allí estarían todos los ingredientes de la receta: hidrógeno y oxígeno (que forman la molécula del agua), carbono para dar estabilidad a las células, nitrógeno para construir las proteínas, una pizca de azufre… Y el bioelemento que faltaba: las sales de fósforo.
«No sabemos si Encélado está habitado, pero desde luego es el mejor candidato del sistema solar que conocemos», celebró Frank Postberg, científico planetario de la Universidad Libre de Berlín y autor principal del estudio publicado por Nature. «El fósforo forma parte del ADN y ayuda a los organismos a almacenar energía. Nunca antes se había encontrado en cantidad suficiente para sostener la vida fuera de nuestro planeta. Y, además, no puede aprovecharse si no es soluble. Pero en Encélado, disuelto en forma de fosfatos, hay en una proporción por lo menos cien veces superior a la de la Tierra», añade. Hasta ahora, muchos científicos creían que el universo era pobre en fósforo y que esta carencia limitaba las posibilidades de vida extraterrestre. Pues no, resulta que hay fósforo para dar y tomar.
Océanos superprofundos
Y hay también agua, mucha más de la que se pensaba. En diciembre, investigadores de la Universidad de Montreal encontraron dos mundos acuáticos. Se trata de Kepler-138 c y d, están a unos 218 años luz y solo son dos de los más de cinco mil exoplanetas que se han detectado desde 1995. Se había teorizado la existencia de estos cuerpos húmedos, pero hasta la fecha solo conocíamos pequeños planetas rocosos como la Tierra y gigantes gaseosos como Júpiter.
Ojo, nuestros océanos son charcos en comparación, pues en algunos tramos estos mares celestes tienen miles de kilómetros de profundidad. Y en su capa más externa están vaporizados, como en una olla a presión. De hecho, puede que el agua esté en forma de fluido supercrítico, un estado bullente de la materia que no es líquido ni gaseoso y en el que pueden pasar cosas extraordinarias, por ejemplo, recombinaciones de las moléculas precursoras de la vida…
¿Pero qué pinta tendría 'E.T.'? Dicho de otro modo, ¿qué es exactamente lo que buscan los astrobiólogos? «Una cosa que distingue a la vida de la no vida es su aparente diseño. Los seres vivos, desde las bacterias más simples hasta las grandes secuoyas, tienen un gran número de partes intrincadas que trabajan juntas para hacer que el organismo funcione. Piensa en tus manos, corazón, bazo, neuronas, uñas de los pies, todas colaborando en sincronía para ayudarte a comer, pensar y sobrevivir», explica Sam Levin, biólogo evolutivo de la Universidad de Oxford. «No solo los seres vivos tienen muchas partes ensambladas, sino que todas esas partes tienen el mismo propósito común: supervivencia y reproducción. Esta combinación de diseño complejo y propósito aparente define la vida. Y solo hay una forma de obtenerla: la selección natural», añade.
Para sobrevivir a esos inmensos oceános salados, los alienígenas deberían tener un diseño singular, no muy distinto al de algunas criaturas que habitan nuestras profundidades marinas
La evolución se basa en cálculos algorítmicos muy precisos para decidir quién gana y quién pierde, quién tiene ventaja y quién se extinguirá. Por lo tanto, los astrobiólogos pueden usar las matemáticas para hacer predicciones sobre los extraterrestres. «No podemos decir si un alienígena tendrá ojos, extremidades o será verde. Pero la selección natural nos dice cuáles son sus objetivos y trayectorias. Y, a partir de ahí, podemos predecir los rasgos que lo ayudarán a medrar en su entorno», explica Levin.
En el caso de Encélado, se trata de sobrevivir en un océano salado, por fortuna alcalino (si fuera ácido el asunto se complicaría) y, en su mayor parte, templado, pues bajo el gran manto de hielo la fuerza gravitatoria de Saturno lo calienta. En esencia, un océano no muy diferente a los nuestros. Un entorno al que se adaptaría como un guante el octomita. Esta criatura diseñada por el equipo de Oxford, y que vio la luz en el International Journal of Astrobiology en 2017, no es un organismo individual, sino un conglomerado de entidades que antes estaban separadas y que ahora cooperan, dividiéndose el trabajo: unas nadan, otras cazan, otros se encargan de la reproducción… «Estas entidades estarían diseñadas para maximizar su adaptabilidad a Encélado», explica Levin.
«Vale la pena echar un vistazo»
El diseño del octomita puede parecer extraño. Pero existen criaturas igual de extravagantes en nuestros océanos: son los sifonóforos. Se trata de organismos coloniales cuyos individuos se reparten las tareas, como la carabela portuguesa, la falsa medusa que causa pavor en las playas. En este caso, lo más parecido sería un organismo habituado a las profundidades, como la bellísima Marrus orthocana, una colonia formada por varios animales unidos entre sí por un largo tallo: un flotador de color naranja, pólipos translúcidos con forma de campana que se llenan y vacían de agua para la locomoción, tentáculos como finos sedales para capturar a sus presas…
El octomita es una especulación. El primer alien con el que nos topemos también podría ser un tardígrado u oso de agua, un microorganismo que lo resiste todo; o un gusano tubícola capaz de hibernar en el hielo durante siglos; o una bacteria acostumbrada a alimentarse de azufre; o un calamar sin ojos… De todos ellos tenemos ejemplos en los ambientes más hostiles de la Tierra.
Encélado ofrece otra característica esperanzadora. Hay chorros hidrotermales, como demuestran los géiseres descubiertos en el Polo Sur. En mayo, el telescopio James Webb captó una fumarola de diez mil kilómetros de altura, nada menos. Una teoría sobre el origen de la vida en nuestro planeta es que esta surgió en los respiraderos submarinos de las dorsales oceánicas, como el de la Ciudad Perdida, una fuente hidrotermal en mitad del Atlántico. Un ambiente propicio debido a la abundancia de gas carbónico, minerales reactivos y calor. «En Encélado también tenemos esos lagos de soda y metano. Desde luego, vale la pena echar un vistazo», comenta Postberg. La NASA ya planea una misión. Enviará una sonda que soltará una especie de serpiente robot que se colará por cualquier grieta en el hielo de su superficie. Pero habrá que esperar a 2040.
LOS MISTERIOS DE ENCÉLADO
Encélado es la luna más brillante del sistema solar, aunque sea siete veces más pequeña que nuestra Luna, pero se trata de una bola de hielo que refleja cegadoramente la luz. No era el más prometedor para el estudio de los muchos satélites de Saturno (145, en la última cuenta) hasta que se descubrieron los enormes géiseres que rocían de agua el más externo y misterioso de los diez anillos de aquel planeta.
LA MISIÓN DE LAS SORPRESAS: La sonda Cassini fue un proyecto conjunto de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA). Se lanzó en 1997 y viajó durante siete años antes de llegar a la órbita de Saturno. La idea era estudiar los anillos y el campo magnético planetarios, pero los planes cambiaron por los hallazgos sorprendentes en Encélado y Titán. El equipo científico estaba liderado por mujeres, como Julie Webster, Linda Spilker y Carolyn Porco, que insistieron en que el control de la misión cambiase la ruta para dar múltiples pasadas en torno a esas lunas durante veinte años. Cassini tomó muestras hasta que se decidió su suicidio cuando no le quedaba una gota más de combustible. Fue estrellada en la atmósfera de Saturno, donde se desintegró en 2017.
¿LA CIUDAD PERDIDA DE SATURNO? Bajo una gruesa capa de hielo, los científicos descubrieron un océano de aguas templadas, emisiones de metano (en la Tierra, los yacimientos de este gas natural indican la presencia de fósiles de animales), fumarolas de vapor que escapan de las grietas y cristalizan en el aire... Hay dos grandes hipótesis sobre el origen de la vida: una es que se originó en las fumarolas, fuentes hidrotermales o géiseres, de un océano (abiogénesis); la otra, que llegó a la Tierra en un asteroide o meteorito (panspermia). Lo hallado en Encélado impulsa la teoría de las fumarolas, donde se han detectado cianobacterias y fluidos supercríticos que pueden ser la olla de 'sopa primordial'. Hay varias en la Tierra, pero la más evocadora es La Ciudad Perdida, en el Atlántico Medio, a unas 2300 millas náuticas al este de Florida (Estados Unidos).
OTROS MUNDOS OCEÁNICOS: Una generación de investigadores consagró sus vidas a estudiar la información que proporcionaba Cassini, entusiasmados porque año tras año se iban encontrando los bioelementos necesarios para la vida celular. Solo faltaba uno, el fósforo. Un equipo alemán lo encontró en junio analizando muestras de granos de hielo tomadas por Cassini. «Continuaremos analizando esos datos, pero ya estamos preparando grandes misiones a otros mundos oceánicos y así comparar cuál es el mejor lugar para buscar vida», anunció Frank Postberg. Próximo destino: Europa, una luna de Júpiter (2024).
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